Una segunda presidencia de Trump será compleja por donde se le vea. Creo que la sucesora de AMLO tendrá la colosal tarea de nominar a un buen canciller. Quizás por eso, Marcelo Ebrard haya vuelto a salir a cuadro. Falta tiempo aún; veremos qué sucede
Por Hernán Ochoa Tovar
Esta semana, el precandidato presidencial republicano, Donald Trump, ganó las primarias de New Hampshire. Luego del retiro de Ron de Santis –el adversario interno más fuerte– y en una carrera cuesta arriba de la exgobernadora de Carolina del Sur, Nikki Haley; el empresario y exmandatario norteamericano parece conseguir lo inusitado: una tercera candidatura presidencial, decantándose por un segundo término no consecutivo en la Casa Blanca. Esto es una ruptura paradigmática por donde se le vea ¿Porqué? A continuación lo explicaré.
En primer lugar, Donald Trump es, al día de hoy, el único republicano que intenta retornar al Palacio Oval luego de haber perdido las elecciones. Hacia 2021, diversos mandatarios republicanos como Dwight Eisenhower (1953-1961), Ronald Reagan (1981-1989) y George W. Bush (2001-2009) gobernaron por dos períodos consecutivos al lograr la ansiada reelección. En contraparte, Herbert Hoover (1929-1933) y George Bush Sr. (1989-1993) y Gerald Ford (1974-1977) fueron mandatarios de un solo período, pues, por diversos factores, el electorado norteamericano decidió no ratificarlos en sus cargos, pero emprendieron la retirada a la vida privada una vez que la suerte política pareció no haberlos favorecido. Hasta ahora, parecía haber sido un precepto dentro de la vida política estadounidense. Sin embargo, Trump pareció no haberse resignado. Y luego de ciertas jugadas de ajedrez, parece tener la carrera en la bolsa, en una contienda donde los tiradores se retiran de antemano.
Como se puede ver, ningún republicano había buscado la revancha por un cargo perdido. Siguiendo la historia, el único mandatario norteamericano que había gobernado en dos administraciones separadas había sido el demócrata decimonónico Grover Cleveland, quien ocupó dicho cargo de 1885 a 1889; para retornar, de 1893 a 1897. Ningún republicano había emprendido una empresa parecida. El único que intentó mantener el poder luego de ocho años -hasta antes del gobierno de Harry S. Truman aún era posible- fue el afamado General Grant, militar y héroe de la Guerra de Secesión quien, luego de una gestión controversial, no fue ratificado en las primarias del Partido Republicano pese a ser el presidente en funciones. Otro ejemplo curioso es de William Howard Taft, quien, tras perder su reelección, pasó a ser Juez de la Suprema Corte de los Estados Unidos, siendo de los pocos casos en los cuales alguien pasa del Poder Ejecutivo al Judicial habiendo pasado menos de una década. Pero ninguno de ellos -ni siquiera el Gral. Grant con su status de héroe- intentó volver por sus fueros. Las reglas, aunque no estuvieran escritas, preservaban un sistema y estaban para respetarse. Pero Trump, cual disruptor, se atrevió a contravenirlas, y su jugada maestra percibe que le permitirá hacerle jaque mate a sus malquerientes y honrar a sus seguidores. Por los menos así se deja entrever.
Por otro lado, Trump es de los pocos políticos norteamericanos que se ha atrevido a seguir una carrera electoral, aun teniendo procesos judiciales a cuestas. Cuando en otras latitudes del planeta eso es común, para los norteamericanos no solía serlo; estar imputado en alguna causa solía ser un bochorno y era mejor dimitir que ver el honor mancillado por una diligencia de los emisarios de la justicia. Pero a Trump da la impresión de que le tiene sin cuidado. Mientras Nixon jugó al político e hizo movidas para protegerse (como la cesación de Spiro Agnew, mientras él veía si podía salvarse de alguna forma), prefirió dimitir antes de ser investigado por el Congreso Norteamericano. Pero aunque Nixon prefirió irse a casa antes de mancillar la investidura presidencial, no le importa un comino. Tanto así que se atrevió a contender ¡mientras sigue juicios en diversas entidades de la Unión Americana! por delitos de diversa orden desde la insurrección –por el exhorto al asalto al Capitolio– hasta diversas causas fiscales y de abuso. En otros tiempos, una sola imputación hubiera sido suficiente para dejarlo fuera de la carrera por la Casa Blanca. Empero, en estos tiempos de posverdad y liquidez, él hasta se jacta de que sus imputaciones le dan popularidad ¡vaya cinismo!
No conforme con lo anterior, los comicios presidenciales de Estados Unidos tendrán otra ruptura paradigmática: será la primera vez en muchos años que dos candidatos vuelvan a enfrentarse vis a vis: el retador (Trump) y el incumbente (Biden). Esto no había ocurrido, pues aunque en el pasado había habido candidatos que repetían (destacadamente Adlai Stevenson, quien fue el abanderado demócrata en 1952 y 1956) jamás llegó a ocurrir que las mismas caras se toparan en dos comicios consecutivos ¡ni siquiera le sucedió lo mismo a Roosevelt, quien contendió en cuatro campañas distintas! pues tuvo distintos adversarios, aunque el Partido Republicano hubiese sido el rival a vencer a lo largo de una docena de años ¡increíble!
En este sentido, intuyo que será una elección desigual, más inclinada a las pasiones que a la razón. Y, justo por eso, Trump parece tener las de ganar, pues ha comprendido y explotado las pulsiones del norteamericano de a pie; desdeñando la técnica y la administración seria. Esto último lo ha tenido Biden, quien, a contrapelo de su adversario, ha intentado gobernar más con certezas que con narrativas. Sin embargo, estamos en una época en la cual las posverdades y la retórica campean, y alguna gente parece preferir discursos que le endulcen el oído; a rutas sensatas a salir para sacar a las naciones adelante. Aunado a ello, estamos en tiempos en los cuales las ideas parecen no estar en la mesa principal; y el ataque al rival es preferido al contraste de posiciones. McGovern le alegaba a Nixon sobre cómo parar la Guerra de Vietnam; Trump le hace bullying a Biden en televisión nacional y esquiva su ideario utilizando la mofa y el sarcasmo mientras la multitud lo aclama ¡inaudito! ¡vaya tiempos los que nos tocó vivir!
Aún falta tiempo, pero, como algunos analistas señalan, la pretensión de Trump parece la crónica de una victoria anunciada. Veremos qué sucede, pues Estados Unidos es nuestro principal socio comercial. Y una segunda presidencia de Trump será compleja por donde se le vea. Creo que la sucesora de AMLO tendrá la colosal tarea de nominar a un buen canciller. Quizás por eso, Marcelo Ebrard haya vuelto a salir a cuadro. Falta tiempo aún; veremos qué sucede.