El caso de Miguel Ángel Mendoza es una tragedia por todo lo que implica. Lo que dio al traste, además de la cantidad de errores, fue la manera en que el alcalde Cruz Pérez Cuellar, responsable de la administración pública en la ciudad, abordó lo que sucedía. No prestó atención cuando se le dijo lo que acontecía. ¿Cómo un jefe deja que su subalterno haga las cosas mal?
Por Leobardo Alvarado
Es una tragedia que las cosas acaben como fue la salida de Miguel Ángel Mendoza del Ipacult. Antes he señalado que parece que uno de los principales problemas en esta ciudad, es el gran entramado del que mucha gente participamos en la vida pública. Lo esbozo bajo la idea de que éste es una gran cobija donde si le jalas un hilo descobijas un amigo. Por eso pocas veces se denuncia y se actúa para corregir el gobierno.
Contextualizo: Miguel Ángel Mendoza es sólo víctima de una cadena de errores, en la que el alcalde Cruz Pérez Cuellar debe ser el principal señalado.
El escenario corruptor del que fue parte Miguel Ángel Mendoza tiene el marco de una praxis política ajena a los cambios de esta ciudad. El error comenzó a principios del año 2000 cuando en el Cabildo de aquellos años, no se aprobó el Instituto Municipal de Cultura. El IMAC, como quedaron las siglas en su diseño original.
En aquella ocasión no fue aprobado pese a un gran esfuerzo ciudadano por llevarlo a cabo. Entonces y ante la cerrazón y hasta traiciones a acuerdos por parte de integrantes del Cabildo, las y los ciudadanos organizados afirmamos una sentencia, que decía palabras más, palabras menos: Los gobiernos y la clase política no está preparada para las iniciativas ciudadanas. Por eso, se dijo, debemos irnos a la periferia y trabajar hasta que la Cultura tome ese papel preponderante para la ciudad y sea la ciudadanía la que le reclame como derecho.
Desde antes y aquellos años hay una serie de afirmaciones similares. Por ejemplo ésta que aún no se acaba de entender por la clase política, y que también palabras más, palabras menos dice así: La cultura puede ser un eje transversal que entendida en su sentido amplio y complejo, desde la perspectiva de lo social y lo antropológico, y donde las Bellas Artes juegan un papel fundamental para su instauración a través de su inserción territorial y comunitaria.
Sin embargo, el Instituto que se proponía no fue posible sino hasta el año 2016 que se retomó y sucedió ya bajo las siglas del Ipacult (Instituto para la Cultura). Además del nombre, también sufrió otras modificaciones el planteamiento primero. Ya se sabe que si no quieres reconocer algo, lo niegas renombrándolo.
Hay errores que derivan de cómo se concibió de origen el IMAC. Un ejemplo es que desde su creación, en su estructura original, se contempló que la elección de quien fuera director o directora del entonces IMAC, debería ser desfasada de la elección en la alcaldía. Es decir, en el mes de enero, antes de las elecciones de alcaldes generalmente llevadas a medio año.
La razón era evitar la contaminación de la elección del instituto considerado autónomo e independiente, para que no dependiera de la elección del Ayuntamiento. Básicamente que el alcalde saliente no le dejara un problema al alcalde entrante. Pero en aquellos años no había reelección en las alcaldías en el estado de Chihuahua, y cuando estas se propusieron, se hizo empatando calendarios electorales. Allí surgió el error. Y cuando sucedió no se hizo nada para solucionarlo.
En el periodo corto del ya construido Ipacult. Recuérdese que el exalcalde Armando Cabada tuvo en el primer mandato sólo dos años. Al no corregir eso, después hubo oportunidad convenientemente para desvirtuar el funcionamiento del Ipacult y llevarlo primordialmente a una función de promoción de las autoridades en turno. Se alejó de la posibilidad de una política cultural amplia y compleja que la ciudad requiere. Así es como se llegó al escenario del mes de junio del año 2023, cuando a lo que ya era un cúmulo de errores señalados, a la administración del Instituto de Cultura se le sumó uno igual o peor de grave y de mayor visibilidad: La convocatoria Frontera-Mural.
Cabe decir que a ese cúmulo de errores se le veía como malas prácticas. Pero la realidad es que también se tomaba como molestia que nadie quería problematizarla. En el fondo, se sabe que todos somos parte de ese gran entramado que durante años ha estado vinculado entre sí. La posición de una parte de la comunidad artística frente al tema es un ejemplo, cuando no participan de la discusión por la posible pérdida de beneficios.
Por otro lado, no se puede disociar la trayectoria de Miguel Ángel Mendoza y los muchos años de servicio público: estuvo en el Museo de la Revolución, en la asociación civil de Arte en el Parque, El Ichicult, y el Ipacult. No es fácil reclamarle a alguien que las cosas no estaban bien.
El caso de Miguel Ángel Mendoza es una tragedia por todo lo que implica. Lo que dio al traste, además de la cantidad de errores, fue la manera en que el alcalde Cruz Pérez Cuellar, responsable de la administración pública en la ciudad, abordó lo que sucedía. No prestó atención cuando se le dijo lo que acontecía. Que ya se había cumplido el tiempo y se debían hacer cambios en el Ipacult. Luego, como se dijo, llegó junio y el detonante por las protestas de los y las artistas urbanas que con convicción, decisión y valentía fueron y se plantaron para exigir aclaraciones de lo que había sucedido con la convocatoria Frontera-Mural.
Antes de darles respuestas a quienes reclamaron les maltrataron. Además les ofrecieron cosas que ya tenían planteadas de otro modo en el Centro Histórico y las adecuaron para acallar el enojo. Allí está la cínica respuesta del alcalde quien dijo “ya se va” cuando le dijeron que Miguel Ángel se debía ir.
Después vino la convocatoria para relevar el Consejo de Gobierno del 30 de noviembre pasado. Una vez más pasando por encima del reglamento, lo cual hacía sospechar la posibilidad de acomodar a modo la elección del Consejo de Gobierno, como ya se había hecho anteriormente. Así que la salida del Instituto para la Cultura de su titular, si a alguien hay que culpar, es al alcalde. ¿Cómo un jefe deja que su subalterno haga las cosas mal? En una empresa privada eso inmediatamente se subsana. En el gobierno, no tomar medidas, afecta muchas cosas, para empezar, la vida política de quien es el jefe. Ahora las cosas continúan mal.
El proceso para renovar el Consejo de Gobierno es un desastre, todo se ha hecho mal y se sigue haciendo mal. Parece que el alcalde no entiende el reclamo: Transparencia y democracia. Lo recomendable es respetar el reglamento en su autonomía e independencia. Elegir democráticamente al Consejo de Gobierno, quien es la máxima autoridad del Ipacult, y donde el alcalde sólo es el presidente del Consejo.
Ese Consejo de gobierno debe elegir al nuevo o la nueva titular del Ipacult. El alcalde puede hacer una propuesta, pero el Consejo no está obligado a aceptarla. Lo responsable es que todo esto culmine en las primeras dos semanas de febrero. Porque si no es así, los problemas continuarán.
La verdad es que nadie quiere que no se resuelva bien, y a todos nos conviene en esta ciudad un Ipacult que construya políticas culturales que sean ese eje transformador del que hablamos hace casi 25 años. Por eso, se debe insistir en la historia de las últimas décadas en Juárez cuando entre otros, se dijo que la CIUDAD ESTABA EN DISPUTA. Se refería esto a que ya no era sólo la clase política y el sector privado quienes determinaban la vida de las y los ciudadanos de esta ciudad. Las y los artistas, e intelectuales de Juárez tenían una visión distinta de las cosas para ofrecer frente al desarrollismo y rapacidad promovida por doquier.