Opinión

Mañanera de Xóchitl Gálvez ¿disrupción o contrapunto?




febrero 2, 2024

Xóchitl Gálvez ha intentado marcar la diferencia. En una coyuntura donde la narrativa gubernamental parece haber ganado la batalla comunicacional y cultural, ella intenta interpelar las ideas simples con los datos duros

Por Hernán Ochoa Tovar

Esta semana se dio a conocer que la precandidata presidencial de oposición, Xóchitl Gálvez, tendría su propia mañanera para contrarrestar la que cada mañana realiza, y ha hecho célebre, el presidente López Obrador ¿qué opinión me merece lo anterior? Paso a explicarlo.

A lo largo de casi un sexenio, el presidente López Obrador ha hecho célebre la consabida conferencia presidencial matutina, la cual brinda de lunes a viernes casi a la misma hora y literalmente en los mismos canales –aunque en algunas ocasiones la haya trasladado a otras latitudes del país, principalmente cuando se encontraba de gira–, siendo reproducida por televisión, radio y principalmente internet. Resulta importante resaltar que la Mañanera se ha tornado en el principal medio de comunicación del presidente: ahí brinda las informaciones inherentes al devenir de la nación, así como a medidas tomadas por el mandatario, tales como iniciativas de ley (algunas de ellas no exentas de polémica), nominación de funcionarios o ministros –o destitución de los mismos–, hasta el pregonado derecho de réplica donde el primer mandatario, alejándose de la vieja consigna republicana, suele brindar su opinión en primera persona y, en ocasiones, arremeter contra tirios y troyanos.

Aunque el segmento de la Mañanera es cubierto por reporteros que representan a diversos medios de comunicación nacionales, desde medios nacionales hasta afines a la causa del oficialismo, es común que quienes hagan las preguntas sean comunicadores afines a la causa oficial, de tal suerte que las interrogantes planteadas discurren en la tesitura de lo ahí dicho y no suelen comprometer el discurso preponderante. Y a pesar de que ha habido ciertas excepciones y se ha brindado una confrontación de argumentos (destacadamente cuando acudieron Jorge Ramos y Denise Dresser al recinto); esto ha sido más una excepción, pues, lo que nos ha demostrado el presidente López Obrador a lo largo del presente sexenio es que a él le gusta construir la narrativa imperante, en lugar de interpelarla o compartirla con otros actores. De ahí la poca disposición a que se establezca un genuino diálogo circular entre la prensa y el mandatario, a pesar de que en la retórica se determine lo contrario.

Debo decir, la Mañanera ha cobrado diversos significados a lo largo de su existencia. Si, siendo Jefe de Gobierno del DF, fue la catapulta que llevó a Andrés Manuel López Obrador a las puertas de la candidatura presidencial; a la vera de Palacio Nacional pareció un recurso innovador que ha sufrido un paulatino desgaste debido a la recurrencia con la que es utilizada. Al iniciar parecía el advenimiento de algo nuevo. Luego del transcurrir de un gobierno tendiente a la opacidad, como lo fue el de Enrique Peña Nieto, el surgimiento de la Mañanera a partir del sexenio naciente parecía una bocanada de aire fresco para el círculo rojo y la ciudadanía en su conjunto.

Frente a una administración que se resistía a dar informaciones concretas, con la Mañanera parecía que tendríamos un recurso inverso. Empero, aunque no se produjo un espejismo –el mandatario da cuentas a la nación todos los días–, la forma en la cual se ha deslizado el metarrelato no ha sido del todo transparente. A pesar de que el gobierno ha presentado la información, se ha cuidado de exponerla de tal modo que resulte favorable a la causa gobernante y no sea objeto de especulación por parte de simpatizantes y críticos. Poco a poco los roles fueron virando. Y aunque, en la coyuntura pandémica, la visualización de la Mañanera llegó a ser muy amplia –al grado de que AMLO fue galardonado con el botón de oro de youtube–, con el paso del tiempo sólo ha concitado el interés de unos sectores, pero, en cambio, ha perdido el de otros. Empero, no ha perdido su lugar como sitio comunicacional predilecto del gobierno.

Si hasta hace unos sexenios el vocero presidencial era el que indicaba el mensaje a difundir, es ahora la Mañanera la encargada de marcar la pauta.

Intuyo que, con base en lo anterior, Xóchitl Gálvez ha intentado marcar la diferencia. En una coyuntura donde la narrativa gubernamental parece haber ganado la batalla comunicacional y cultural, ella intenta interpelar las ideas simples con los datos duros.

En una era plena de posverdad, esto suena complejo. Y sin embargo, su primer semana pareció la realización de una idea meritoria. En tiempos en los cuales el gobierno federal posee el monopolio de la comunicación, Gálvez ha emprendido una apuesta arriesgada: retar al gobierno en su misma arena. Aunque resulta una idea arriesgada –en su momento, el expresidente Vicente Fox no pudo contener la popularidad del otrora jefe de gobierno la cual, precisamente, emanaba de la mañanera–, pudiera ser una ruptura paradigmática más en una gesta electoral que ya parecía cocinada de antemano.

A pesar de que asemeja un recurso interesante, el oficialismo lo ha desalentado, como si el mismo tuviera el monopolio de la información matinal –por denominarlo de alguna manera–. Mas, desde mi perspectiva es un intento valioso, pues intenta romper cartabones del pasado y del presente: por un lado, conservar lo positivo del presente, que es ese afán de informar a la ciudadanía; pero, por otro, busca terminar con la cerrazón del pasado reciente que llevó a la actual oposición al descrédito y a la pérdida de la legitimidad ¿Podrá Gálvez con tamaño desafío? Veremos. Se antoja cuesta arriba, pero no hay peor lucha que la no realizada. Después de todo, Max Cortázar es experto en esos menesteres. Para la reflexión.

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