Brujas, las juarenses que hacen del futbol americano un espacio para mujeres
martes, febrero 20, 2024
Jefas de familia, empleadas de maquiladora, profesionistas, hijas, amas de casa, maestras y estudiantes de distintas edades que por las noches, tres días a la semana, se convierten en Brujas para entrenar y jugar futbol americano. Su necesidad de hacer ejercicio se convirtió en espacio de sororidad
Por Anabel Rojas / Fotografías: Rey R. Jauregui / La Verdad
Ciudad Juárez– Son las 8 de la noche. Isela camina a paso veloz hacia un complejo deportivo de Villas de Salvárcar donde retomará su entrenamiento. Ella es linebacker de Brujas, un equipo de futbol americano femenil en el que participan amigas y vecinas de la colonia marcada por la tragedia en el suroriente de la ciudad.
Con una baja temperatura que no supera los 9 grados centígrados en una de las últimas noche de invierno, Isela llega poniendo unas rodilleras debajo de sus medias negras, pues considera que a sus 39 años debe protegerse con más cuidado sus extremidades.
“Ya no entreno sin rodilleras, porque mis rodillas ya traen algo de desgaste, mis meniscos ya están lesionados”, dice la mujer practicamente rodeada de mujeres que calientan con estiramientos, portando uniformes de color morado y negro que aún con la poca iluminación en el lugar contrastan con el verde del campo.
Son madres, hijas, amas de casa, empleadas de maquiladora, profesionistas, maestras y estudiantes, de distintas edades, que se reúnen por las noches, durante esta temporada del año, se convierten en las Brujas que reúnen tres noches a la semana para entrenar y jugar futbol americano.
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Juntas crean un espacio seguro para ellas, un espacio en el que, dicen, todas pueden sentirse hermanas y renuevan sus fuerzas para salir y enfrentar su día a día.
¡Un, dos, tres, Brujas! Retumba el grito unísono que lanzan juntas en el arranque de su actividad esta noche, el segundo jueves de febrero.
“Aquí vienen y apaciguan su ansiedad, la depresión, este, el duelo, porque alguien les acaba de fallecer. O sea, realmente, independientemente de que esto tenga un tema de desarrollo deportivo y de competencia, aquí es un espacio de refugio para ellas”, explica Isela, quien además, es una trabajadora social.
Ella tiene dos hijos, algunas mascotas y, además, cumple con las responsabilidades propias de sus tres empleos: es supervisora de práctica escolar en la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez (UACJ), coordinadora en la Secretaría del Bienestar y hace intervenciones comunitarias en Fundación Hogares.
Pese a su limitado tiempo libre, ha sido la encargada de conseguir cada temporada un espacio o una liga en donde competir, aunque eso implique salir del estado, ya que en la ciudad y en el país existen pocos torneos femeniles de contacto.
Las mujeres juegan futbol americano en la modalidad equipada, es decir con casco, hombreras, protector bucal, etcétera; y que se diferencia del Flag y del bikini porque en él sí hay golpes de contacto.
“Todas tenemos muchas responsabilidades, sin embargo, nos damos esa oportunidad de estar aquí”, menciona Lupita, quien estudia la maestría en Gestión Educativa, administra su propia estética y entrena futbol americano tres noches a la semana, martes, miércoles y jueves.
Apenas llegan al campo, todas comienzan sus ejercicios de estiramientos “para calentar el cuerpo”, no se detienen en nada, saben que cada segundo es valioso, pues a las 9:00 de la noche se apagan las luces del lugar y solo tendrán un par de minutos para salir del complejo antes de que cierren las puertas.
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Sus primeros 15 minutos se dedican a calentamientos, luego a entrenar: formadas en cuatro filas, corren de una en una haciendo lo que para los desconocidos de este deporte serían piruetas, pero para ellas son ejercicios que les permiten adquirir fuerza y destreza en las piernas.
En el campo se escucha la voz de su entrenador, Víctor Ramírez, que las motiva a seguir adelante, nadie se queja, pese al evidente cansancio que arrastran de su jornada del día de trabajo en casa, en una oficina o una planta industrial, pero también es innegable la alegría que transmiten.
Víctor es un hombre robusto y alto, que puede llegar a ser intimidante por su complexión, sin embargo, su voz transmite confianza, y eso se refleja en la relación con las jugadoras. Ellas obedecen sus indicaciones, pero confían en dar su opinión aunque sea contraria a la instrucción recibida.
Antes, el equipo contaba con cuatro entrenadores que además se hacían cargo del equipo, de ellos sólo Víctor se mantiene con ellas. Y es que, en 2021, antes de conformarse como Brujas, el conjunto sufrió un saqueo, por tres de sus entrenadores, y de varias integrantes del grupo, de sus materiales, así como del espacio donde entrenaban. Debido a ese suceso acordaron que la administración de este equipo recaería en ellas.
“Decidimos conformar en el equipo un staff de jugadoras que lo administren para no estar sujetas nunca más a que las decisiones o egos de los coaches hombres que decidan si nos dan el espacio o no”, recuerda Isela, con voz melancólica, mientras mira a sus compañeras en el campo.
Un espacio de sororidad
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Comenta que es por eso que el nombre Brujas tiene un sentido que surge a raíz del saqueo del equipo en 2021, ya que en ese momento de reestructura comprendieron que necesitaban algo que las definiera, un personaje femenino, que discrepa de los típicos nombres de equipos con connotaciones masculinas, y que, además, hablará de lo que ellas eran.
“Históricamente lo que se lee es que las brujas eran este tipo de mujeres que rompían el paradigma, al que estaba acostumbrada toda una sociedad … tiene que ver con eso, pero también desde una perspectiva de sororidad, de estas redes entre mujeres para el cuidado entre ellas mismas”, comenta.
En este grupo cada integrante tiene una historia de lucha, de solidaridad en su lucha por el empoderamiento y de superación. Como las hermanas Belmaris y Ebony Ramos, que además de estudiar trabajan en una tortillería propiedad de su familia, con horarios que muchas veces van desde levantarse a las dos o tres de la mañana e ir a dormir hasta después de las 11 de la noche.
Belmaris tiene 24 años y, además, estudia la carrera de Diseño Gráfico. Considera que su rival es ella misma, esta es su manera de superarse cada día, no para competir con sus compañeras, sino para competir con la Belmaris de ayer.
“Si hoy dí cinco vueltas, mañana debo dar seis; si hoy hice 20 abdominales, mañana tengo que hacer 30; y eso es lo que más satisfacción me da, llegar a mi casa y decir: hoy pude dar más que ayer”, afirma Belmaris, quien tiene el rol de mariscal de campo en el equipo.
Considera que el americano es un deporte de equipo y que cada cosa que haga para superarse en lo individual va a repercutir en beneficio de todo el conjunto.
Aunque no le resulta fácil, asegura que como mariscal de campo su responsabilidad es tomar decisiones en la ofensiva del equipo, por eso, su posición es de respeto, pues no solo se trata de entrenar físicamente, sino que también debe aprenderse las jugadas, trayectorias, así como saber qué hará su corredora, su línea ofensiva, es decir, tiene que ser mejor en cada partido, para poder defender a sus compañeras dentro del campo.
Paty, quien al igual que Isela es trabajadora social y, además, es madre de un adolescente que también practica americano, juega en la posición de corner. Su responsabilidad es cuidar de la corredora, para evitar cualquier ataque que le impida avanzar hacia la zona de anotación, explica con orgullo.
Fue justamente durante los entrenamientos de su hijo que Paty conoció a Brujas en el 2022, y con el apoyo de su familia, decidió integrarse al equipo. Reconoce que a sus casi 50 años jugar este deporte le ha ayudado a relajarse, e incluso ha dejado de sentir muchos malestares.
“El ejercicio se refleja en tu estado de ánimo, y cuando, a mí me paso muchas veces que yo salía estresada del trabajo y estar ahí me relajaba, me olvidaba de muchas cosas, y a parte, porque yo de joven nunca estuve en ningún equipo, entonces era así como que ay ya tarde, pero lo estoy haciendo y esa es una satisfacción”, comparte Paty.
Lo que comenzó como una necesidad de hacer ejercicio para unas y de superar retos entre el deporte y sus actividades durante el día, para otras, se ha convertido en un motivo de cohesión y símbolo comunitario, en esta colonia que en enero del 2010 sufrió una masacre con el asesinato de 15 personas, en su mayoría estudiantes de preparatoria.
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“Verlas que juego con juego, pues siempre andan dando su máximo, dan su coraje, o sea verlas que nunca se conforman, siempre andan buscando más allá. Eso es parte de lo que me gusta de esto, que a pesar de todas las dificultades o a veces tropiezos que se ponen, o sea, siempre están ahí, bien puestos y firmes”, dice Víctor, su entrenador.
El hombre asegura que lo que más le gusta de acompañarlas es romper el estereotipo de que las mujeres no pueden con ciertas cosas: “cuando las mujeres son las que para mí ver son las que controlan el mundo”.
Además de Víctor, Brujas cuenta con la experiencia de Mauricio, entrenador que las acompaña desde hace un año. Éste cuenta con 10 años de experiencia deportiva, y en su historial tiene el haber sido entrenador de varios equipos, entre ellos el conjunto masculino de Flag de la UACJ.
Esta temporada se integrará además una mujer al grupo de coaches. Francia, originaria de Torreón y que jugó en 2022 y 2023 en Brujas cuando les tocó salir a Coahuila y a Durango. Cuenta con la experiencia de haber entrenado a un equipo infantil en el Club Serpientes Quetzalcoatl.
Para Brujas su logro no solo ha sido irrumpir un “deporte de hombres”, sino, sobre todo, conquistar los roles de género que se les arrebata solo por ser mujeres.
“Entre todo lo que me demanda la cotidianidad tengo que apartar un cachito para mí”, afirma sonriendo Isela, quien esta temporada asegura que busca mantenerse fuera de la cancha para coordinar administrativamente al equipo.