Opinión

¿El Ipacult debe desaparecer en Ciudad Juárez?




febrero 24, 2024

Creo que debe avanzarse hacia convertir el Ipacult en una Dirección de Cultura… capaz de garantizar el Derecho a la Cultura y la transformación de la sociedad

Por Leobardo Alvarado

Ciudad Juárez– En dos administraciones que lleva el Instituto para la Cultura (Ipacult) se ha demostrado su inviabilidad como organismo autónomo. El Consejo de Gobierno, que está estipulado en su reglamento interno como máxima autoridad, no arribó como se pensó en sus orígenes para lograr esa independencia y autonomía. De hecho, todos los organismo autónomos tienen sus falencias, pero es en el de cultura, donde quizá podamos ver con mayor claridad la dificultad para que suceda ese poder que posibilite cambiar, en este caso, la política cultural que dé sentido amplio a la idea de que la cultura puede ser eje transformador de la sociedad.

Hace más de veinte años se generó el documento del Instituto Municipal del Arte y las Culturas (IMAC). En su tiempo la propuesta antecedente de lo que es hoy el Ipacult. La redacción del documento fue entonces la salida que se había encontrado, digámoslo así, para que se avanzara en el tema de los derechos culturales. Pero no sucedió la creación del instituto que se proponía. Lo impidieron las autoridades en turno de aquel gobierno cuando era alcalde Jesús Alfredo Delgado, particularmente, algunos regidores que se opusieron y votaron en contra.

Fue hasta finales de la administración del alcalde Enrique Serrano que retoman la idea y lo materializan. En algún momento surgió la pregunta de si era necesario, si se requería aún un instituto de cultura como el que se había diseñado. No se profundizó, pero de mi parte pensaba, y sigo pensando, que es una figura que ya no es necesaria. Está a destiempo. Personalmente creo que más bien debe avanzarse hacia convertir el Ipacult en una Dirección de Cultura. Lo que se requiere es regresar a la idea de fortalecer el Estado en su unidad más cercana a la gente que es el Ayuntamiento Municipal.

Cuando se pensó el IMAC (Instituto Municipal de Arte y Cultura) hace poco más de veinte años era una discusión cuya viabilidad estaba acorde con los tiempos en los que la opción de la búsqueda de un Estado fuerte se había extraviado; y la respuesta era crear instituciones cuya practicidad llevase a resolver los problemas en la ciudad. Por eso mismo ahora tal vez debemos regresar a aquellas conversaciones en que lo dominante era la visión de un entramado conservador de los gobiernos de origen en el Partido Acción Nacional que llevaba para entonces una década gobernando la ciudad; y cuando la otra referencia inmediata en el tema de la administración y construcción de una política cultural era la del Ichicult (Instituto Chihuahuense de la Cultura).

Los gobiernos de entonces eran reacios, y tal vez lo sigan siendo ahora para crear direcciones de gobierno,  pero estamos en otro tiempo político. El argumento predominante siempre fue que eso creaba más burocracia. Sin embargo, la pregunta es pertinente a razón de lo que sucedió en los últimos y primeros siete años de creado el Ipacult. También pensando en lo que ha sucedido con la Secretaría de Cultura en el Estado. Será que debe abandonarse ese camino de los institutos autónomos para retomar la idea de que es mejor que exista una Dirección de Cultura, en tanto lo que se requiere para la construcción de políticas públicas amplias y complejas para uiar el rumbo de esta sociedad.

Podría a nivel municipal quien encabece tal posición sentarse en la mesa con las otras direcciones que conforman la administración pública para negociar y acordar cómo es que debe invertirse el presupuesto para que contribuya, en el caso del tema cultural, a cambiar la sociedad y con ello a la ciudad.

Hasta ahora el Ipacult refleja lo acotado de un instrumento como son las instituciones descentralizadas. Quedan dependientes de los alcaldes en turno. Quienes desde la ciudadanía participan en su estructura, quedan incapacitados para realmente ser una voz contundente en la toma de decisiones. Esto es porque la construcción de políticas públicas, y en este sentido la construcción y propuestas de políticas culturales amplias y complejas como las que esta ciudad requiere para resolver sus problemáticas, más allá de programas específicos apegados al folclore, sólo se pueden construir en la discusión permanente, y en la consecución del terreno político idóneo, que haga posible mayor inversión al respecto.

La estructura del Ipacult no permite que la ciudadanía que participa en su mecanismo representativo realmente construya un escenario como el que se menciona. Se impone la tentación del alcalde en turno por dominar ese espacio. La autonomía e independencia que se supone estriba en la responsabilidad de la Participación Ciudadana no es posible si sólo se va a levantar el dedo. Parece que esa responsabilidad atribuída al ideal de una ciudadanía comprometida que haga funcionar las instituciones, no es posible que se desenvuelva a cabalidad, pero no porque no sepan o no tengan compromiso, sino porque es la estructura la que impide que realmente abonen en la construcción de un programa de políticas culturales amplios que el alcalde en turno lo tome con seriedad.

Veamos lo acontecido en la Secretaría de Cultura. En el 2015-2016 se promovió que el Ichicult (Instituto Chihuahuense de Cultura) se convirtiera en la actual Secretaría de Cultura de Chihuahua. El sentido de la discusión para que se convirtiera en Secretaría el Ichicult, de mi parte era que quien represente ese cargo tenga la posibilidad de discutir en la misma mesa con los otros sectores políticos. Que la Secretaría de Cultura debe discutir las políticas culturales y sus presupuestos con otras Secretarías y desde allí cruzar la administración pública y la aplicación de complejas políticas en la sociedad. Sin embargo, se puede decir que hasta ahora ha fallado ese modelo. Pero no es por la estructura. Lo que veo es que hay una incapacidad de quienes han ocupado esa posición para hacerse cargo de una figura con ese potencial.

Para decirlo en términos llanos. Hasta ahora quienes han ocupado ese cargo, lo han manejado como si trajeran un vocho, cuando en realidad al momento de lograr que fuera Secretaría de Cultura lo que sucedió es que conseguimos las llaves de un ferrari, pero al que a la vuelta de ocho años lo han maltratado y ni gasolina le ponen y ya hasta las llantas se le han ponchado.

En sus dos primeras administraciones es claro que no es la estructura de la Secretaría de Cultura la del problema. Sino quienes ocupan el cargo cuya falta de visión la han suplido con politiquería barata como cuando la Subsecretaría de Cultura se envió en el gobierno de Javier Corral a Ciudad Juárez. Pensaron que era una cuestión patrimonial del Partido Acción Nacional (PAN), y como pudimos apreciar, fue un fracaso. No se entendió que la inversión en Cultura debe ser per cápita en el Estado para que las ciudades principales, Chihuahua y Juárez, no se impongan sobre el resto de los 67 municipios. Al contrario, lo que crearon en ese quinquenio fue una pelea clasista entre sus posiciones principales.

Otro reto, y para otra conversación, será lograr que la gente vinculada al arte y la cultura se alejen de las tentaciones partidarias y que dejen de arrastrarse estirando la mano por dádivas.

La gestión y la promoción cultural son la salida que permitirá ir estructurando las instituciones y la participación colectiva de la gente con todo su potencial. Pero entonces allí la cuestión: cómo hacer para que a esas posiciones lleguen personas con los recursos políticos y capacidades de entendimiento suficientes para que puedan conducir esas instituciones a otro plano donde finalmente se avance de manera sostenida en la inversión para que la sociedad tenga acceso a sus derechos culturales.

Por ahora creo que no es un Instituto descentralizado la respuesta, sino el camino hacia un Estado fuerte, capaz de garantizar el Derecho a la Cultura y la transformación de la sociedad. Esto pensando en que no hay dinero ni gobierno que alcance, pero existen diferentes herramientas que pueden, al sumarse, abonar en la aspiración de invertir hasta el 2 por ciento del presupuesto público en materia de Cultura. Es desde esta perspectiva en que podrá revertirse en el tiempo y con base en la continuidad, las múltiples problemáticas que laceran esta ciudad y su gente.

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