Opinión

¿Prohibir Las mañaneras?




abril 12, 2024

Si bien la conferencia de prensa matutina del presidente López Obrador ha concentrado el mensaje político y lo ha convertido en su red de distribución, considero que no se debe suspender durante el proceso electoral. Sin embargo, creo que la autoridad debería ser más enfática en guardar la objetividad y no caer en descalificaciones

Por Hernán Ochoa Tovar

En la víspera del postdebate, la candidata presidencial de oposición, Xóchitl Gálvez, le solicitó al Instituto Nacional Electoral (INE) que la conferencia de prensa matutina del presidente López Obrador –la célebre mañanera– sea suspendida en lo que dura el proceso electoral; ello, aduciendo inequidad y un comportamiento poco objetivo de la mano del primer mandatario. Empero, la doctora Sheinbaum, abanderada del oficialismo, desestimó la petición de Gálvez al considerarla autoritaria ¿quién tiene razón? A continuación analizaré el fenómeno con detenimiento, tratando de visualizar todas las aristas del mismo. 

Durante mucho tiempo, quien esto escribe defendió la existencia de la mañanera. Pensaba que, a contrapelo de un gobierno como el de Enrique Peña Nieto, donde reinó la opacidad y la falta de transparencia –y las conferencias de prensa se contaron con los dedos de la mano–, la existencia de un reporte diario, abonaría a transparentar el estado de las cosas existente en el país.

Desgraciadamente, no todo ha sido lo que ha parecido. Si ya tempranamente se criticó este actuar presidencial, por algunas de sus obras terminó siendo refrendado. Me explico: algunos expertos en comunicación plantearon, al inicio del sexenio, que una estrategia comunicacional de este calado era inviable. Ello, mencionaron, porque una conferencia de prensa brindada por un político tiene que estar muy bien organizada y armada, para cuidarse de aportar datos certeros y objetivos que no se presten a malas interpretaciones. Como dato ilustrativo, señalaron que el ex mandatario norteamericano, William Clinton, tardaba algunas horas preparándose para alguna rueda de prensa; deslizando que estaba en juego el mensaje que le daba a la nación.

Ignoro si alguno de sus asesores le brindó dicho consejo al presidente López Obrador. Empero, en caso de que así hubiese sido, da la impresión de que hizo caso omiso, pues ha estado omnipresente desde que era Presidente electo, cuando desplazó de la narrativa oficial a Enrique Peña Nieto. Quizás pensó que, como la mañanera le resultó muy exitosa siendo Jefe de Gobierno del DF, y le permitió adelantar las reacciones y el mensaje del ex Presidente Vicente Fox, así como de la clase política de la época, replicarlo a nivel nacional le traería resultados idénticos. Sin embargo, como las ciencias sociales lo han dejado ver, la sociedad es incierta y no siempre responde a los mismos patrones.

Digo esto porque, aunque la mañanera tuvo una cota de popularidad al inicio del sexenio –al grado de que AMLO obtuvo el botón de oro de youtube, cual popular influencer, cosa inusitada para un político–, con el tiempo ha sufrido un consabido desgaste. Aunque ciertamente no ha dejado de brindar información –de hecho, el presidente juega con eso de poner a los secretarios o a sus subordinados a decir los datos técnicos, para él aderezar con la retórica–, en los últimos tiempos resalta más el mensaje político que los datos oficiales que ahí pudieran brindarse. A pesar de que siempre tuvo ese carácter y hubo estudiosos que le llegaron a conferir a la mañanera un carácter pedagógico (destacadamente el Dr. Arturo Limón) hubo quienes desde el principio visualizaron que encarnaba más un espacio discursivo, que a un espacio abierto donde el presidente rendía cuentas (Denise Dresser, dixit). En el mismo tenor, hay quien ha criticado a este espacio por la pronunciación de datos inciertos; cosa que contrasta con las informaciones brindadas durante los sexenios anteriores, cuando aun y con la escasez de las conferencias de prensa oficiales, las mismas tenían un respaldo objetivo, más allá del talante ideológico que puede tener cualquier pronunciación de corte político.

Seguidamente, la polarización se ha venido acentuando. Y si en un inicio, los depositarios del mensaje eran la oposición derrotada contra el oficialismo vencedor, a día de hoy la categoría de conservadores incluye a muy diversos sectores contrapuestos, llegando a destacar algunos que en el pasado simpatizaron con el proyecto de la 4T. Detractores contra simpatizantes (o militantes) divididos por la delgada línea de la retórica, en ocasiones ajena a los grises que caracterizan a una sociedad tan plural y diversa como la mexicana.

Otro efecto de la mañanera es que ha concentrado el mensaje político y lo ha convertido en su red de distribución. Si antes los integrantes del gabinete o del Congreso tenían cierto foco, a día de hoy ya casi no sucede así, pues el presidente López Obrador es quien brinda la información de todas las áreas: desde la cuestión política, hasta la educativa, pasando por los diferendos internacionales o locales. En el mismo tenor, los noticieros solían reproducir el mensaje presidencial, el cual intentaba marcar la agenda de discusión diaria, tanto en el común de la ciudadanía, como en el denominado círculo rojo; logrando su cometido de manera medianamente exitosa, a mi juicio.

Ello ocurrió así hasta el quinto año de gobierno. Sin embargo, las campañas presidenciales parecen haberle quitado foco al mensaje presidencial, el cual poco a poco ha comenzado a perder el teflón y la eficiencia de los primeros años. Quizás por ello, el presidente continúa polemizando en determinados momentos, pues esto le permite captar la atención que se ha diluido mientras discurren lentamente los complejos comicios.

Con base en lo anterior, respondo brevemente la interrogante ¿le conviene a la ciudadanía que suspendan las mañaneras? Debo decir que no, porque, de alguna manera, ahí se brinda información oficial, la cual es aderezada con un dejo de retórica. Sin embargo, creo que la autoridad debería ser más enfática en guardar la objetividad y no caer en descalificaciones, pues eso puede afectar la neutralidad del proceso (aunque parezca cliché). Bajo esta tesitura, considero que el INE debe hacerle al señor presidente una recomendación en buena lid; pues si le envían un apercibimiento, quizás deje entrever que ha sido censurado. Y, francamente, eso no le conviene a nadie. Mejor llegar a un acuerdo tardío, y quizás improbable, que meter cortapisas a estas alturas del partido. Las elecciones deben dirimirse con tranquilidad y la ciudadanía –no la numerología– debe ser quien determine los resultados alcanzados. Quizás es improbable; pero creo que es mejor un mal arreglo que un buen pleito –como menciona el dicho–. Lo dejo a la reflexión. Agradezco su atenta lectura.

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