La melancolía creativa de Jesús Ramírez-Bermúdez invita a la reflexión en torno a la melancolía como agente impulsor de obras artísticas, así como a la interrelación y coexistencia entre el artista melancólico con el mundo, con su mundo
Por Évolet Aceves
X: @EvoletAceves
“La melancolía es un símbolo de la desilusión y el sufrimiento”
Jesús Ramírez-Bermúdez
Francisco González Crussí trabaja el ensayo desde la medicina; Arnoldo Kraus lo hace exquisitamente desde el duelo y la muerte; leer a Jesús Ramírez-Bermúdez es adentrarse a la minuciosidad del ensayo a partir de la óptica de las neurociencias y la psicología del doliente, es analizar literariamente los recovecos de las patologías del sufrimiento; una manera de leer asuntos académicos con una prosa ensayística que a veces linda con la narrativa.
En La melancolía creativa (Debate, 2022), Ramírez-Bermúdez escudriña a través del ensayo la complejidad de la melancolía, comenzando por las referencias históricas que se remontan a la mitología griega y a la patologización del siglo XIX y XX, mencionando la evolución que ha tenido el término a lo largo del tiempo, en la literatura y en la historia médica.
El término de melancolía suele ser utilizado inexorablemente en la jerga popular como sinónimo de la tristeza profunda, sin embargo, en términos clínicos la melancolía se ha ido desarrollando con base en una sintomatología determinada —de lo que también me percaté mientras estudiaba Psicología. A través de estos capítulos, Ramírez-Bermúdez deshilvana la melancolía desde aproximaciones psiquiátricas, pero también a través de la literatura y las neurociencias clínicas, la psicología y el psicoanálisis, teniendo como referencia una vasta bibliografía tanto académica —dentro de los campos arriba mencionados—, como literaria e histórica.
La melancolía puede ser vista como la semilla del suicidio, “el desenlace más sombrío donde convergen el oficio literario y la melancolía” en palabras de Ramírez-Bermúdez, que visita brevemente la vida del poeta francés Gérard de Nerval, quien se ahorcó en la Rue de la Vieille Lanterne con el manuscrito de Aurelia en su bolsillo, y escribe también sobre el suicidio de Virginia Woolf, quien caminando hacia el río Ouse indujo su propio fin. “También es un punto de partida de la travesía artística. Virginia Woolf decía que en la enfermedad recurrimos a la poesía, pues el malestar nos indispone a las exigencias de la prosa”.
Por otro lado, Ramírez-Bermúdez se pregunta si existe alguna asociación entre el talento y la melancolía más allá del azar, y reflexiona sobre el nexo de esa posible relación en personas creativas, aduciéndoselo a la visión trágica y al hecho de ver la vida con menor superficialidad, lo que culmina en obras con una evidente profundidad psicológica, afirma. Más adelante, dirá: “Los juegos imaginativos, sensoriales y motores del arte, y sus verdades metafóricas, ayudan a aliviar el dolor social y las emociones aflictivas». Después continúa: «A veces puede salvarle la vida a una persona, al darle sentido a su historia y un vehículo para la transformación psicológica”.
Asimismo, el abuso de sustancias es otro factor que se contrapone a la teoría anterior, pues a menudo los efectos de dichas sustancias combinados con la depresión o con ciertos estados de melancolía, resultan en una ausencia de creaciones artísticas, a lo que Ramírez-Bermúdez llama sequía psicológica.
Sobre la influencia entre el artista y el público, afirma lo siguiente: “Mediante la literatura, la música, las artes visuales o multisensoriales, el autor melancólico comunica los juegos emocionales y narrativos que concibe en momentos de soledad y, posiblemente, de añoranza por la presencia de los demás. Al hilvanar creaciones artísticas, ayuda a sus semejantes a enlazarse en las redes la intercomprensión […] El poder terapéutico de la lectura radica en la posibilidad de conectarse con un juego de subjetividades, donde tenemos acceso a la fantasía, los recuerdos y las meditaciones de quien se atreve a comunicarlo”.
Resultan notables las reflexiones que Ramírez-Bermúdez hace a lo largo de este ensayo en torno a la literatura y su relación con la melancolía, en el último capítulo llega incluso a discurrir sobre asuntos filosóficos y metafísicos, también astronómicos, para reflexionar sobre la contemplación y la narración del mundo.
Termino con un cuestionamiento que el autor se hace en el capítulo dedicado a la transmutación artística de la melancolía: “¿Quizá el sentido ilusorio de libertad provocado por el juego literario aumenta el margen de la fantasía y conduce al sujeto hacia un reencuentro con el gozo aunque sea ficticio? ¿De allí surge ‘la felicidad de estar triste’, como llamó Víctor Hugo a la experiencia artística de la melancolía?”.
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Évolet Aceves escribe poesía, cuento, novela, ensayo, crónica y textos híbridos. Psicóloga, fotógrafa y periodista cultural. Estudió en México y Polonia. Ha colaborado en revistas y suplementos culturales, como: Pie de Página, Nexos, Replicante, La Lengua de Sor Juana, Praxis, La Libreta de Irma, El Cultural (La Razón), Revista Este País, entre otros. Fue galardonada en el Certamen de ensayo Jesús Reyes Heroles (Universidad Veracruzana y Revista Praxis, 2021). Ha realizado dos exposiciones fotográficas individuales: México Seductor (2015) y Anacronismo de la Cotidianeidad (2017). Ha trabajado en Capgemini, Amazon y actualmente en Microsoft. Esteta y transfeminista.