Aunque el duelo puede parecer interminable, con el tiempo la intensidad del dolor disminuirá. No hay un “tiempo correcto” para dejar de doler. Cada uno debe permitirse sentir lo que viene sin culpa o vergüenza
Por Miguel Ángel Sosa
Twitter: @Mik3_Sosa
El duelo es una respuesta natural ante la pérdida de alguien o algo significativo en nuestra vida. No es solo la muerte de una persona amada; también puede surgir al cambiar de ciudad, perder un empleo o al finalizar una relación importante. El duelo afecta tanto a nuestro estado emocional como físico, manifestándose de formas únicas en cada persona.
Elizabeth Kübler-Ross, pionera en estudios sobre el duelo, propuso cinco etapas por las que generalmente pasamos: negación, ira, negociación, depresión y aceptación. Aunque no todos experimentan todas las etapas ni en un orden específico, reconocerlas puede ayudar a entender mejor nuestros sentimientos.
La primera fase, la negación, nos ayuda a amortiguar el impacto inicial de la pérdida. Durante este tiempo, puede parecer que estamos viviendo un mal sueño, incapaces de aceptar la realidad. Esta etapa es una defensa temporal que nos da tiempo para asimilar la noticia.
Después, la ira puede tomar el relevo. Puede dirigirse hacia otras personas, objetos, situaciones o incluso hacia uno mismo. Es crucial entender que esta ira es una parte normal del proceso de curación y que expresarla de manera saludable es fundamental.
La negociación sigue a menudo a la ira. Aquí, es común albergar pensamientos del tipo “¿Qué …?” o “Si solo hubiera hecho…”. Este es un intento de regatear, usualmente con un poder superior, para intentar revertir las pérdidas.
La depresión puede presentarse cuando la realidad de la situación se asienta y comprendemos que no hay vuelta atrás. Durante esta etapa, es esencial permitirse sentir el dolor, aunque también es el momento de buscar apoyo si se siente demasiado abrumador.
Finalmente, la aceptación no significa estar feliz o bien con lo ocurrido, sino más bien reconocer y empezar a vivir con esta nueva realidad. Este no es el fin del duelo, sino el comienzo de una adaptación que permitirá seguir adelante.
Cada persona vive y procesa el duelo a su ritmo y de forma distinta. Es vital no apresurarse ni forzar a otros a “superarlo”. El apoyo de amigos, familiares o profesionales puede ser crucial en este delicado proceso.
Los especialistas aconsejan establecer rituales o buscar maneras creativas para expresar el duelo y recordar al ser querido. Esto puede incluir escribir cartas, crear arte o incluso organizar eventos que celebren la vida de la persona.
Aunque el duelo puede parecer interminable, con el tiempo la intensidad del dolor disminuirá. No hay un “tiempo correcto” para dejar de doler. Cada uno debe permitirse sentir lo que viene sin culpa o vergüenza.
Reflexionar sobre el duelo no es solo entender un proceso, sino también abrir un diálogo sobre cómo enfrentamos la pérdida y apoyamos a otros en su propio camino. Hablar abiertamente de nuestras experiencias puede aliviar el aislamiento y promover una curación más profunda tanto individual como colectivamente.