La culpabilidad criminal de Donald Trump, como lo determinó un jurado de Nueva York, desata un nuevo conflicto político en Estados Unidos del que tardará mucho tiempo en salir
Por Alberto Nájar
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El expresidente Donald Trump ha marcado la historia de Estados Unidos, pero por las peores razones.
Al ser declarado culpable de 34 cargos por falsificar documentos y testimonios para ocultar un soborno a la exactriz de cine para adultos, Stormy Daniels, el magnate se convierte en el primer expresidente en ser considerado criminal convicto.
Y si gana las elecciones de noviembre próximo donde pretende reelegirse, Trump sería el primer estadounidense legalmente considerado como un criminal en ocupar la Casa Blanca.
Esto es absolutamente posible. La Constitución de Estados Unidos establece pocos requisitos para ser candidato presidencial:
Contar con 35 años de edad, ser ciudadano estadounidense por nacimiento y haber vivido en el país al menos 14 años. No hay una regla que impida a personas con antecedentes penales su participación en las elecciones.
Tampoco hay una regla para atender una posibilidad cercana este 2024, que el presidente de Estados Unidos no ocupe la Casa Blanca sino una prisión.
Esto podría suceder en caso de que en julio próximo el juez que lleva el caso determine sentenciarlo a pasar un tiempo en prisión, lo cual podría representar varios años por la cantidad de cargos por los que fue declarado culpable.
Un elemento adicional es el problema de asegurar la vida de Donald Trump en caso de ser encarcelado. Las leyes estadounidenses establecen que los expresidentes deben contar con la custodia permanente de al menos un elemento del Servicio Secreto.
¿Cómo reaccionarían los prisioneros ante la presencia de un policía dentro de su territorio? ¿De qué manera evitar que el presidente en funciones sea asesinado en la cárcel donde se le recluya?
Algunos dirán que el embrollo termina el mismo día en que el magnate asuma el gobierno de su país: uno de sus primeros decretos sería auto indultarse.
Pero no se puede. Los presidentes de Estados Unidos sólo pueden conceder el indulto ante delitos federales. Y las acusaciones contra Donald Trump son de tipo estatal.
En todo caso, el galimatías que se avecina palidece ante el conflicto social de grandes proporciones que provoca el empresario.
Porque más allá de su destino político y judicial, el controvertido personaje abrió la puerta a violentos grupos de extrema derecha a los que el FBI define como terroristas.
Varios tienen el mismo origen de las organizaciones que arroparon a Timothy McVeigh, responsable del atentado terrorista de Oklahoma en 1995 que causó la muerte a 168 personas.
El ataque obligó a las agencias de seguridad estadounidenses a reconocer la existencia de terroristas dentro de su territorio, más peligrosos que los grupos extremistas como Estado Islámico o Hamas.
Estos grupos permanecieron escondidos durante varias décadas, pero abandonaron la clandestinidad durante el gobierno de Donald Trump.
Ahora recuperaron la actividad y se mantienen en la primera línea de la batalla por la candidatura presidencial del magnate, primero, y después por la Casa Blanca durante la campaña formal.
Más allá del resultado en las urnas, Estados Unidos enfrenta un profundo conflicto interno del que tardará en salir no sólo por la creciente popularidad del magnate, sino porque su sistema interno de seguridad se encuentra en crisis.
¿Cómo sacudirse el embrollo en dos pies que representa Donald Trump? Una alternativa es que en noviembre la votación en su contra sea lo suficientemente amplia como para reducir al mínimo los recovecos legales de los que pueda aprovecharse.
Pero es difícil, al menos en el escenario actual: la única alternativa es un hombre anciano con sus capacidades físicas limitadas, al que no pocos atribuyen un creciente problema de memoria y que desperdició el movimiento de esperanza que le llevó a la Casa Blanca.
Esta vez, Joe Biden no es el antídoto contra el veneno llamado Trump.
A los estadounidenses se les acaba el tiempo. Los anaqueles de la farmacia que podría salvarles están vacíos.
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Alberto Najar. Productor para México y Centroamérica de la cadena británica BBC World Service. Periodista especializado en cobertura de temas sociales como narcotráfico, migración y trata de personas. Editor de En el Camino y presidente de la Red de Periodistas de a Pie.