Opinión

Yo lo miro en mis sueños, pero somos tan distintos




junio 5, 2024

Mi padre y yo fuimos muy diferentes. Hoy es un referente para mis decisiones y suelo hacer justo lo contrario a lo que él haría, pero le quiero tanto que todavía le sueño y tengo que reflexionar un momento antes de levantarme para recordar que ya no está aquí

Por Hernán Ortiz

A mi padre

Todavía hay días en que me despierto y debo hacer una breve reflexión para darme cuenta de que no está. Sueño con él y que discutimos por alguna de mil cosas. Siento su presencia, y la necesidad de pelar menos y decirle más que lo quiero.

¿He superado su pérdida? Yo digo que sí. Sólo que todavía lo sueño.

Mi formación fue un constante aprendizaje entre hacer bien lo que me enseñaron y luego dejar de hacerlo. Desde niño viví la constante presión de ser hombre como los hombres del siglo pasado y de viejo tuve que cuestionarme cómo tendría que cambiar para vivir.

A los 8 años me obligaron a jugar futbol americano. Cuando le dije a mi padre que no quería, me dijo que entonces me compraría un tutú y me metería al ballet. Hoy pienso que me hubiera visto maravilloso como el Vengador Tóxico, que usaba tutú, pero en aquel entonces me parecía algo ofensivo.

Tuve entrenadores que hacían de la disciplina un maltrato, golpes en las nalgas, patadas en el culo, palmadas en la espalda eran lo cotidiano. Así aprendí… todavía no sé qué aprendí, al menos cómo no ser entrenador. Pero antes de aprenderlo lo reproduje. Por qué también fui entrenador.

Un día, ya en mis cuarentas, me topé con alguien que me reconoció y me reclamó que una vez le dije que si no era suficiente hombre para defender a su equipo en el campo podía dejar la cancha. Se fue y resultó que no podía hacer bien su trabajo por tener un tobillo roto.

Hoy sigo siendo entrenador, pero ya no de futbol americano, ahora de defensa personal, a mis alumnos les enseño desde como hacer daño hasta como soportar el dolor. Pero nunca les digo que se trata de ganar, se trata de regresar a casa, o llegar a su destino cuando he dado cursos a población en movilidad. Combatimos sí, pero no es para ganar, es para aprender y esperamos nunca tener que usar lo que practicamos. Soy respetuoso de los cuerpos y no se trata de exigir más (el 110 por ciento decíamos en el futbol) sino de reconocer los logros.

Cuando jugaba futbol americano, mi padre quería que yo fuera corredor para hacer anotaciones. Yo prefería ser el que empujaba a los contrarios para que alguien más hiciera la anotación.

¿Responsabilidad emocional? Eso estaba fuera de toda discusión. Sólo se tenía que actuar pensando en el bienestar y gozo personal.

Me enseñaron que eso era un hombre y así crecí, me costo décadas pensarme diferente… décadas y hacer daño a muchas personas. Ser un irresponsable a la hora de las emociones es algo que tuve que desaprender y aprender a ser diferente. Más que un orgullo siento vergüenza de cómo me ensañaron a ser hombre.

En consecuencia, he tratado de enseñar a mis hijos a ser diferentes. A cuidar su corazón y el de las personas con las que se relacionan. Al parece en su entorno hay menos corazones lastimados, seguro que no lo hice perfecto, pero al menos aprendieron mejor que yo… ¿qué les pude enseñar? Si yo también fui aprendiendo en el camino.

Mi padre era un hombre que gustaba mucho de bromear con la homosexualidad. Fingía hablar como gay, jotear le llamaba. Era algo que le divertía, ahora pienso que tal vez era un homenaje y no una burla. Pero en ese juego, había actos que rayaban en el abuso. Le gustaba agarrarnos las nalgas y poner su dedo justo en el medio. “Hasta me mordiste” dijo una vez mientras yo me moría de vergüenza. ¿Qué tipo de relación mediante el cuerpo construye el que te toquen el trasero para avergonzarte? Una vez a mi hijo menor traté de exprimirle un barro, bromeando le presionaba diciéndole que se dejara. Su reclamo fue que yo siempre le había hablado de respetar los cuerpos y no lo estaba haciendo en ese momento. Entendí entonces que el respeto a los límites ajenos lo tenía muy mal planteado.

A mi padre le gustaba ser popular, un hombre conocido. Fue gerente del ElectriQ, un salón de baile muy famoso el siglo pasado. Todavía conservo muchas fotos del lugar y un manuscrito donde contaba como llegaban señores de la mafia, la policía los cuidaba, pero no dejaba vender drogas dentro del lugar.

Después trabajo en una estación de radio, Netnoticias, hay conoció más gente y terminó en la campaña electoral para la primera administración de Héctor Murguía. En pago, le dieron el puesto de Director de Parques y Jardines, tema del que no sabía nada.

Yo nunca fui popular, pero en ese entonces empezaba a trabajar en comunidades promoviendo la organización y exigencia de derechos. Recuerdo que cuando inauguraron el Camino Real, un periódico encabezaba, “Hernán Ortiz, uno festeja, el otro protesta”. Justo con Murguía fue donde descubrí que tan baja puede ser la política.

En ese entonces vi a Murguía llevar acarreados para golpear a gente que estaba en su contra. ¿Qué tipo de ser tan miserable usa al pueblo contra el pueblo? También le mostraron a mi padre un expediente donde yo estaba adscrito al PAN. Primero saqué mi credencial del gobierno legítimo antes que estar inscrito en el PAN. Pero lo importante era desestabilizar a la familia de una voz crítica al gobierno de Murguía.

Mi padre terminó su período de funcionario, desde entonces ponía cara de asco cuando hablaba de política. Él nada sabía de instituciones públicas, pero sí de relaciones públicas, esa era su forma de ver la política.

Recuerdo que él me contaba como en la UNAM tuvo un maestro que era una eminencia en matemáticas, pero le daba mucha pena verlo usar el camión para ir a trabajar o regresar a su casa. Su lección cuando me contaba eso, es que el conocimiento sirve para poco si no va acompañado de dinero… y el dinero, se refleja de algún modo en el vehículo que usas… Alguna vez, cuando fue un empresario exitoso, tuvo el hábito de cambiar de auto cada año. ¿Cuánto habrá durado esa época? ¿Tres años, cinco?

Cuando todo iba en declive, puso un negocio de carnitas, “El Chundo”. No dejaba tanto, lo más que hacía era mantener su auto. Llamaba a su hermano para pedirle dinero y mantener su auto en movimiento.

Un día le propuse, deja tu auto papá. ¿En qué me muevo? Preguntó. Pues en ruta y caminando, además te hace bien caminar. No sabía yo qué tanto le costaba caminar ya en ese entonces. Pero sí, creo que los autos son un medio primitivo de movilidad. Reflejan poder adquisitivo, sí. Pero un sistema de movilidad pública eficiente y no excluyente habla de un mejor lugar para vivir. Son visiones distintas del mundo. Hasta la fecha yo sigo sin tener auto y espero poder seguir así.

Estoy seguro de que mi padre pensaba que a la gente poderosa había que servirla, creo que había algo de nobleza en su corazón. Por eso le gustaba tener relaciones con gente en puestos de poder. Cuando tuvo oportunidad siempre hizo campañas a favor del PRI, se llevaba bien con los del PAN, si viviera, estoy seguro de que ahora estaría con MORENA, siempre del lado del poder. Yo soy más de la idea de quitarle poder a la gente poderosa porque ya ha demostrado que por su propia cuenta no puede o no quiere garantizar los derechos de la población.

Mi padre y yo fuimos muy diferentes. Hoy es un referente para mis decisiones y suelo hacer justo lo contrario a lo que él haría, pero le quiero tanto que todavía le sueño y tengo que reflexionar un momento antes de levantarme para recordar que ya no está aquí.

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