En El Estado

En Baborigame, ubicado en el Triángulo Dorado, claman paz en la cuarta marcha



jueves, junio 13, 2024
Fotografía: Cortesía, vía Raíchali

Por Patricia Mayorga / Raíchali

Chihuahua- El poblado de Baborigame, del municipio de Guadalupe y Calvo de la Sierra Tarahumara, salió a las calles en un sólo grito que clamó la paz para aquella región. El sábado pasado realizaron la cuarta Marcha por la Paz, que iniciaron el 7 de junio de 2017, después de una serie de hechos violentos que cimbraron a toda la población.

Las niñas y niños de diferentes comunidades del seccional de Baborigame bailaron, cantaron y marcharon durante esta jornada, que recorrió las principales calles del pueblo.

NIñas y niños encabezaron este año, la marcha por la paz en Baborigame. Fotografía: Cortesía vía Raíchali

“Cuando el poder del amor supere al amor por el poder, el mundo sabrá qué es la paz”, con esa frase iniciaron la serie de actividades culturales y artísticas con las que concluyeron la marcha este año, organizada por el Consejo ciudadano para un buen gobierno y proyecto viva, y que tuvo como destacar los talentos de la comunidad.

El pueblo que venció el miedo y salió a las calles para exigir paz

En noviembre de 2016 secuestraron a Luis Antonio Salazar de la Torre, sacerdote diocesano que estaba al frente de la parroquia de la Virgen de Guadalupe en Baborigame. Él mismo logró liberarse de sus captores luego de un enfrentamiento entre militares con integrantes del cartel de Sinaloa que lo secuestraron. El presbítero fue reubicado en otro lugar.

La violencia tenía asilado a Baborigame desde unos cinco años antes, por la inseguridad. Con el secuestro del padre Antonio Salazar la inseguridad llegó a su punto máximo y, luego siete meses, el pueblo tomó las calles y alrededor de 500 personas, ódami, rarámuri y mestizas juntas, se vistieron de blanco para gritar por la paz con globos y pancartas.

Fotografía: Cortesía vía Raíchali

La iniciativa fue impulsada por el Consejo Ciudadano para un buen gobierno y proyecto de vida, así como por la activista Francisca Jiménez Barrientos, quien era directora de la organización Red por la Participación Ciudadana y que falleció el 15 de mayo de 2020, víctima de cáncer, en la ciudad de Chihuahua.

La primera marcha fue organizada por las seis iglesias de la comunidad, la católica a través de la Diócesis de la Tarahumara y cinco cristianas, quienes se sumaron aquel año a quienes conforman el Consejo Ciudadano.

A partir de aquel año, Baborigame ha refugiado a cientos de personas desplazadas de diferentes comunidades indígenas. Sin embargo, del mismo poblado han salido otras personas también desplazadas de manera forzada por la inseguridad.

En la marcha del sábado pasado, el coordinador regional del Consejo Nacional de Fomento Educativo (Conafe), Luis Carlos García, se encargó de recordar el inicio de ese movimiento ciudadano:

“En este contexto de violencia, la comunidad ha sufrido muertes, abusos y secuestros, impactando profundamente la vida de los residentes. La respuesta del gobierno y de diversas organizaciones civiles ha sido crucial para intentar restaurar la paz y el orden en la región. Desde la mencionada fecha (6 de noviembre de 2016, por el secuestro del padre Antonio Salazar) , Baborigame ha sido testigo de una ola de violencia que ha incluido casos trágicos como muertes y secuestros, con un impacto directo en las familias locales”

“El sacerdote Antonio, afectado por la delincuencia, ejemplifica el dolor y la desesperación que muchos residentes han experimentado al ser privados de la libertad, ya que ante la gravedad de la situación, el gobierno y las autoridades civiles, como los derechos humanos, tomaron acción para apoyar a la comunidad. En enero de 2017, las organizaciones, junto con figuras clave como Paquita Jiménez, de Participación Ciudadana de Chihuahua y María Teresa Guerrero, de Pueblos Indígenas, contribuyeron a la formación de un consejo ciudadano”, recordó el profesor García.

El Consejo, agregó, fue establecido para canalizar el apoyo al pueblo y organizar acciones concretas para restaurar la paz.

Y continuó:

“La primera Marcha por la paz simbolizó un esfuerzo conjunto de la comunidad para reclamar su derecho a la seguridad y la libertad. Los niños, vestidos de blanco representaron un poderoso símbolo de esperanza y libertad, mostrando que, a pesar de la adversidad, la comunidad aún tenía la fortaleza para luchar por un futuro mejor, mostrando la resiliencia de la comunidad de Baborigame frente a la delincuencia y la violencia”.

Respecto de la conformación del Consejo ciudadano y la marcha por la paz, destacó que fueron pasos
importantes hacia la reconstrucción del tejido social y el restablecimiento de la tranquilidad. Y la participación activa de los habitantes, así como el apoyo de las organizaciones civiles evidencian la importancia de la colaboración comunitaria en tiempos de crisis, dijo el coordinador de Conafe.

“Esta respuesta colectiva no solo buscó mitigar los efectos inmediatos de la violencia, sino también sentar las bases para un futuro más seguro y pacífico. A través de estos esfuerzos, Baborigame ha demostrado que, incluso en los momentos más oscuros, la unidad y la acción comunitaria pueden ser fuentes de esperanza y cambios positivos”, concluyó frente a la emoción de quienes participaron en la marcha, al verse reflejados en sus palabras.

La última marcha en la que participó Francisca Jiménez, conocida como Paquita, fue en junio de 2019. Posteriormente llegó la pandemia por Covid-19 y la suspendieron. El sábado pasado la retomaron y la gente salió de nuevo a las calles para apostar de nuevo por la pacificación en sus comunidades.

Al concluir la Marcha por la Paz iniciaron los actos culturales y artísticos. Un grupo de niños y niñas bailó la danza de los matachines, emblemática de Baborigame.

La niña Esmeralda Rico Gutiérrez relató el cuento Disculpe, ¿usted es una bruja? Otro grupo de niñas de la familia Báez mostró su talento con el baile que acompañó la canción MInions. La niña Dayana Báez Beltrán cantó la canción Jambalaya.

“El amor es muy común en la danza, no solamente del amor, sino también del respeto, admiración, resiliencia, superación. Y esto se da porque en la vida diaria nos levantamos buscando el amor, siempre queremos ser queridos, vistos, respetados”, expresó la maestra de ceremonias.

Así dieron paso a la participación de mujeres ódami, rarámuri y mestizas, en su mayoría desplazadas de sus comunidades, quienes danzaron matachines, con la entereza, resistencia y arraigo que les caracteriza. Asimismo participó la familia Odhatame.

El Consejo Ciudadano para un buen gobierno y proyecto de vida concluyó así la cuarta Marcha por la paz y el evento cultural, para dar paso a los juegos depostivos y la kermese que organizaron las Comunidades de Aprendizaje Campesino (CAC) del programa del gobierno federal Sembrando Vida.

***

Este trabajo fue publicado originalmente en Raíchali que forma parte de la Alianza de Medios de la Red de Periodistas de a Pie. Aquí puedes consultar su publicación.

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