Más de la mitad de los votos que recibió Claudia Sheinbaum fueron de hombres. Es un desafío inédito para evadir los obstáculos de adversarios y, sobre todo, de aliados y amigos
Por Alberto Nájar
X: @anajarnajar
Es uno de los temas que pasaron de noche en el debate posterior al 2 de junio: Claudia Sheinbaum recibió más votos de hombres que de mujeres.
De acuerdo con los datos finales de la elección presidencial, el 58.4 por ciento del respaldo que obtuvo la virtual presidenta electa proviene de electores varones. Las mujeres que votaron por Sheinbaum suman el 55.1 por ciento.
Este resultado va más allá de los números. Demuestra, por ejemplo, el avance de un cambio cultural que empieza a desechar algunas de las etiquetas de rol y género prevalecientes desde el inicio de la historia de México.
Una de ellas es asumir que los espacios de poder en el ámbito político son terreno exclusivo de los hombres.
Durante mucho tiempo, por ejemplo, fue lugar común repetir que las mujeres tienen menores resultados en el ejercicio de gobierno o el debate legislativo que los hombres.
Esa mentira ha sido evidenciada desde hace varios años: por ejemplo, en la actual Cámara de Diputados muchas de las intervenciones más brillantes han sido de mujeres como Andrea Chávez.
Y fue una senadora, Patricia Mercado, quien promovió una enmienda legal que prohíbe y sanciona duramente las llamadas “terapias de conversión”, una práctica impulsada por los grupos más conservadores y despreciables del país y que ha provocado miles de abusos y violaciones a derechos humanos.
Fue algo que se discutió en algunos círculos durante la precampaña: hasta dónde la candidatura de una mujer podría resultar tan exitosa como para ganar la presidencia.
Pero el tema se olvidó tras la elección de Claudia Sheinbaum como candidata de Sigamos Haciendo Historia, que de alguna manera impulsó la designación de Xóchitl Gálvez como aspirante de Fuerza y Corazón por México.
Una explicación, dice la antropóloga y feminista Marta Lamas fue la manera como Sheinbaum llevó adelante su campaña: demostró “congruencia, disciplina y eficacia” que históricamente se consideraban “virtudes masculinas”.
Es cierto que por las condiciones políticas del país y sobre todo la popularidad del presidente Andrés Manuel López Obrador, era muy probable que ganara casi cualquier persona postulada por la 4T
Pero otro candidato difícilmente hubiera tenido el resultado final de los comicios, básicamente por dos razones:
Una, los votantes de la 4T eligieron el proyecto político que redujo la pobreza y combatió la corrupción, entre otros elementos.
Y dos, los electores decidieron que la persona más capacitada para mantener el proyecto era Claudia Sheinbaum.
Es decir, el género no fue relevante en ese proceso ni tampoco durante la campaña donde también, aparentemente, se derrumbó otro mito: la supuesta identificación de las mujeres con una candidata.
Ése fue, de hecho, uno de los argumentos del bloque opositor para postular a Xóchitl Gálvez, la idea de que una mujer con las supuestas características con que se le presentó serviría como imán para las mexicanas.
No resultó. Hubo votos por identidad de género, cierto, pero a juzgar por el volumen de votación la mayoría se inclinó por la preparación académica, ética y experiencia de gobierno de la virtual presidenta electa.
Esto no significa que la tarea será fácil. Claudia Sheinbaum enfrentará una fiscalización como nunca la tuvo un presidente hombre.
A López Obrador, por ejemplo, muy pocos criticaron el color de su corbata o el hecho de que utilizara varias veces el mismo traje.
Pero Claudia Sheinbaum es muy probable que en los medios y redes sociodigitales la cuestionen por su peinado, la ropa o su maquillaje.
Dice Marta Lamas: “El problema va a ser quienes la quieran tratar como mujer y no como presidenta, es muy fácil despistarse y pensar que a Claudia hay que tratarla como se trata a las mujeres”.
Así, “tendrá que mandar un mensaje muy claro de decir que soy la presidenta”.
Un elemento adicional es la expectativa de algunos sectores que esperan una solución rápida a problemas graves como la violencia de género y los feminicidios.
Un tema donde el hecho de contar con una mujer al frente del Poder Ejecutivo no basta, porque se requiere vender la añeja estructura patriarcal que ahoga a México.
Al final del día el voto mayoritario de electores varones es un arma de dos filos: por un lado, anuncia el inicio de un cambio cultural en el país.
Pero por otro implica un desafío inédito para mantener la ruta y evadir los obstáculos que coloquen los adversarios políticos pero sobre todo, los aliados y amigos.