Hay que mirar a la izquierda venezolana con la criticidad y la franqueza suficientes. El proceso histórico de dos décadas de gobierno de la izquierda en Venezuela está habitado por claros y oscuros… con la segunda reelección de Maduro, los oscuros comienzan a tener un peso determinante para una izquierda cuyo desgaste es evidente
Por Leonardo Meza Jara
I.- Caminar entre los problemas y las contradicciones de la izquierda, es un asunto arduo y complicado. En la experiencia que tengo, militando primero en el PRD y después en Morena, haciendo activismo magisterial y participando en el movimiento social, identifico un cúmulo de dificultades y contradicciones que al ponerse sobre la mesa suelen ser complicadas. Para caminar entre estos problemas y contradicciones se requiere:
A) Una actitud dialéctica, abierta a la problematización y la complejidad de los hechos históricos, que incluso van más allá de las categorías (conceptos que generan posturas ideológicas y políticas), con las que interpretamos los hechos de este siglo inestable y convulsivo. Ningún concepto, ninguna postura interpretativa, ninguna estrategia para llegar y/o mantener el poder, tienen la cualidad de ser totalizantes, es decir, definitivas. En una era posmoderna, estamos hablando de una precariedad conceptual, interpretativa y estratégica, que en todo momento es acechada por la incertidumbre.
B) Una reflexión profunda hacia afuera y hacia adentro de la izquierda, que evite las simplificaciones y las interpretaciones a modo, que puede resultar estratégicamente difícil y tortuosa, respecto al arribo y mantenimiento del poder. Pero, que es éticamente necesaria e históricamente ineludible. Todo cuestionamiento profundo desde la izquierda, plantea preguntas que son difíciles de responder, y trae consigo tomas de postura que resultan incómodas para muchos(as) militantes de la propia izquierda.
C) Un diálogo permanente, con la historia inmediata y con los(las) compañeros(as) que participan en la izquierda, que piensan y viven la militancia de formas distintas. Las militancias de la izquierda son plurales. En algunos momentos se coincide, en otros se difiere. Sobre las diferencias se camina, a veces de forma complicada y lenta, con interrupciones y avances limitados. En términos dialécticos, no existe un arribo definitivo a la utopía. Existen caminos complicados, que en la historia del siglo XXI, transcurren a campo traviesa.
D) Una autocrítica franca y directa, que le permita a la izquierda mirarse al espejo de frente, evitando los sesgos y los silenciamientos. Cuando se accede al poder, cuando se intenta mantener el poder sin la autocrítica necesaria, son comunes los silenciamientos externos y/o los autosilenciamientos. La contención de la crítica en forma de silenciamiento, suele tornarse oscura con el paso del tiempo.
Es complicado ir caminando la historia de la izquierda con una mirada dialéctica, una reflexión profunda, un diálogo abierto al pluralismo que es constitutivo de la propia izquierda y, una autocrítica que resulta incómoda y doliente. El caso de Venezuela, amerita ser analizado tomando en cuenta los cuatro puntos sostenidos en el primer apartado de este artículo. Esta es la idea central de la cual se parte.
II.- Hay que mirar a la izquierda venezolana con la criticidad y la franqueza suficientes, con los ojos abiertos de una izquierda, que se afirma crítica de forma sustantiva. Hay que analizar a la izquierda chavista con una lupa incisiva en sus alcances críticos, que tenga la capacidad de observar una historia formada por claros y oscuros, que son contradictorios. Hay que ejercer la crítica de la izquierda venezolana con la ética necesaria, con argumentos que eviten las trampas de la retórica dudosa, con datos que pongan ante la vista los hechos históricos que envuelven a una izquierda, cada vez más ensombrecida.
El proceso histórico de dos décadas de gobierno de la izquierda en Venezuela está habitado por claros y oscuros. En este momento, con la segunda reelección de Maduro (va para tres periodos de gobierno), los oscuros comienzan a tener un peso determinante, para una izquierda cuyo desgaste es evidente.
Desde una perspectiva decolonial, se puede recurrir a las argumentaciones del imperialismo e intervencionismo extranjero, se puede referir el extractivismo de los recursos naturales en América Latina, se puede acudir a los argumentos de un golpe blando. Pero esas argumentaciones en defensa del cuestionable triunfo de Maduro, son limitadas.
Lo que no es posible sostener, desde una postura crítica de la izquierda, es la construcción de un régimen autoritario, represor y antidemocrático, que mediante una serie de jugadas cuestionables en el mantenimiento del poder, carga con el señalamiento de una dictadura ante los ojos de cualquiera. El proceso histórico que desemboca en la segunda reelección de Maduro, coloca a la izquierda de este país en una zona oscura, cuyas sombras están formadas por:
– Artificios en el ejercicio de un poder desgastado, cuya legitimidad está cuestionada de fondo. Esto es notorio en las posturas tomadas por Luiz Inácio Lula da Silva, presidente de Brasil, y Gabriel Boric, presidente de Chile, dos pesos completos de la izquierda latinoamericana que exigen transparentar la reciente elección en Venezuela.
– Discursos dudosos en su fondo y su forma, cuya retórica se resquebraja al contrastarse con la realidad que viven los(las) venezolanos(as). Es imposible que los discursos que justifican el resultado electoral en Venezuela, sean sostenidos ante la acumulación histórica de una serie de acontecimientos, que marcan el evidente desgaste y rechazo del chavismo.
– Hechos históricos que oscurecen a la izquierda venezolana (y latinoamericana), cuyo costo negativo es imprevisible a corto y mediano plazo.
Los acontecimientos del 2024 en Venezuela tienen la forma de un manual que conduce a un ensombrecimiento de la izquierda latinoamericana en el siglo XXI. Y este ensombrecimiento, es cada vez más oscuro y más denso en su carga de negatividad.
III.- Después del declive del socialismo real y la caída del muro de Berlín, la izquierda está en un momento de crisis histórica. Esta crisis se entiende como una problematicidad y una transformación abiertas e indeterminadas. Durante el siglo XXI y más allá de este siglo, la izquierda navegará sobre esta crisis, que puede ser más o menos intensa en determinados momentos. El momento actual de crisis de la izquierda venezolana, respecto a las formas de mantenerse en el poder, es intenso.
Conceptos como el de “pueblo” y otros más, son limitados y precarios como brújulas de la izquierda latinoamericana. No hay conceptualizaciones, ni estrategias determinantes para llegar al poder, y sostenerse de forma duradera. Toda conceptualización, toda estrategia para llegar y sostenerse en el poder, pueden resultar falibles. Esta es una variable histórica que amerita ser tomada con profunda seriedad, por parte de las izquierdas que han optado por la vía electoral en América Latina.
Hay conceptos como el de “pueblo”, que resultan dudosos respecto a sus usos ideológicos y políticos. El manoseo actual del concepto de “pueblo” por parte de la izquierda (y la derecha), es una brújula cuyo rumbo es cuestionable en varios sentidos.
Desde la perspectiva de la izquierda, el “pueblo” no puede reducirse a una masa electoral que se acumula en votos y que actúa en una coyuntura como la venezolana. El “pueblo” venezolano (o cualquier otro concepto directriz de las luchas de la izquierda) es mucho más que una fórmula de mayorías y minorías, que pueden ser conducidas electoralmente a partir de:
– Un control a modo del órgano electoral (Consejo Nacional Electoral), que ha operado de la mano del gobierno chavista. El “pueblo” no es el resultado de una votación cuestionada y dudosa, que ha sido conducida por un órgano electoral que está inmerso en estos cuestionamientos y dudas.
– Un proceso electoral caracterizado por su carga autoritaria, que le negó los registros y le cerró los espacios a la oposición y, que no ha transparentado el proceso electoral en su conjunto. El “pueblo” no puede ser administrado o sometido por jugadas electorales que son autoritarias y antidemocráticas, a la vista de todos.
– Un uso represivo de la policía y el ejército, que someten a través de la fuerza y la violencia a los manifestantes. Cuando se hace uso de la fuerza y la violencia para someter, la posibilidad de postular al concepto de “pueblo”, pierde todo sentido desde la lógica de la izquierda. Los actos de represión gubernamental en Venezuela, son una anulación del “pueblo” como concepto directriz de la izquierda.
Desde la perspectiva de Dussel, el “pueblo” es mucho más que la institucionalización de un poder de la izquierda como el chavismo venezolano (“potestas”), que esta cuestionado por su forma y su fondo. La ética política de Dussel, concibe al “pueblo”, como una fuerza que no puede ser plenamente institucionalizada, ni sometida (“potencia”). El “pueblo” es una fuerza que emerge en coyunturas como la venezolana, que incluso es capaz de disentir y oponerse a la izquierda, cuando los hechos y las razones históricas van a contracorriente de la propia izquierda.
Hay que releer a Enrique Dussel, que en su libro “20 tesis de política” (2006), plantea la necesidad de evitar la “fetichización” del concepto de “pueblo”. Los usos “fetichizados” del concepto de “pueblo”, y de cualquier otro concepto que pueda ser usado por la izquierda para sostener sus luchas, son uno de los oscurecimientos que esta fuerza política debe evitar, desde un punto de vista ético, político e histórico.