Una hora en el aeropuerto juarense parece que dura los meses que vivió el personaje interpretado por Tom Hanks en la película La Terminal. Solo que si ésta se hubiera rodado en nuestro precario aeropuerto fronterizo seria una cinta de horror y tal vez llevaría el título de “Aeropuerto Chucky’
Por Víctor M Quintana S.
Los enemigos de la 4T le llaman al AIFA ‘la central avionera’, seguramente porque no conocen el inefable aeropuerto de Ciudad Juárez, muestra de la ineficiencia y lucro de OMA.
Una hora en esas instalaciones basta para que uno afirme sin riesgo de equivocarse que es la peor terminal aérea del país, y puede que me quede corto.
Seguramente OMA pensó que en Juárez no pasa nada si las obras duran en construcción per sécula seculorum, como fue en su momento con el Teatro Paso del Norte o con la línea de autobús por el eje Juan Gabriel o con el BTR o con la nueva Torre de Babel (Centinela) que se supone es el big brother del estado grande.
Una hora en el aeropuerto juarense parece que dura los meses que vivió el personaje interpretado por Tom Hanks en la película La Terminal. Solo que si ésta se hubiera rodado en nuestro precario aeropuerto fronterizo seria una cinta de horror y tal vez llevaría el título de “Aeropuerto Chucky’
Lo cierto es que la terminal aérea juarense en una pesadilla que no termina. Y la razón es muy simple: ¿cómo van a terminarla si no quieren ampliarla? Derruyen y levantan muros un día sí y otro también en el afán que todo les quepa en el breve espacio en el que ahora están, aunque los pasajeros tengan que hacer filas hasta afuera de la terminal, aunque haya unas cuantas butacas para descansar y en las temporadas de más flujo, como la presente, parezca la atestada “oficina” de los desaparecidos “Rápidos de Occidente” en Cuauhtémoc, mi tierra, donde se apretujaban señoras con niños y redes de mandado, rancheros con aquellas largas pilas para el radio, costales con diversas semillas, etc.
Tuve, sí, tuve que estar una hora en días pasados en el aeropuerto juarense. Llegué poco después de las nueve de la noche a esperar familiares que venían en un vuelo. La escena me recordaba esas obras de teatro modernas con un escenario minimalista donde un pequeño grupo de personas con caras aburridas y desesperanzadas esperan que alguien llegue, pero que nunca va a llegar. Todos los establecimientos comerciales estaban cerrados, incluyendo el pretencioso Starbucks. Intenté subir hacia el restaurant, pero dos celosos guardias me lo impidieron diciéndome que ya estaba cerrado. Alguien me dijo: “No se pierde de nada, ese restaurant es muy malo y caro: un plato de fruta con unas cuantas tajaditas de melón y papaya se lo cobran a 170 pesos”. Doble atropello para el usuario o pasajero: tras de que tiene que pagar un impuesto de aeropuerto por un tejabán disfrazado, tiene que volver a pagar muy caro los pocos productos que ahí se expenden porque los concesionarios han de pagar muy caro el espacio que les cobra OMA.
Traté de buscar la información sobre el vuelo que esperaba. Luego de buscarla, me encontré una pantallita desolada que anunciaba dos vuelos demorados y uno a tiempo. Dado que no había café, ni donde comprar nada, tuve que ceder a la tentación de observar más sistemáticamente el edificio aeroportuario y sus pocos y malos servicios. De ahí salió este artículo.
Quiero mucho a Juárez y a su gente. Les debo mucho, el país les debe mucho. Me da pena que se les trate tan mal, que se permita a una empresa miope y tacaña como OMA que se haga loca y no le brinde a nuestra frontera un aeropuerto como el que se merece. Los organismos empresariales, el Ayuntamiento, las organizaciones ciudadanas deberían pronunciarse con energía y firmeza. No se vale estar criticando la paja del AIFA en el ojo de la 4T y no ver la enorme viga del Aeropuerto Chucky que tiene que aguantar nuestro querido Juárez.