Opinión

Adiós, presidente. Ahora sí, presidenta




septiembre 23, 2024

Millones abrieron los ojos y ven. Con esos ojos vidriosos despedirán a su presidente y con esos ojos llorosos recibirán a la presidenta. Y con esos ojos vigilarán que las cosas pasen; que suceda lo que esperan que suceda; que se transforme lo que han dicho que se va a transformar.
Millones dirán: Adiós, residente. Y millones dirán, también: Ahora sí, presidenta, a darle; porque la carga es mucha, hay que cumplir y las manos faltan.

Por Alejandro Páez Varela

Hay muchas maneras de ver el encargo y destaco entre ellas dos, aunque advierto el derecho de todos a interpretarlo como se les pegue la gana. Algunos dicen que el periodo de Claudia Sheinbaum será simplemente un addendum en la obra de Andrés Manuel López Obrador. Otros, que representará una modernización o actualización del proyecto presentado a los mexicanos en 2018. En ambos casos se promete que la figura de López Obrador estará siempre presente.

Las élites intelectuales, empresariales, mediáticas y académicas quisieran que ella se deslindara de él porque lo odian y porque saben que, sin el apoyo de la gente, ella puede ser víctima hasta de los asaltantes de caminos. Y les encantan los presidentes vulnerables (presidenta, en este caso) porque entonces se vuelven útiles. Pero ese deslinde, creo, no pasará. Les recomiendo que trabajen sobre otros escenarios. Sheinbaum quiere mantener cerca la figura del presidente López Obrador –lo digo con la certeza de quien la sabe una mujer inteligente– y al mismo tiempo entiende, como entendemos casi todos, que será más saludable para la vida de la República que él se mantenga lejos.

Aunque la figura del líder social más carismático en muchas décadas se mantenga vigente, la realidad es que en el día a día también lo estará, lo quieran o no. Pongo un ejemplo: la prudencia en el manejo de las finanzas públicas se queda como una lección al gobierno que inicia. Sin embargo, la presidenta recibe un déficit fiscal “de una sola vez” equivalente al 5.9 por ciento del Producto Interno Bruto, que está en los límites de lo recomendado por los organismos internacionales y que es prudente bajar. De hecho, va a bajar. Los Precriterios de Política Económica para 2025 plantean un 3.0 por ciento. El aumento en el último año se explica en una obsesión de AMLO que no está mal: entregar todo en marcha; eso requirió dinero adicional y por eso es “de una sola vez” porque cuando se entrega la obra, se termina el gasto.

Pongo otro ejemplo: la primera etapa del Tren Maya está terminada. Pero requiere una segunda etapa, de acuerdo con lo que está proyectado. Es el tren de carga, que corre por esas mismas vías. La idea es sacar de las carreteras los camiones que garantizan el abasto del sur-sureste de México y meter las mercaderías en contenedores de ferrocarril. Si la Península de Yucatán requiere diez kilos de tomate, hoy hay que llevarlos por las mismas carreteras que llevan personas. Mejor subir esos 10 kilos a un contenedor y que se vaya por tren; así sacas de circulación los camiones.

Con lo anterior quiero decir que hay mucho de AMLO que deberá tener continuidad con Claudia. Hay algunas cargas que están contempladas y tendrán un seguimiento nada problemático, casi rutinario. Pero hay otras que se deben resolver pronto y ejercerán presión sobre la nueva presidenta.

Recurro a los ejemplos anteriores. Lo del déficit fiscal. Como sabemos, el Secretario de Hacienda, Rogelio Ramírez de la O, se queda; y se queda, y creo que es un acierto tremendo, el subsecretario Gabriel Yorio, especialista en deuda. Esto significa que hay equipo para resolver. No van a descuidar ni un segundo la ortodoxia. Saben que se necesita, según algunos cálculos, recortar un montón de gasto: 516 mil millones de pesos en 2025. Y que ese recorte se dará en medio de una desaceleración global de la economía. Es un reto brutal mantenerse en la disciplina fiscal mientras amenaza la recesión.

Pero hay técnicos a cargo del reto. Y es un reto que se recibe de la administración López Obrador.

El presidente decidió asumir el reto político de implementar la Reforma Judicial. Y qué bueno. Lo hacen los equipos con claridad de metas. Pero al mismo tiempo, Claudia recibe de López Obrador el reto de hacer que esa Reforma Judicial valga la pena. Ejecutarla, ponerla en marcha y unos años más adelante demostrar a la gente que no era un capricho, como dice la oposición, sino una necesidad. Tiene que llegar el momento en el que la presidenta diga: mexicanos, hicimos esta reforma y estos son los resultados.

Pero no sólo es la Reforma Judicial. Como sabemos, se ha dicho que viene una segunda generación de reformas en materia de justicia. ¡A entrarle con todo! La gente sabe, todos sabemos que es inaplazable renovar las fiscalías. Hay que asumir que la Fiscalía Anticorrupción fue un fiasco, lo mismo que la Secretaría de la Función Pública, la Auditoría Superior de la Federación y la Fiscalía General de la República de Alejandro Gertz Manero. FIASCO con letras mayúsculas.

La presidenta Sheinbaum conoce muy bien que el sistema de justicia en la Ciudad de México no es ejemplo de nada. El edificio de la Fiscalía, el famoso búnker, sigue oliendo a orines y aquí soy literal: huele a orines. Es indigno para los que trabajan allí pero también para miles y miles de personas que tienen que acudir a ese edificio. Y no se olvide que, salvo el periodo de Miguel Mancera, en la capital mexicana gobierna la izquierda desde 1997. Se necesita mostrar YA, con hechos, que es posible renovar el Poder Judicial y el aparato de justicia en general. Hay plazos que se cumplen y creo que este es uno de ellos.

Claudia conoce como pocos, porque es su especialidad, qué se hizo bien y qué se hizo mal en educación. Pero hay dos temas en los que ella debe poner atención porque muchos rechazarán cualquier argumento si, doce años después de haber tomado el gobierno central, la izquierda no da resultados. Me refiero a salud y seguridad.

Yo puedo decir aquí que somos Dinamarca y que se acabó la era de las matanzas. Pero la gente que acude a buscar medicamentos o tratamiento o una cita o un doctor en el sistema público de salud sabe que no somos Dinamarca y que en muchas regiones, como ahora mismo pasa en Culiacán, la idea de pacificar al país sigue siendo una idea. Yo puedo decir aquí que somos Dinamarca en salud y Singapur en seguridad, pero, ¿qué me va a responder alguien que vive en León, Guanajuato, o en algún pueblo abandonado de Guerrero? Me va a llamar mentiroso. Claudia hereda, pues, la presión de resolver estos temas. Andrés Manuel echó a andar un modelo; ahora ella debe demostrar que es viable y que no se necesita recurrir a las armas, tipo Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto.

Estos dos temas, seguridad y salud, son muy sensibles para los mexicanos. El maltrato que alguien recibe en una fiscalía o de parte de un ministerio público o de un policía lo resiente mucho el ciudadano de a pie, el que vota. Es allí donde ese ciudadano mide si han cambiado las cosas o no. Y lo mismo pasa con el tema salud. Pongo aquí un ejemplo personal: he acudido al Hospital de Gineco-Obstetricia número 4 del IMSS en los últimos meses. Y a mí no me importa que esté excesivamente humilde el hospital; que las batas que usan las embarazadas se estén cayendo a pedazos, por viejas. Están limpias y con eso es suficiente. Sin embargo, hay maltrato. La ropa de cama, las sábanas, pueden estar deshaciéndose y eso no te resta dignidad. Lo que resta tu dignidad es que un empleado, una enfermera, UNA DOCTORA, alguien en ventanilla o un policía te trate como si fueras una res o un perro de la calle. CUIDADO. Ya les contaré mis andanzas por ese hospital más adelante. ¡Es un hospital especializado en mamás! ¡Es en la capital de la República! ¿Se imagina lo que sufre una embarazada en, por ejemplo, la sierra de Morelos?

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Explico muy rápido esto: Prometeo era un semidiós o un titán en la mitología griega. Era un ser entre los dioses de mero arriba, y la gente de mero abajo.

Un día se roba el fuego y se lo regala a los humanos. Zeus se enoja porque no es el único engaño y lo amarra y luego, con ayuda de Pandora, libera sufrimiento sobre los mortales.

Hay muchas maneras de ver a Prometeo. Una, como el titán que le robó el fuego a los dioses y se lo entregó a los hombres para ayudarlos a superar su estado original. La otra es que Prometeo fue un infame irresponsable que se atrevió a entregarle problemas a los humanos porque les dio el fuego pero también les acarreó plagas.

Algo parecido se vive siempre en alguna parte del mundo, y algo parecido se vive en México ahora mismo. Millones de personas tuvieron un despertar en la política. Millones abrieron los ojos en los últimos años y tienen hambre de ver y ver más. Esos millones quieren aprender a distinguir entre la verdad y la mentira. Son millones que se volvieron necesariamente más demandantes. Quieren un nuevo Poder Judicial, pero más adelante querrán resultados de la reforma; quieren que el sistema de salud sea como el de Dinamarca y saben que llevará tiempo, pero sí esperan que suceda. Salen a las calles a apoyar a su presidente y a su presidenta pero también esperan seguridad.

Y nada de lo anterior está mal. Todo lo contrario: Son millones y millones de mexicanos que están inquietos, que se identifican en la izquierda, que saben que les han entregado el fuego para cocinar y para alejar a los lobos en las madrugadas. Pero el fuego es una bendición y es una alegría, al tiempo que es el rostro duro del descontento porque, al final, el fuego es conocimiento. El Pípila quemó con fuego la puerta de la Alhóndiga de Granaditas y con una navaja pasada por fuego se puede extirpar un tumor.

Millones abrieron los ojos y ven. Con esos ojos vidriosos despedirán a su presidente y con esos ojos llorosos recibirán a la presidenta. Y con esos ojos vigilarán que las cosas pasen; que suceda lo que esperan que suceda; que se transforme lo que han dicho que se va a transformar.
Millones dirán: Adiós, presidente. Y millones dirán, también: Ahora sí, presidenta, a darle; porque la carga es mucha, hay que cumplir y las manos faltan.

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Alejandro Páez Varela. Periodista, escritor. Es autor de las novelas Corazón de Kaláshnikov (Alfaguara 2014, Planeta 2008), Música para Perros (Alfaguara 2013), El Reino de las Moscas (Alfaguara 2012) y Oriundo Laredo (Alfaguara 2017). También de los libros de relatos No Incluye Baterías (Cal y Arena 2009) y Paracaídas que no abre (2007). Escribió Presidente en Espera (Planeta 2011) y es coautor de otros libros de periodismo como La Guerra por Juárez (Planeta, 2008), Los Suspirantes 2006 (Planeta 2005) Los Suspirantes 2012 (Planeta 2011), Los Amos de México (2007), Los Intocables (2008) y Los Suspirantes 2018 (Planeta 2017). Fue subdirector editorial de El Universal, subdirector de la revista Día Siete y editor en Reforma y El Economista. Actualmente es director general de SinEmbargo.

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