Los ordenadores, internet, los teléfonos inteligentes, las redes sociales y la IA planteaban nuevo reto a una democracia en la que ya no solo se daba voz a los grupos menos favorecidos en cuestión de derechos sino también a cualquier humano con conexión a internet e incluso a agentes no humanos
Por Jaime García Chávez
—“¿El premio para el ganador?
— El dominio del mundo”.
Con esa pregunta y la contundente respuesta, parece concluir de manera más que sobrada el libro Nexus de Yuval Noah Harari que compendia una basta interpretación de lo que nos espera en la era de la Inteligencia Artificial (AI). El autor hace un recorrido que va del momento de la Edad de Piedra hasta el actual y vertiginoso, ad nauseam, de las redes de información que es todo un fenómeno de complejas aristas que ocupa y preocupa la interpretación del futuro de la humanidad en economía, política y poder, finanzas y sin que la cultura, la vida ordinaria de las personas de todo el planeta queden exentas. No es que vayamos para allá, ya estamos bajo un predominio de la IA y las visiones catastrofistas del riesgoso fenómeno no tienen más precedente para interpretarse que hacer comparativos con lo que sucedió durante la larga etapa de la Guerra Fría y el equilibrio nuclear que siguió a la Segunda Guerra Mundial y terminó aparentemente con la extinción del mundo soviético.
La IA es un gran campo de la acción de la ciencia en el objetivo de crear y producir computadoras o para decirlo coloquialmente máquinas que puedan aprender y razonar, actuar y tomar decisiones lo que hasta hace muy poco solo se podía hacer con la intervención humana. La IA involucra muchas parcelas: entre otras, la informática, las matemáticas y dentro de estas la estadística y la ingeniería para lograr aprendizajes automáticos. Todo este conjunto, dice Harari, es el “motivo por el que la IA debería considerarse un asunto de máxima urgencia incluso por parte de aquellos a los que no les preocupa la tecnología”. (p.462)
El libro se anuncia breve, pero son más de 600 páginas con abundantes citas y bibliografía. A cambio, se puede leer de manera rápida por su buena redacción, facilitada por una traducción que me parece excelente. Esto es lo menos importante, vale comentar el libro por las combinaciones que expone y que tocan a la historia con la política y todo el discurso teórico que se implica en calidad de esencia y propósito del texto, pues lo realiza para valorar las actuales redes de la información (Internet, Facebook-Meta, antes Twitter hoy X, Tik Tok, Instagram, etc.) en relación con las sociedades democráticas, autoritarias y totalitarias en la que la AI y sus algoritmos cobra un predominio y que el autor toma como tema central. A Horari no debemos perderlo de vista por tratarse de un pensador muy influyente, planetario. Más allá de compartir o discrepar con sus aportes, hoy está jugando un rol significativo.
El autor plantea un dilema: “La historia de las redes de información siempre ha implicado el mantenimiento de un equilibrio entre verdad y orden. Si sacrificar la verdad en pro del orden tiene un coste, también lo tiene sacrificar el orden en pro de la verdad (p.157). La implicación política de este punto de arranque se debe valorar a partir sin más de la premisa que la verdad no es lo que era y además importa poco, porque ya no son propiamente los humanos entre los cuales se establecen las relaciones principales, como se supone acontecía no ha mucho. Es más, están en riesgo de extinción. Para el autor actualmente hay un Telón de Silicio, (adviértase el parangón con la frase de Churchill referente al Telón de Acero de su histórico discurso de 1946) que inaugura una división entre seres humanos y agentes no humanos por la interconexión o interfase que las computadoras pueden realizar independientemente de las personas.
Lo que plantea no tan solo la ruptura con los viejos paradigmas, sino todo lo que hemos visto hasta ahora en materia de finanzas, cultura, vida privada, industria, guerra y gobierno que quedan a merced de algoritmos por el desarrollo de la AI. Veamos un aspecto en una cita del autor: “Antes de la década de 2020 no había nada en la Tierra más allá de una mente humana que pudiera generar textos complejos. Hoy las cosas son diferentes. En teoría, la inteligencia ajena de un ordenador podría haber generado el texto que el lector acaba de leer, es decir Nexus. “Prometo al lector que fui yo quien escribió el texto”, afirma (p.261).
Harari sopesa el empleo de la inteligencia artificial en los regímenes democráticos al igual que en los totalitarios y considera que esa tecnología avanzada lo mismo se puede utilizar en un sistema o en el otro y tengo la impresión de que se inclina y alarma más por los riesgos que se corren por una especie de retirada global de la democracia que se observa en el mundo en el que han empezado a aparecer los Ergogan, los Trump, Putin y Bolsonaro que son a los que mayormente se refiere. Del totalitarismo resalta, siguiendo lo que sucedió en Myanmar, que la gente no elegía qué ver en el conflicto, porque el algoritmo de la AI elegía por ellos ya que el empleo de las redes trae implícito el concurso del usuario. El autor advierte: “Es más probable que los humanos nos impliquemos en una trama conspiradora repleta de odio que en un sermón sobre la compasión” (p.245).
La democracia, que parecía favorecerse por las redes de información, no lo logró. Y su advertencia es contundente: “…no fue así. De hecho, una nueva revolución en la información ya está cobrando impulso y preparando el escenario para otro asalto en el combate entre democracia y totalitarismo. Los ordenadores, internet, los teléfonos inteligentes, las redes sociales y la IA planteaban nuevo reto a una democracia en la que ya no solo se daba voz a los grupos menos favorecidos en cuestión de derechos sino también a cualquier humano con conexión a internet e incluso a agentes no humanos. El autor marca desacuerdos con la función de los algoritmos y la inteligencia artificial cuando valora la intervención de los humanos en la confección de los mismos, se han antropoformizado los ordenadores y hay confusión entre lo que entendemos por inteligencia y conciencia (p. 246 y 247).
Harari espera que haya un punto de inflexión en todo esto, que vengan ajustes, que se apeguen a principios que él expone bajo los rubros de benevolencia, descentralización, mutualidad, cambio y descanso. Pero a mi juicio es difícil que bajo la divisa de la auto corrección pueda suceder esto y se va ceder a estas dos apreciaciones que el autor hace: “El auge de una inteligencia ajena e insondable socava la democracia… Los votantes humanos aun podrán elegir un presidente humano, pero ¿no será una ceremonia vacía? (p.389).
Esta reseña podría incluir muchos más temas, pero me es suficiente lo dicho, para atraerle lectores a Harari, más allá de las discrepancias que he derivado de la lectura de su obra. Entre ellas por dar por superado a Marx, sin demostrarlo.
El libro Nexus es fiel a la tradición de ver la historia a través de profecías y respuestas a preguntas exuberantemente dramáticas y a respuestas que solo en apariencia responde, porque se quedan flotando como los trapecistas del circo: caen al suelo o a la red protectora y así evitan deshonrar el augurio. Por eso me quedo con otras visiones distintas, en particular, con las de Shoshana Zuboff expuestas en su obra “La era del capitalismo de la vigilancia”*, lo cito con largueza:
“Sea lo que sea lo que ha salido mal, la responsabilidad de corregirlo se renueva con cada generación. ¡Ay de nosotros y de quienes vengan después si entregamos un futuro humano a unas compañías poderosas y a un capitalismo deshonesto que se desentiende del compromiso de cubrir nuestras necesidades o de servir a nuestros verdaderos intereses! Pero peor aún sería que capituláramos callados ante ese mensaje de la inevitabilidad, que es la mano derecha aterciopelada del poder. Hanna Arendt, en referencia a sus obras sobre los orígenes del totalitarismo, escribió que ‘la reacción humana natural ante tales condicióneles de ira e indignación porque son condiciones contrarias a la dignidad del hombre. Si describo esas condiciones sin permitir que mi indignación interfiera, habré abstraído ese fenómeno particular de su conexión en la sociedad humana y, con ello, lo habré despojado de parte de su naturaleza, lo habré privado de una de sus más importantes cualidades inherentes’ (p.690).
La cita es extensa y se entiende mejor con esta otra, del mismo autor:
“El Muro de Berlín cayó por muchas razones, pero, por encima de todo, lo hizo porque el pueblo de Berlín oriental dijo ‘¡basta ya!’. También nosotros podemos ser autores de muchas realidades ‘grandes y bellas’ que recuperen el futuro digital como un hogar para la humanidad. ¡Ya basta! Que sea nuestra declaración (p.693).
Para mí esta es la divisa y no la de Nexus. No quiero que se me observe como misoneista, menos como un viejo ludista.
La historia es hazaña de la humanidad y Prometeo un recuerdo que está vivo.
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Jaime García Chávez. Político y abogado chihuahuense. Por más de cuarenta años ha dirigido un despacho de abogados que defiende los derechos humanos y laborales. Impulsor del combate a la corrupción política. Fundador y actual presidente de Unión Ciudadana, A.C.
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Harari Yuval Noah “Nexus” (Una breve historia de las redes de información desde la Edad de Piedra hasta la IA. Traducción Johandomènec Ros. Ed. Debate Primera edición en México, septiembre de 2024.
*Shoshana Suboff (p.690, 693)