Ahora precisamente es cuando se necesita acudir a los lazos comunitarios y colectivos, a trabajar con y para el otro que lo necesita. Cómo llamar a este sentido ético por la vida si ya no habrá dinero… Lo anterior es importante para pensar en los efectos de la presencia de la USAID en Juárez
Por Leobardo Alvarado
En el año 2010, en Ciudad Juárez la situación era devastadora en múltiples sentidos. La organización civil Centro de Derechos Humanos Paso del Norte (CDHPN), como muchas otras organizaciones e instituciones de la ciudad recibieron o habían recibido apoyo para que realizaran su trabajo por parte de Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID). En el caso del Paso del Norte, en el mes de octubre de ese año, los recursos económicos que aceptaron fue para un proyecto que titularon “Defensa de los derechos Humanos desde un espacio comunitario”.
La cantidad que recibieron, aunque parezcan mucho, nunca será suficiente para las necesidades derivadas de atender los temas en los que trabajan. Por ejemplo, quien lea esto podría preguntarse: Cuánto dinero se necesita para resolver todo lo que significa la cuestión del acompañamiento a las víctimas de la desaparición forzada. Una organización civil siempre tiene que buscar la manera de sostener la estructura creada para atender el compromiso que significativamente se han echado a cuestas. Es decir, en realizar el trabajo que no hace el Estado Mexicano.
Sin embargo lo que sucedió con el Centro de Derechos Humanos Paso del Norte es idóneo y necesario reflexionarlo ahora que el presidente Donald Trump en Estados Unidos tuvo la iniciativa de cerrar la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID). Las críticas al intervencionismo de los Estados Unidos a través de dicha agencia eran conocidas desde hace muchos años. Pero también y de hecho, mucho de los cambios acontecidos en la ciudad en casi veinte años de presencia, no podrían entenderse sin en el empuje del trabajo realizado por todos los involucrados en la recepción de la “ayuda” de USAID.
Un año después, el proyecto del Centro de Derechos Humanos Paso del Norte con la USAID decidieron colectivamente no renovarlo. En el mes de septiembre del 2011, la cantidad de dinero que rechazaron sin duda aliviaba la carga de trabajo de la organización, pero aún así pensaron que no era correcto continuar con algo que les incomodaba. El sacerdote Oscar Enríquez, director de la organización, lo resume de manera contundente: No era ético.
Desde iniciada la guerra contra el narcotráfico y la militarización del país utilizada en ese sentido por Felipe Calderón Hinojosa (2006-2012), la violencia y la inseguridad se habían apoderado de toda la vida pública y privada de la sociedad. El asesinato en Villas de Salvarcar en aquel momento marcó un punto de inflexión. Visto así se puede entender la necesidad de tener dinero para atajar todas las consecuencias que en México, y en particular en Ciudad Juárez, tuvieron esas decisiones de gobierno en las que no pocos aliados locales ayudaron para que así sucediera.
La iniciativa de cerrar la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) produjo en el mundo una gran cantidad de reacciones encontradas. En todo el revuelo causado por las decisiones del presidente de Estados Unidos, y en particular ésta de cancelar “la ayuda” que alrededor del mundo se diseminaba con una intencionalidad puntual de intervención en los asuntos de otras naciones a través de USAID surge una cuestión: La ética detrás de las críticas a la USAID o la ética en la aceptación de la ayuda para realizar el trabajo en un lugar donde es evidente se requieren muchos esfuerzos para resolver los problemas existentes.
La historia del Centro de Derechos Humanos Paso del Norte en este sentido es nodal. La integridad a la que llama la decisión que tomaron entonces, se vuelve un referente en estos momentos en lo que todo plantea retos difíciles de alcanzar. Aun y cuando no sea del todo claro; y de hecho, simplemente Estados Unidos no abandonaría de ningún modo su actitud imperialista, misma que necesita del intervencionismo para mantener sus lógicas capitalistas. Pero entonces, cómo pensarse en un contexto donde ya no exista más ese espejo.
Dedicada la organización a la defensa de los derechos humanos y el acompañamiento a víctimas de tortura y trata y desaparición forzada, por qué el CDHPN no decidió comprometer más su ética. Fue lo que vieron después de recibir el recurso. Periódicamente el compromiso con USAID implicaba el seguimiento al proyecto que sirvió para pagar salarios, viáticos y viajes, transporte y compra de equipo necesario para llevar a cabo, un trabajo que ya de por sí realizaban, con penurias ciertamente, pero con el compromiso de la solidaridad y el amor por el prójimo.
Con las visitas para dar ese seguimiento, llegaron luego las autoridades consulares de Estados Unidos. Al Centro de Derechos Humanos Paso del Norte no les gustaron las preguntas que se hacían y que nada tenían que ver con el proyecto. Sospecharon de intereses ocultos. En ese sentido empezaron a preguntar sobre lo que sucedía y, comprendieron que muchas organizaciones eran apoyadas por USAID, no sólo en Juárez, sino en todo el país y en el mismo ámbito de redes con las que compartían la lucha por la Defensa de los Derechos humanos. En esto, era central la estrategia nacional de la Iniciativa Mérida.
Este planteamiento de no recibir financiamiento de quien de alguna manera tenía que ver con los problemas que acontecían en la ciudad por una cuestión ética, ahora nos obliga a pensar en las consecuencias. Una gran cantidad de personas siguen siendo asesinadas. La violación a los derechos humanos y el crecimiento de personas desaparecidas ante la ineficacia del Estado Mexicano, es evidente. Ningún dinero, ni ningún gobierno ha resuelto los problemas. Si es claro lo anterior, qué significa que haya en Estados Unidos cerrado la USAID. Seguirá siendo el camino de la zanahoria y el garrote una opción.
Hay ahora a la vuelta de los años de aquellos sucesos, digamos entre quince y veinte años, toda una práctica y lógicas para abordar los problemas. Sucedió una erosión de conceptos claves que se habían construido. La solidaridad y la comunidad son algunos de ellos. Una parte de una generación que pudo crecer en esos conceptos, más bien creció en los del altruismo y la filantropía. No es que sea malo, pero su verticalidad no permite construir más allá de donde viene el dinero. Ahora que ya no hay recursos veremos una gran cantidad de personas que han abrevado de esa manera de pensar. Justo se convirtieron en una burbuja dorada de lo humanitario. La profesionalización sustituyó al motor de la horizontalidad como mecanismo de empatía.
Y ahora precisamente es cuando se necesita acudir a los lazos comunitarios y colectivos, a trabajar con y para el otro que lo necesita. Cómo llamar a este sentido ético por la vida si ya no habrá dinero para pagar. Cómo se podría llamar para contribuir con sus conocimientos en resolver los problemas sociales en la ciudad a quienes sin duda saben y pueden hacerlo, pero no habrá presupuesto. Lo anterior es importante para pensar en los efectos de la presencia de la USAID en Juárez.
Pero también es ejemplo de las implicaciones que pronto habremos de ver a raíz de lo que sucede en aquellos organismos del mundo humanitario con presencia en la ciudad y vinculados al tema de lo migrante. Porque no se pude olvidar que también Estados Unidos se ha retirado de otras estructuras de equilibrio como las de Naciones Unidas. Con el tema de la migración, muchas de esas representaciones están en la ciudad y son no sólo ayuda humanitaria, sino también fuente de empleo: La estructura de una burocracia humanitaria en una burbuja dorada al fin, y que merece otro espacio para reflexionar sobre su papel en Ciudad Juárez.
A quién y cómo sirve todo lo hecho desde ese soporte. Es la crítica a secas o esto merece mayor reflexión de lo que en el fondo subyace. Más allá de la necesidad imperante que parece estar siempre por encima de los principios, vale la pena dejar de lado lo fundante sobre lo inmediato. No se trata de minimizar nada, sino de la oportunidad que ahora se tiene para, si es el caso, enderezar el rumbo. Por supuesto, no se obvian ni las complicaciones, ni lo complejo de llegar a esas decisiones.
Pero cómo va a funcionar ahora una estructura que no puede depender sólo del presupuesto para atender lo que se ha construido en tantos años de trabajo realizado.
Tal vez sea tiempo de plantear un amplio espacio de diálogo crítico como en aquel contexto del año 2010 en que había una conversación permanente sobre lo que acontecía en Ciudad Juárez. Oscilaba aquello no sólo en los sucesos cotidianos, sino en la reflexión crítica y la búsqueda de respuestas que mucha gente señalaba o proponía. Lo opuesto a la ejemplificación de Ciudad Juárez como modelo, esa palabra tan de moda para insistir en una visión securitaria y militarizante del país.
Al respecto, el sentido de la ética puede rastrearse en algunas de las acciones que se construyeron en la larga lista de lo hecho por una comunidad sólida existente en la ciudad, o en decisiones como la que aquí se expresa tomó Paso del Norte. Pero también en personajes concretos que dedicaron su energía a tejer lazos de acompañamiento intelectual y moral en esos momentos difíciles. Desde aquí el reconocimiento al fotógrafo Julián Cardona (1960-2020), quien quizá haya sido el más insistente en su crítica puntual a quienes recibían esos fondos.
Finalmente, la decisión que tomó el Centro de Derechos Humanos Paso del Norte es ahora un referente y debiera ser tomado en ese sentido.
