Ante la creciente pandemia de Coronavirus que invade a México, para algunos es más importante destilar odio y vengar la derrota en la elección presidencial que poner en riesgo la vida de millones de personas. A ellos hay un adjetivo que les define cada vez más: miserables
Alberto Najar
Twitter: @anajarnajar
Algunos le llaman La Noche de los Buitres.
El domingo 15 de marzo en redes sociales como Twitter se esparció la versión de que había muerto el primer mexicano contagiado por Covid-19.
La víctima fue identificada como José Kuri Harfusch, socio del magnate Carlos Slim y director del Grupo Financiero Inbursa, quien al regresar de Vail, un exclusivo destino turístico en Estados Unidos, fue hospitalizado de emergencia.
La noticia fue confirmada por algunos medios y sobre todo por los periodistas que fueron beneficiados con recursos públicos en los gobiernos anteriores.
El nombre del empresario fue una de las etiquetas más vistas en Twitter. Muchos profundizaron sus críticas a la estrategia del presidente Andrés Manuel López Obrador contra la pandemia.
De hecho las cadenas de televisión y algunos diarios enviaron a reporteros al aeropuerto Benito Juárez de Ciudad de México para interceptar al mandatario y exigirle una opinión.
Algunos políticos, intelectuales, académicos y periodistas parecieron festejar el fallecimiento.
Pero era mentira. Kuri no había muerto. Estaba en condición crítica, pero con vida. Les falló con el empresario. Y para su mala fortuna la primera víctima mortal de la pandemia apareció días después.
Había permanecido hospitalizada durante semanas, su condición de diabetes agravada por un contacto con personas portadoras del virus.
La anécdota de la muerte y resurrección mediática de Kuri no es sólo una pifia periodística.
En el fondo desnuda el estado que guardan los perdedores de la elección presidencial de 2018, quienes desde entonces mantienen una salvaje y ofensiva guerra sucia contra López Obrador.
En su campaña de descalificaciones, cada vez más agresivas y vulgares, les ha importado muy poco el momento que vive el país, acechado por la creciente pandemia de Coronavirus.
Por el contrario. En sus comentarios y auxiliados por sus granjas de bots cuestionan a los responsables en el gobierno de conducir la estrategia de salud contra el Covid-19.
Promueven etiquetas con llamados a no obedecer las medidas de autoprotección. Difunden y posicionan en las redes sociales mensajes con mentiras. Insultan, amenazan, destilan cada vez más odio.
Una estrategia miserable. En su afán de revancha no miden las consecuencias de su clasismo. Impulsar la desconfianza en las acciones ante la pandemia hace más difícil controlar la emergencia.
Los países que han salido mejor librados de calamidades como ésta lo consiguieron con el respaldo de la población. Son sitios donde la gente sigue las recomendaciones de protección.
Donde hasta los adversarios entienden que todos, ellos incluidos, viajan en el mismo barco.
Esto no sucede en México. Para personajes como el impresentable Felipe del Sagrado Corazón de Jesús Calderón Hinojosa, o su ayudante Javier Lozano, el odio es más importante que la vida de millones de personas.
Ya se sabía. La guerra contra el narcotráfico que emprendió el impresentable, y que ha causado la muerte a cientos de miles de personas, es una muestra.
Pero en La Noche de los Buitres quedó más claro. Ese domingo fue evidente que los adversarios y críticos López Obrador están desesperados por los muertos que, eventualmente, cobrará la pandemia.
Necesitan al primero para usarlo como bandera, un ariete contra el respaldo a López Obrador inclusive en su estrategia para asegurar la salud de los mexicanos.
Ya se presentó. Murió una persona de 41 años de edad al parecer –porque no hay información oficial- lejana al perfil de la víctima que añoran los opositores del gobierno.
No parece un obstáculo para la guerra sucia. Los perdedores de 2018 siguen empeñados en su revancha.
Si el país se va al despeñadero no importa y de hecho es en lo único que son congruentes: cuando participaron en el gobierno o se beneficiaron de él llevaron a México a la desgracia.
¿Por qué ahora habrían de ser diferentes? En todo caso en las mismas redes sociales donde destilan odio y clasismo es cada vez más popular un adjetivo que les define: miserables.