Gran parte de la crisis se han dejado pasar oportunidades de oro para ayudar a muchos. El problema es cómo ayudar si el Presidente sólo escucha a los amigos. Los escucha y les perdona todo. ¿Cómo brincar la madeja de prejuicios y tener acceso hasta él?
Alejandro Páez Varela*
Qué difícil para el Presidente. El principal noticiero de Televisión Azteca es conducido por su amigo. La misma televisora es propiedad de su amigo. Hugo López-Gatell es un comunicador más efectivo que ambos (Javier Alatorre y Ricardo Salinas Pliego) y apenas le cuesta al pueblo de México un salario, unas cámaras y Youtube (que es gratis). Qué dilema. Los otros están llamando a la población a boicotear a las autoridades federales en medio de una emergencia nacional. Merecerían quitarles la concesión. Merecerían al menos cerrarles las llaves de los contratos públicos y de los millones de publicidad oficial. Merecería que el multimillonario que tiene a medio México agarrado de los destos con abonos chiquitos fuera obligado a pagar sus impuestos. Merecería exhibirlos públicamente; darles unas bofetadas como las que se le aplican a otros medios más chicos y menos poderosos que no son amigos y que, es más, en los hechos son Enemigos Públicos Número Uno del Estado mexicano. Merecería quitarle a Salinas Pliego las ganancias por repartir dinero de los programas sociales. Qué difícil para el Presidente.
Solución: un “apercibimiento” y un video con palabras dulces, casi cariñosas, para ambos. Que no sean así de gachos. Que no llamen a la sedición. Que ya sabemos que están en su derecho a llamar a boicotear a las autoridades pero son amigos y pues cometieron un errorcirijillo.
Qué difícil para el Presidente.
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Es difícil atreverse a darle un consejo al Presidente. Una madeja de prejuicios se interpone entre él y muchos. Y espero no ser calificado de “conservador” o “neoliberal” por escribir que lo veo así. Yo sí seré un conservador y neoliberal que quiere envenenar al pueblo; no tendré la suerte del amigo Alatorre, por supuesto. No soy amigo de la casa. De hecho, puede ser que yo traiga “agenda oculta” y quiera “hacerle daño al proyecto de transformación”. Por eso es difícil sugerir algo. No para mí: para otros. ¿A su equipo? No tiene caso: la mayoría no mueve un dedo sin que AMLO lo sugiera primero. Quizás esté equivocado. Quizás. Pero no creo. Eso me dicen los hechos.
Gran parte de la crisis se han dejado pasar oportunidades de oro para ayudar a muchos. El problema es cómo ayudar si el Presidente sólo escucha a los amigos. Los escucha y les perdona todo. ¿Cómo brincar la madeja de prejuicios y tener acceso hasta él? Muchos intentan, desde la academia y las universidades; desde el sector privado también. Pero los “expertos” están condenados al gulag sexenal y los empresarios, a menos de que sea Carlos Slim. O Emilio Azcárraga. O Salinas Pliego, claro. El resto de las propuestas se quedan en propuestas.
Propuestas sencillas, que andan por allí. Ejemplo: De las costureras y costureros (hay cinco changarritos entre mi casa y mi oficina. Todos cerrados). Quizás, pensaban algunos, se les pudo organizar en talleres conectados de manera virtual para hacer batas y cubrebocas con moldes de costura y con controles de calidad. Sólo necesitaban la convocatoria, un incentivo, grupos de trabajo para organizarlos y materiales. Si la oferta (no creo) sobrepasara lo necesario para la pandemia, se podían quedar en el sector salud para sus necesidades regulares. Miles de universitarios por todo el país habrían respondido al llamado para organizar la plataforma virtual. Habría sido una jornada que enfatizara en la unidad nacional y ofreciera empleos y diera resultados. Pero esos otros qué. No son Salinas Pliego, Alatorre.
Otro ejemplo: la bicicleta. En muchas partes del mundo se revalorizaron como medio de transporte de millones. En Europa hasta confinaron más carriles para su uso dentro de la pandemia. Es seguro, es saludable, es el futuro. Faltaba voluntad para organizarse. Imagínense: “bicicletas de la salud”. Brigadas. Miles de pequeños talleres que en vez de estar cerrados estarían haciendo miles de bicicletas para brigadas de salud. Universitarios diseñarían maneras de tenerlas ubicadas (hasta con chips). Que Iztapalapa está en problemas: hay un brote. ¡Vámonos! Médicos y enfermeras en bicicleta, soldados y policías en bicicletas; brigadas de limpieza y desinfección en bicicleta. Y luego, al terminar la jornada, las bicicletas se quedan en las familias de Iztapalapa. Al mismo tiempo que se trabaja en el brote de CIVID-19, equipos de estudiantes de urbanismo diseñarían rutas para las bicicletas en Iztapalapa. Hay pocos autos circulando: todo resulta más fácil. Coordinados incluso por Movilidad de la CdMx, se dejarían sembradas miles de bicicletas y rutas para cuando terminara la pandemia. Trabajo en equipo, muestra de unidad nacional, proyectos para que trabajen estudiantes y maestros en talleres. Y respuestas para la crisis. Es más: hasta podrían dejar talleres de compostura del Estado para mantenerles por un tiempo las bicicletas. Luego, dejar los talleres a la gente o donarlos a la Alcaldía. La idea ha andado por allí, en pedazos. ¿Quién la agarra? Nadie. No sube. Quizás la propuesta sea demasiado neoliberal o yo soy demasiado neoliberal por decir que la idea es neoliberal. Augh.
Los taxis. Otro grupo que quedó súper desprotegido. Literalmente miles sacaron autos a crédito para las aplicaciones. Van a suspender pagos, ¿o de dónde sacan? Se necesitan pero no se quieren usar por miedo. ¿Qué tal brigadas para mantenerlos activos? Talleres para hacerles pequeñas modificaciones. Leí que en China, por ejemplo, se hizo un diseño especial para aislar al conductor. Y se podría diseñar algo para desinfectar los espacios del pasaje desde adentro, con un botón. Miles de estudiantes podrían hacer sus propuestas. La epidemia durará dos años; es lo que se calcula. ¿Vale la pena hacer este esfuerzo (y sobre todo, las modificaciones al auto)? Sí. Los trabajadores de la salud podían moverse en esos taxis, gratis (incluso para no exponerlos a las madrizas). La gasolina está bastante barata: el Estado podría simplemente darles litros por kilometraje que destinaran a empleados de la salud. Pero no son propuestas que suban. Allí se quedan.
Más: Hay miles y miles y miles de negocios familiares de comida para llevar por todo el país. Pero, ¿cuáles cumplen con normas de salud? ¿Cómo conectarlos con miles y miles y miles de familias en casa que quieren alimentos preparados? Unas buenas flautas, unos buenos tamales, unos tacos. Hay propuestas. Empezando con cómo transportarlos: ¿en unicel y bolsas de plástico? Pues no. Hasta eso requiere un diseño: usar biodegradables, cartón. Estudiantes, a pensar. Imagínese módulos por barrio: un inspector de salud, un inspector de reparto; una decena de changarritos montados en una zona pública y hasta los módulos de preparación hechos por expertos (perdón por la palabra) o, bueno, por estudiantes de arquitectura o por diseñadores. Módulos que prioricen la sanitización de alimentos y una preparación totalmente estéril. Se lanza una convocatoria por medio de las universidades. Se le enseña a las familias a trabajar con rigor sanitario, se les organiza. Se contratan brigadas de reparto (taxis sanitizados, bicicletas que ya se sembraron). Un diseño atractivo, cocineras en batas diseñadas por otros; con cubrebocas y caretas hechas por talleres.
Ni modo. Allí se quedan las ideas. Si el Presidente está sometido a sus propias ideas, pues la idea más fácil es repartir dinero, no echar a andar ideas. Darle más dinero a Ricardo Salinas Pliego para que reparta dinero desde sus bancos. Y los demás, pues son los demás.
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Qué difícil para el Presidente. Le abrió la puerta a Ricardo Salinas Pliego y ya lo tiene hasta la cocina. Y lo reta. Porque si reta a Hugo López-Gatel lo reta a él, como ha dicho el propio López Obrador.
Y qué fácil para Salinas Pliego, y qué difícil para los otros, los demás, nosotros. Una vida fácil para el multimillonario más avaricioso de nuestros días. Carlos Salinas de Gortari le puso en las manos la oportunidad de hacerse multimillonario y desde entonces se ha dado a la tarea de volverlo realidad. A costa de los otros, claro. Sexenios y sexenios sentado junto a presidentes, doblegándolos a su manera. Qué difícil para el Presidente. Qué difícil para los otros, los demás. A cerrar los ojos y a esperar a que termine este sexenio y a ver si en el siguiente alguien más hace algo. Alguien más que vaya por los corruptos y le ponga freno a los avariciosos, a lo que antes se llamaba “la mafia del poder” y que sigue siendo eso: una mafia del poder, agarrado del poder, controlando desde el poder; retando al poder porque se tiene demasiado poder para retarlo.
¿Qué difícil para el Presidente? No. Honestamente, qué difícil para los otros, para nosotros, para todos los demás.
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*Alejandro Páez Varela. Periodista, escritor. Es autor de las novelas Corazón de Kaláshnikov (Alfaguara 2014, Planeta 2008), Música para Perros (Alfaguara 2013), El Reino de las Moscas (Alfaguara 2012) y Oriundo Laredo (Alfaguara 2017). También de los libros de relatos No Incluye Baterías (Cal y Arena 2009) y Paracaídas que no abre (2007). Escribió Presidente en Espera (Planeta 2011) y es coautor de otros libros de periodismo como La Guerra por Juárez (Planeta, 2008), Los Suspirantes 2006 (Planeta 2005) Los Suspirantes 2012 (Planeta 2011), Los Amos de México (2007), Los Intocables (2008) y Los Suspirantes 2018 (Planeta 2017). Fue subdirector editorial de El Universal, subdirector de la revista Día Siete y editor en Reforma y El Economista. Actualmente es director general de SinEmbargo.mx