Pagaron una cifra millonaria por él, viajó 40 horas en carretera pero no había santuario, porque dos gobernadores, entre ellos Quirino Ordaz Coppel, que prometieron construir un lugar para él, pero no lo cumplieron
Marco Vizcarra / Revista Espejo
¡Se vende Big Boy, un elefante! se leía en una página de compra venta de Facebook. Sí, en Facebook.
Pedían millones de pesos, una cifra no revelada en su totalidad por los animalistas que lo rescataron, pero que fue reunida entre varias personas, incluidas empresarias y artistas. Debían sacar al elefante que permanecía encerrado, dentro de una jaula desde hace casi seis años.
El 10 de julio del 2015 entró en vigor la ley de protección animal que prohibió el uso animales como espectáculo en circos, la cual se promovió por el Partido Verde Ecologista de México. Esa legislación contempló el retiro de caballos, tigres, leones, elefantes como Big Boy, cebras, avestruces, chimpancés, perros y demás animales.
Parecía una ley de avanzada tras exhibir maltratos, abandono y asesinato de estos para que aprendieran trucos de manera forzada y así hacer reír a miles de personas por todo el país. Todo iba bien hasta que se aprobó y entró en vigor ante múltiples manifestaciones de cirqueros y asociaciones animales.
Esta ley no incluyó la creación de refugios ni santuarios para esos animales, por lo que muchos de estos quedaron en jaulas, sacrificados o vendidos como Big Boy.
“Mira Arturo, venden este elefante en Facebook”, escribió Amadeo Zazueta a Arturo Islas, ambos miembros de asociaciones de protección animal. Entre ellos, empresarios y artistas lograron recabar el dinero en cifras tasadas en millones de pesos. Fue en un periodo de dos semanas hasta que sucedió.
¿Dónde estaría el elefante?, y se recordó primero la promesa de un político en proceso de campaña, quien ya había prometido un santuario en Jalisco. Pero la respuesta fue negativa, prácticamente en desconocimiento sobre aquel lugar con las condiciones suficientes para dar refugio a los animales rescatados por las organizaciones.
Luego Islas pensó en Quirino Ordaz Coppel, el gobernador de Sinaloa que le prometió hacer la plantación de por lo menos un millar de árboles en áreas deforestadas y un santuario de animales.
“Entró a leer las noticias y veo que ha gastado más de mil millones de pesos en publicidad oficial, pero no en los árboles ni en el santuario”, criticó en conferencia de prensa frente a una veintena de periodistas en Culiacán.
Luego dijo que el enlace que debió ayudarle era José de Jesús Gálvez, Secretario de Innovación Gubernamental, pero que no le resolvió ni una sola petición. Como muestra, tomó su teléfono celular e hizo una llamada frente a los periodistas, lo puso en altavoz y le cuestionó la falta de cumplimiento por el bien animal.
Gálvez no supo qué decir mas que prometer una reunión inmediata con Isabel Mendoza, la actual Secretaria de Desarrollo Sustentable.
“Te dice sí a todo, algunas cosas no se cierran, lo normal que cualquier gobernante”, respondió y luego colgó la llamada.
Había que llevar a Big Boy a un refugio y así hubo empresarios que donaron un espacio al norte de Culiacán, el cual deberá ser adaptado.
Así fue que lo trajeron en un tráiler durante 40 horas, paseando por pueblos donde admiraban al elefante, le daban agua y otros más lo trataban de alimentar, algo muy difícil para un animal que ha sufrido maltrato.
Aquí ya se anunciaba su llegada y de manera temporal el zoológico adaptó un área junto a otros animales de sabana, donde están las jirafas, las cebras y otros más, pero hubo un contratiempo.
El tráiler no tenía permiso para circular por el Paseo Niños Héroes, pues corría el riesgo de quedarse atorado en el Puente Negro como ha sucedido con otros tráileres.
Pasó más de 30 minutos parado, con elementos de tránsito regañando al conductor y al mismo tiempo viendo al animal que mide más de tres metros de altura. Cedieron, no sin antes corregir y hacer un operativo especial de ayuda para traslado por unos tres kilómetros.
Al fin llegó, es un animal asombroso, enorme e imponente que estará durante un mes en el zoológico de Culiacán para ser atendido hasta que se termine de adaptar el santuario donde necesitará cuidados especiales y recursos que se espera puedan ser parte de donaciones de empresarios locales en busca de mantener la vida silvestre.
Estará en un santuario muy lejos de donde naturalmente debió nacer, crecer, reproducirse y morir, pero Big Boy ya no morirá en una jaula ni en manos de un coleccionista que lo sacrificaría, si no de viejo, jugando con el agua, con las mangueras, lejos del bullicio y la tristeza que guarda en su memoria.
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Este trabajo fue publicado originalmente en Revista Espejo que forma parte de la Alianza de Medios de la Red de Periodistas de a Pie. Aquí puedes consultar la publicación original.