La responsabilidad afectiva va de hacernos cargo de nuestras acciones y no dar por sentado nada. Se basa en el diálogo, el acuerdo y el consenso. Implica un sentido de corresponsabilidad, sea para una relación fugaz o de largo aliento
María Teresa Juárez
Twitter: @tuyteresa
“Dejar cadáveres emocionales a nuestro paso no es poliamor, es poli consumo de cuerpos. No existe libertad sin responsabilidad afectiva.”
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“No te enamores de mí”. ¿Has oído esta frase en algún momento de tu vida? O peor aún: ¿la has dicho? El “sexo sin amor” es válido, interesante, rico, divertido, en ocasiones trepidante, lo que no está chido es que sea un pretexto para maltratar, engañar o usar a la otra persona. Intentar “vacunarla” de toda expectativa con frases como ésta es una forma de no asumir responsabilidad.
Y si me enamoro o te enamoras: ¿qué hacemos?, ¿seremos pareja o tomaremos las medidas para evitar lastimarnos? Es importante establecer las coordenadas para entrarle a una relación, sea casual o no.
Hasta hace unas décadas, el guion que escribían para nosotros iba más o menos así: conoces a una persona, se hacen novios, se casan, tienen hijos y viven felices -o infelices- por siempre.
En este limitado mundo no había cabida para las personas solteras, las jefas de familia, madres o padres que crían a sus hijos e hijas por cuenta propia, las parejas del mismo sexo o un hogar conformado por amigas y amigos que han decidido hacer familia.
Hoy es posible tener hijos sin tener relaciones sexuales, no tener hijos y tener una relación de pareja duradera, en algunos contextos está la posibilidad de la adopción para personas solteras, o bien, no tener pareja ni relaciones sexuales; por mencionar algunas de las variantes de la vida sexual y/o afectiva en el siglo veintiuno.
En esta revisión contemporánea, no hay que dar por hecho ni la heterosexualidad ni la monogamia.
Uno de los grandes logros de los derechos humanos ha sido el reconocimiento de los derechos sexuales. Hasta hace algunas décadas, no se consideraban relevantes.
Temas como el disfrute de la sexualidad, la expresión pública de los afectos o el derecho al placer eran relegados al ámbito de lo no urgente. He oído frases como la siguiente: “¡¿Cómo puedes comparar el derecho a la expresión pública de los afectos con el derecho al agua?!”.
Recordemos que los derechos humanos son interdependientes y no tienen jerarquía. No es un capricho pequeñoburgués vivir una vida libre de violencia. Hay contextos donde tomarse de la mano con una pareja del mismo sexo es motivo de violencia extrema.
Mientras amplios sectores se niegan a tratar de forma seria temas como la educación sexual integral… La industria del entretenimiento –realitys, telenovelas, porno, series, videojuegos, etcétera- ha explotado el mundo erótico y sexual.
Si esta industria explota el tema con cuantiosas ganancias, ¿por qué no podemos hablar de ello libremente y decidir al respecto?
Si bien es cierto que el Estado no puede hacerse cargo de nuestro placer, lo que sí le corresponde es garantizar las condiciones para el acceso libre, científico y laico a la educación sexual integral, al menos en nuestro país.
México es una de las naciones que más tratados internacionales ha firmado en materia de derechos humanos y, en particular, en el ámbito de los derechos sexuales y reproductivos.
Durante las Conferencias de El Cairo (1994) y Beijing (1995), el Estado mexicano se comprometió a reconocer los derechos sexuales y reproductivos e instrumentar políticas públicas para hacerlos realidad.
En el año 2008 mediante el Acuerdo Ministerial -celebrado en el marco de la XVII Conferencia Internacional de VIH-Sida- el Estado mexicano se comprometió -entre otros temas- a intensificar las campañas de prevención del VIH-Sida y fortalecer la educación sexual integral, desde la educación básica.
La Reforma Constitucional en materia de Derechos Humanos en 2011, la aprobación de la NOM-046 y la resolución más reciente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación en materia de aborto son un ejemplo de cómo se han concretado estos acuerdos internacionales, aunque aún hay un enorme rezago.
Se han sentado las bases para el reconocimiento de temas como: el derecho a decidir libremente sobre mi cuerpo y mi sexualidad, con quién me relaciono sexual y/o afectivamente, el derecho a la expresión pública de los afectos y el respeto a la privacidad e intimidad, por mencionar algunos.
En otras entregas he mencionado la dimensión ética de la sexualidad, es decir, puede ser muy rico tener relaciones sexuales sin compromiso, esto no implica maltratar, mentir o usar a las/los demás.
Esto implica un concepto clave: la responsabilidad afectiva.
Este planteamiento tiene su raíz en los estudios de la sexualidad y los activismos por los derechos sexuales. Se trata de revisar acuerdos y renovarlos a la luz de las transformaciones históricas y culturales sobre temas como el amor, la sexualidad y las relaciones de pareja.
La idea central es la siguiente: sea cual sea la modalidad que elijas para relacionarte sexual y/o afectivamente es importante:
- Tener comunicación clara, directa y respetuosa respecto al tipo de relación que deseamos.
- Acordar qué tipo de protección usaremos ante embarazos no planeados y/o infecciones de transmisión sexual.
- Hablar acerca de nuestras expectativas: ¿qué quiero?, ¿qué espero?, ¿qué me hace bien?, ¿qué me lastima o molesta?
- Acordar límites: esto se refiere al encuentro sexual: qué me gusta o no me gusta, pero también, a la modalidad de relación que queremos: abierta, cerrada, probar un rato de manera informal y conversarlo más adelante, etcétera. Inevitablemente temas como la sextorsión, el ciberbullying, el ciberacoso y otros ámbitos de la violencia digital forman parte de los focos rojos al relacionarnos con otra persona.
Se trata de asumirnos como sujetas/os ante una relación sexual. Si desde el primer momento no podemos hablar de temas como: con o sin condón, qué tipo de relaciones sexuales nos laten o qué haremos después de este encuentro, no es ahí.
Este tema implica -por supuesto- el consentimiento sexual, pero también la forma y modalidad de la relación.
La responsabilidad afectiva va de hacernos cargo de nuestras acciones y no dar por sentado nada. Se basa en el diálogo, el acuerdo y el consenso.
Algunas voces expertas hacen extensiva esta dimensión a otras relaciones afectivas: como familia, amistades, etcétera.
La responsabilidad afectiva implica un sentido de corresponsabilidad, sea para una relación fugaz o de largo aliento. Quizá no sea muy sencillo hacer nuestro propio guion, lo cierto es que nos da la posibilidad de intentar otras formas de amar y de ser.
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María Teresa Juárez. Guionista, reportera, radialista. Cubre temas culturales, sexualidad, salud, género y memoria histórica. En sus ratos libres explora el mundo gastronómico y literario. Cofundadora de Periodistas de a Pie