Resulta más que relevante que los partidos y quienes deciden participar en la vida pública del país, lo hagan con la suficiente amplitud de miras para responder no solo a las más sentidas demandas sociales sino al variopinto mosaico de la cultura nacional
Por Miguel Ángel Sosa
Twitter: @Mik3_Sosa
Calcular los riesgos es necesario en cualquier situación, pero dejar que ese cálculo se convierta en un bucle interminable de dudas puede significar el fracaso anticipado. Todo es cuestión de decisión pues la certeza absoluta es algo inexistente y subjetivo, ya que, si en la consecución de una meta se espera el escenario perfecto para llevarla a cabo, los plazos pueden alargarse de más y el propio objetivo perder vigencia y valor.
Como en el caso de los escritores de libros que bien pueden quedarse durante toda la vida perfeccionando los manuscritos o, resolver la situación de otra forma, tal vez al hacer un corte de caja y decidirse a publicar la obra en un momento dado, lo mismo sucede en distintas profesiones.
En la política, la obsesión por el timing vuelve a muchos: hombres y mujeres del mañana, de aquellos que pretenden que las cartas los bendigan por arte de magia y que, por desgracia, tal como diría el famoso poema “Los amorosos” de Sabines, no esperan nada, pero esperan.
¿Qué tantas mediciones se necesitan para saber que lo que están haciendo no arroja resultados positivos?, ¿qué escala ocupan para darse cuenta de que pierden adeptos y de que la gente se está yendo por otro camino?, ¿qué respuestas esperan cuando no saben hacerse ni siquiera las preguntas correctas?
A los sabiondos se les olvida que no son omnipresentes y que, por el contrario, tienen a su alcance una limitada visión de las cosas, algo así como una ventana que solo les refleja el mundo a través del tamiz de su propia cosmovisión.
Por ello resulta más que relevante que los partidos y quienes deciden participar en la vida pública del país, lo hagan con la suficiente amplitud de miras para responder no solo a las más sentidas demandas sociales sino al variopinto mosaico de la cultura nacional.
Hoy ya no bastan las estrategias de grupo, ni la marginalidad hecha política pública, ni mucho menos el dogma de unos sí y otros no. México y sus habitantes representan un abanico tan variado, el mismo que a muchos se les olvida y al que pretenden hablar como si fuera una masa uniforme y de tonos fácilmente medibles.
El reto más grande para los partidos es el de conocer al pueblo del que, por cierto, tanto se han alejado. Ciudadanía que, paradójicamente, es el insumo más valioso que necesitan y que será quien les otorgue los votos. Lo cierto es que si no se ponen a hacer la tarea seguirán hablándole al espacio, lanzando mensajes perdidos que solo erran y dan vueltas entre las estrellas. Y así seguir, hasta desaparecer.
ENTRETELONES
Temerosos se les ve a los Ejecutivos estatales, nadie se mueve. Todos van a paso lento como esperando señales y en busca del guiño. Quien diga que no regresó la vieja política, miente. Nomás vean las mañas vintage que se están poniendo nuevamente de moda.