Opinión

El sangriento sueño de Benjamin Netanyahu




octubre 21, 2023

El objetivo real de la sangrienta venganza de Israel en Gaza es consolidar el viejo proyecto sionista de un Israel completamente judío y libre de palestinos

Por Alberto Nájar
X: @anajarnajar

El intento de genocidio en cámara lenta que aplica Israel en Gaza es apenas una cara del objetivo real de Benjamin Netanyahu y sus aliados.

La orden para que un millón de palestinos abandonen la zona norte y se muevan hacia el sur no es para evitar la pérdida de vidas humanas, como oficialmente se dijo.

El objetivo es empujar a la población hacia la frontera con Egipto y obligar a ese país a que se haga cargo de los desplazados.

La idea es, de acuerdo con analistas internacionales, acabar definitivamente con la presencia de los palestinos en Gaza y de esta manera facilitar una nueva –y permanente- ocupación israelí en ese territorio.

Para Netanyahu esto implicaría terminar de una vez con un conflicto que empezó en 1948. Serviría, además, para consolidar el sueño original del sionismo: asegurar el carácter judío de Israel.

Algo inaceptable para Egipto y sus países aliados, que insisten en reivindicar como árabe la zona completa que alguna vez fue Palestina y que incluye lo que hoy es el territorio israelí.

Es una de las razones por las que el gobierno del presidente egipcio se resiste a abrir su frontera con Gaza a través del paso de Rafah.

Si permite el ingreso de cientos de miles de personas existe el riesgo de que Netanyahu impida su regreso a Gaza.

Esto implicaría una nueva Nakba, como la ocurrida en 1948 cuando más de un millón de palestinos tuvieron que huir y nunca se permitió su retorno, a pesar de múltiples resoluciones de la ONU.

Nakba en árabe significa “catástrofe”, y representa la mayor tragedia en la historia reciente de Palestina.

Un elemento adicional es que Egipto ya alberga a más de 9 millones de refugiados de otros países, sobre todo del sur de África, y no tendría recursos para sostener a más personas.

Además, de acuerdo con funcionarios israelíes existe el plan de que el resto de los palestinos que permanezcan en Gaza se muevan hacia el Sinaí, que podría convertirse en un enorme campo de refugiados permanentes como ocurre con Jordania y Líbano.

Se trata de una región sensible para Egipto pues representa la comunicación directa con el Canal de Suez.

Allí fue el escenario de la guerra del Ramadán, en 1973, cuando los egipcios perdieron el control de esa importante zona comercial durante varias décadas.

La presencia palestina en el Sinaí implica concretar el viejo proyecto judío conocido como “la transferencia”, que en sentido estricto significa un proceso de limpieza social.

Por si fuera poco, existen serias dudas sobre lo que sucedería después de la eventual ocupación militar de Gaza que ansía Benjamin Netanyahu:

Hay muchas posibilidades de que a la presencia militar le siga el proceso de colonización que aplica Israel en los territorios palestinos ocupados, y que supuestamente deberían mantenerse libres de población.

A esto se suman las consecuencias mundiales que habría si Netanyahu avanza en el genocidio palestino que tanto anhela.

El intento de someter a Hamas costaría miles de vidas, no sólo de civiles palestinos sino de soldados israelíes y militantes del grupo islámico.

La batalla debería librarse en el Metro de Gaza, una extensa red de túneles construidos por Hamas en las últimas décadas y que representan su principal refugio.

La invasión que pretende Tel Aviv desencadenaría una fuerte respuesta de Hezbolá, uno de los grupos islámicos más fuertes de la región y que mantiene el control casi total de Líbano.

Algunos especialistas creen que Hezbolá cuenta con más de 150 mil cohetes y misiles de alcance medio. Israel lo tiene muy presente.

En 2006 se enfrentó con Líbano en una guerra que terminó sin vencedor, y en la que las fuerzas armadas israelíes perdieron cientos de soldados y muchos de sus avanzados carros de combate por minas terrestres y emboscadas.

Si se concreta la invasión de Gaza, en el sur de Tel Aviv, Hezbolá podría lanzar una fuerte ofensiva en el norte lo que obligaría a Israel a librar una batalla en dos frentes.

No está claro, además, la reacción de Irán ante una sangrienta cruzada como la que ansía Netanyahu, ni tampoco la respuesta que habría de Estados Unidos y sus aliados.

Tampoco se sabe hasta qué punto países como Egipto, Arabia Saudita o Qatar mantendrían su posición de buscar una salida negociada al conflicto.

Es una situación extremadamente compleja donde la única salida es parar la carnicería que aplaude y goza Benjamin Netanyahu, y obligar a muchos israelíes que acepten la existencia del Estado Palestino al que impunemente despojaron de su territorio.

***

Alberto Najar. Productor para México y Centroamérica de la cadena británica BBC World Service. Periodista especializado en cobertura de temas sociales como narcotráfico, migración y trata de personas. Editor de En el Camino y presidente de la Red de Periodistas de a Pie.

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