Álvarez Máynez ha sorprendido con sus dotes de orador. Xóchitl se ha defendido, con un discurso más sentido que ensayado. La doctora Sheinbaum queda a deber: se nota que no posee el carisma ni el talante político de AMLO, da la impresión de que la doctora sigue un guión y no se permite ser ella
Por Hernán Ochoa Tovar
El pasado 1 de marzo, las campañas presidenciales tuvieron su arranque formal. Aunque apenas se han dado pinceladas de lo que serán las propuestas como tal, podemos irnos dando una idea acerca del rumbo por el cual discurrirán las agendas de las candidatas y el candidato. Y, aunque algunas proposiciones son una colección de lugares comunes, resaltan algunas dignas de analizar y será lo que analice en la presente colaboración.
Para comenzar, la oposición, representada por Xóchitl Gálvez, ha intentado mantener una ruta crítica y disruptiva, pero sin romper totalmente con algunos puntos de la agenda establecida. Me explico: una de las falencias que ha tenido el sistema político por años, es que cada mandatario suele tener su agenda y a muchos programas no se les da continuidad una vez que el sexenio ha concluido. Ello se ha visto, de manera fundamental, en materia educativa, donde desde hace varias administraciones no hemos visto una agenda a largo plazo, siendo la misma modificada por los tres últimos mandatarios (Felipe Calderón, Enrique Peña Nieto y Andrés Manuel López Obrador).
Bajo esta tesitura, se ha visto que Xóchitl Gálvez ha tratado de mantener una ruta alterna: aunque ha criticado diversas acciones fallidas del gobierno de López Obrador, no ha intentado una ruptura total con la agenda del tabasqueño, sino que ha trazado un planteamiento que me parece sensato: dejar y concluir algunas cuestiones realizadas por la presente gestión –particularmente los programas sociales– y corregir las falencias existentes (destacadamente en el ámbito de seguridad y sanitario). Sin embargo, en ciertas fallas ha intentado reformar el actuar y no la estructura; ejemplo de esto es que plantea el fortalecimiento de la Guardia Nacional bajo un mando civil –como la corporación fue concebida originalmente– y con más elementos para combatir a la delincuencia organizada. Asimismo, dijo que sí concluiría la construcción de la Refinería de Dos Bocas –la cual fue muy criticada desde el franco opositor–, deslizando que la inauguración de la misma encarnó una falacia, pues el dichoso inmueble sigue sin funcionar a unos meses de que el sexenio termine.
Aunado de ello, propuso modificar el programa “Jóvenes Construyendo el Futuro” para que tenga un mayor alcance y vinculación, renombrándolo “Sisi”. Pero, en lo que sí se ve una ruptura es el ámbito de las Fuerzas Armadas, pues retomó aquella propuesta obradorista –que dio un giro de 180 grados cuando AMLO tomó posesión– de retornar al ejército a sus cuarteles, dejándolo sólo para combatir en aquellas áreas donde haya problemas más fuertes de seguridad; proponiendo retirarlo de las laborales para los cuales no se encuentra cabalmente capacitado y actualmente se encuentra laborando, destacadamente en el ámbito de la infraestructura, pues, en este sexenio ¡las FF.AA. se tornaron en la llave mil usos del gobierno federal, por la multiplicidad de tareas que se les han encomendado¡ Y eso se pretende revertir. Parece una propuesta sensata y digna de análisis fino (nada se puede dejar al garete, valga aclarar).
Ora que, en lo tocante al oficialismo, veo una gran continuidad, tanto discursiva como programática, aunque con algunas leves diferencias, entre la propuesta de Claudia Sheinbaum y los planes de AMLO. Esto porque la doctora Claudia Sheinbaum pretende continuar con la agenda impulsada por el presidente López Obrador, aunque con una mayor expansión en algunas áreas en las que el presente gobierno vio de soslayo. Esto puede verse a cabalidad en los 100 compromisos realizados por la candidata oficialista. Primeramente, las agendas educativa y de seguridad parecen tener vasos comunicantes con los planteamientos obradoristas, viéndose muy pocas diferencias (quizá una mayor cobertura de preparatoria y una sutil crítica a USICAMM, pero nada más allá), proponiendo dar continuidad a la Nueva Escuela Mexicana sin siquiera un cuestionamiento somero, lo cual puede tener luces, pero también sombras a mi juicio, pues toda política pública es perfectible; aunque celebro que, en ese tenor se esté pensando a largo plazo, más allá de la consabida frontera sexenal. Sin embargo, en seguridad no hay variaciones; hecho que resulta preocupante, pues, si en algo ha quedado a deber la presente administración, es justamente en ese ámbito. Pero la doctora Sheinbaum y sus asesores han estimado ello de distinta manera, justamente cuando la lógica indica que podrían fortalecer más áreas defensivas sin dejar de atender el tejido social (que es lo que la difusión más arguye).
Quizás hay buenas intenciones en el programa cultural y proponer acciones tangibles para lograr una república de lectores –hecho que personalmente–. Pero querer ratificar a Paco Ignacio Taibo en esa posición me parece desafortunado. No porque Taibo fuese malo como intelectual, sino porque como funcionario ha quedado a deber y ha ideologizado grandemente a una institución que se caracterizaba por su pluralismo, como lo es el FCE. Y aunque se agradecen algunos de sus programas de acercamiento a la lectura; creo que es necesario poner frente a tan importante institución a alguien más abierto al diálogo y que no posea una visión tan sectaria del sector intelectual y de la literatura.
Por otra parte, quizás la mayor novedad de los planteamientos de la doctora Sheinbaum se sitúa en los ámbitos de la ciencia, el ambiente y la mujer. En estos ámbitos se percibe que la candidata oficialista posee una visión más profunda y quiere tener un mayor margen de acción respecto al gobierno de López Obrador, el cual ha tenido una política de claroscuros con estos sectores. Se visualiza un mayor compromiso con los mismos –llegando a proponer hasta el lanzamiento de un satélite mexicano–, y mucha más claridad respecto a la actualidad. Se percibe un trabajo de escritorio con áreas a las cuales el gobierno actual no les ha dado mucho foco, proponiendo una franca recompostura en algunas áreas, pues con los programas de los centros de desarrollo infantil se retoma la política pública en la materia (la cual se perdió en este sexenio); mientras, el programa de mantenimiento a carreteras y las energías limpia implicarían una ruptura, pues, para la presente administración no fueron una prioridad y la infraestructura se ha focalizado en unos cuantos proyectos insignia. Según se esgrime, la doctora Sheinbaum parece querer romper con esa tendencia. Ya se verá en su momento, según sea el caso.
Como se puede ver, esto apenas va arrancando y da para más de una columna. Como cereza en el pastel, haré un comentario sobre el carisma y la retórica de las candidatas y el candidato.
Jorge Álvarez Máynez ha sorprendido con sus dotes de orador. Xóchitl Gálvez, se ha defendido, con un discurso más sentido que ensayado. Pero, en ese tenor, la doctora Sheinbaum queda a deber: se nota que no posee el carisma ni el talante político de AMLO. Lo que a él le resultaba verosímil –aunque fuera ocurrente– en ella no surte el mismo efecto. Además, el personaje de AMLO era ya por todos conocido y ello fue lo que le permitió catapultarse hacia donde está. Sin embargo, me da la impresión de que la doctora sigue un guión y no se permite ser ella. Ojalá intentara más esto último. Es triste que una persona con su brillantez y su trayectoria, sólo intente seguir el instructivo para lograr un fin. Lo dejo abierto a la reflexión. Gracias de antemano.