Su cuarto estaba poblado de libros acumulados, un teléfono siempre ocupado, un cuadro de Pedro Coronel, un collage de Vicente Rojo y una colección de dibujos de Cuevas. Demos una visita a aquel joven Monsi, ¿cómo se vestía?, ¿qué lugares visitaba?
Por Évolet Aceves
X: @EvoletAceves
“Requiero del ruido sin cesar y deseo siempre estar al día en pop-music”
Carlos Monsiváis
Mucho tiempo llevaba yo buscando este libro que, cuentan las malas lenguas, cuando fue distribuido en el año de 1966, el mismo Carlos Aceves Monsiváis, de entonces 28 años, se encargó de ir de librería en librería a erradicar todo vestigio de su propia autobiografía, una bella edición color verde con una fotografía suya, joven, con lentes oscuros y redondos, a manera de serigrafía y que me recuerda a las fotografías de John Lennon o a los carteles de Avándaro.
Pero esa fue la segunda reimpresión; la primera fue aquella encargada por Emmanuel Carballo, quien se dio a la tarea de reunir a varios de los intelectuales y escritores jóvenes, entre ellos José Emilio Pacheco, Beatriz Espejo, Gustavo Sáinz, Juan García Ponce, Salvador Elizondo, Vicente Leñero, Sergio Pitol, a quienes les encomendó escribir en menos de 80 páginas una breve autobiografía.
La reedición de este libro se debe al toluqueño Alejandro Cruz Sánchez, entonces presidente de la Fundación Caballero Águila, casa editorial que publica esta segunda edición de Autobiografía Carlos Monsiváis (2019), y que se puede conseguir exclusivamente en el Museo del Estanquillo, sobre la calle de Madero e Isabel la Católica, en el Centro Histórico de la Ciudad de México.
En 2006, Monsiváis, pese a las expectativas de la audiencia, acudió puntual a Toluca para recibir el Bastón de Mando de los Caballeros Águila, un premio por su trayectoria que también han recibido otras figuras promotoras de la cultura en México desde distintas disciplinas, entre ellos Cristina Pacheco, Laura Esquivel, Luis Nishizawa o Yuri de Gortari.
Éste, que fue su segundo libro —sólo después de haber publicado su Antología de la poesía mexicana del siglo XX—, consta de diez capítulos en donde ya se vislumbra su fehaciente humor, sus intereses políticos, su cinismo y presunción en cuanto a su acervo literario, cultural y popular, su amor a la música y, por supuesto, al cine, sobre todo al de la época de oro, así como también datos curiosos de su infancia y adolescencia.
El joven Monsiváis se declara fiel aborrecedor del deporte, mostrando, en cambio, gran fascinación hacia los comics y a la literatura, “leí las divulgaciones freudianas de Gómez Nerea y agoté a Jane Austen y vislumbré […] las posibilidades de la sátira, y me fascinaban las novelas de Martín Luis Guzmán y Rómulo Gallegos, los folletones de Eugenio Sue y Vicente Riva Palacio, las biografías de Ludwig y Zweig […] No me quedaba entonces sino la novelería y en ella me refugié con ánimo ortodoxo”.
Pero demos una visita a aquel joven Monsi, ¿cómo se vestía?, ¿qué lugares visitaba?, “me niego a reconocerme en aquel torpe adolescente pelado a la brush, quien, como habría de ser costumbre, queriendo estar a la moda sólo quería vestir pavorosamente y cuyo mal gusto llegaba al refinamiento de los calcetines fosforescentes y las chamarras con escudos gigantescos de la Universidad; ese adolescente que deambulaba por las librerías de viejo y seguía creyendo en los Domingos de la Lagunilla y las matinés del cine Río […] debo trascender mis limitaciones, traumas y complejos: ya me di cuenta de que te sientes (y eres) feo”.
Pero su devoción al cine mexicano de la época de oro lo llevaba desde entonces como se lleva un crucifijo, una esclava desde niño: “Para mí la Revolución Mexicana era Dolores del Río llorando ante el cadáver de Pedro Armendáriz o Domingo Soler”.
Su carrera literaria comienza en 1957, por invitación de José Emilio Pacheco a dirigir el suplemento cultural de la revista Estaciones, dirigida por el médico y poeta Elías Nandino, con asiduas colaboraciones de los entonces jóvenes escritores: Pitol, Sainz, Elizondo, Melo. Posteriormente, Monsiváis llegaría a colaborar en México en la cultura,el suplemento cultural del periódico Novedades bajo la dirección de Fernando Benítez, donde Carballo entrevistaba a grandes escritores de décadas pasadas, Elena Poniatowska surtía entrevistas a artistas de distintas disciplinas, y también colaboraban Reyes, Paz, Rulfo, Pellicer, de la Colina, Ponce, mientras José Luis Cuevas la ilustraba.
Su ingreso a Radio Universidad se da a raíz de la partida de Nancy Cárdenas a Yale en 1960, cuando la dramaturga y crítica de cine decide heredar a Monsiváis su programa radiofónico El cine y la crítica, aunque, reconoce, entonces su conocimiento de cine era pobrísimo, según él.
Algunas de sus influencias literarias: “Mis primeras incitaciones al plagio se llamaron Alfonso Reyes y Salvador Novo. Reyes me deslumbraba al proponer una cultura mexicana donde la etiqueta resultase lo de menos […] Por Novo entiendo que el español no es nada más el idioma que los académicos han registrado a su nombre, sino algo vivo, útil, que me pertenece […] en Novo he estudiado la ironía, la sátira y la sabiduría literaria, y si no he aprendido nada, don’t blame him”, pero también afirma que le atrae el genio poético de Pellicer y la manera de Vasconcelos de sostener las ideas, pese a que le resultan intolerables. Asimismo, habla de la maestría literaria de Arreola en cuanto a la brevedad creativa y de Paz reconoce la influencia en las entonces jóvenes generaciones de los 60.
Su cuarto estaba poblado de libros acumulados, un teléfono siempre ocupado, un cuadro de Pedro Coronel, un collage de Vicente Rojo y una colección de dibujos de Cuevas.
Habla de una breve estadía en un seminario internacional en la Universidad de Harvard, donde fue visitante representando a México, aunque habla más de sus escapadas a Nueva York: “Nueva York para mí es la Ciudad, el lugar donde crecen los estímulos. La perspectiva de ver seis buenas películas en un día y de enfrentarme por primera vez a la pintura y epatarme con shows psicodélicos y de oír a Allen Ginsberg exigir la legalización de la marihuana y de aburrirme con las películas de Andy Warhol, me abrumó”.
En los últimos renglones de su autobiografía, Monsiváis termina afirmando: “Me apasionan mis defectos: el exhibicionismo, la arbitrariedad, la incertidumbre, el snobismo, la condición azarosa […] Tengo 28 años y no conozco Europa.
Carlos Monsiváis.
México, D.F., octubre de 1966”.
Si le da curiosidad conocer más sobre la vida del joven Monsi, corra al Estanquillo en busca de este libro cuyo tiraje fue tan sólo de mil ejemplares. Posiblemente éste sea el libro menos conocido de Monsiváis, y continúa pasando desapercibido. Eso sí, el lector no encontrará nada en relación con su homosexualidad, para esa parte de su vida privada recomiendo un clásico de Braulio Peralta, El clóset de cristal (Ediciones B, 2016).
everaceves5@gmail.com
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Évolet Aceves escribe poesía, cuento, novela, ensayo, crónica y textos híbridos. Psicóloga, fotógrafa y periodista cultural. Estudió en México y Polonia. Ha colaborado en revistas y suplementos culturales, como: Pie de Página, Nexos, Replicante, La Lengua de Sor Juana, Praxis, La Libreta de Irma, El Cultural (La Razón), Revista Este País, entre otros. Fue galardonada en el Certamen de ensayo Jesús Reyes Heroles (Universidad Veracruzana y Revista Praxis, 2021). Ha realizado dos exposiciones fotográficas individuales: México Seductor (2015) y Anacronismo de la Cotidianeidad (2017). Ha trabajado en Capgemini, Amazon y actualmente en Microsoft. Esteta y transfeminista.