Son muchos los actos que realizó por esta ciudad, pero quizás su mayor mérito fue organizar en Paso del Norte la defensa contra las fuerzas invasoras de Estados Unidos en la guerra de 1846-1848 y dar cobijo a cientos de mexicanos que fueron expulsados de sus propiedades al perder México casi la mitad de su territorio. Con ellos habría de fundar Guadalupe y San Ignacio (hoy Praxedis G. Guerrero), en el actual valle de Juárez
Juan de Dios Olivas
Apuntes Políticos
Ciudad Juárez – No tiene monumentos en su honor, una fecha para recordarlo, ni sus méritos son reconocidos por la historia oficial; pero el padre Ramón Ortiz es uno de los grandes héroes que ha tenido México y en particular Ciudad Juárez.
Una calle de la zona Centro lleva su nombre; sin embargo, sus habitantes y comerciantes, así como quienes transitan por ella, no saben quién es él.
No obstante, son muchos los actos que realizó por esta ciudad, pero quizás su mayor merito, fue organizar aquí, en Paso del Norte, la defensa contra las fuerzas invasoras de Estados Unidos en la guerra de 1846-1848 y dar cobijo a cientos de mexicanos que fueron expulsados de sus propiedades al perder México casi la mitad de su territorio. Con ellos habría de fundar Guadalupe y San Ignacio (hoy Praxedis G. Guerrero), en el actual valle de Juárez, además de otras comunidades en la frontera mexicana.
Ramón nació en Santa Fe el 28 de enero de 1814 en Nuevo México, fue el menor de once hijos del matrimonio formado por el alférez real Antonio Ortiz y María Teresa Mier.
Su familia fue descendiente de los primeros colonos españoles que llegaron al norte para colonizar los territorios que posteriormente formarían parte de la Nueva España. Su niñez y adolescencia trascurrieron en épocas donde el dominio de la corona española llegaba a su fin y México obtenía su independencia.
A los 18 años fue enviado por su familia a Durango donde estudió teología con el obispo José Antonio Laureano de Zubiría y quien tras ordenarlo sacerdote, en 1836 lo envió a la parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe, en Paso del Norte, hoy Ciudad Juárez.
En su carácter de cura párroco de la misión de Guadalupe, destacó por su hospitalidad y servicio a la comunidad, incluso con los invasores, lo que quedaría de manifiesto ese mismo año, durante los primeros movimientos que buscaban independizar a Texas de México y anexarla posteriormente a la nación estadounidense.
El padre Ortiz convirtió su parroquia en taller de costura y construyó una gran cocina para proporcionar lo indispensable a 180 texanos, capturados en combate y hechos prisioneros de guerra por el ejército mexicano a quienes no obstante ser considerados enemigos de la Patria, los trató como su profesión religiosa se lo exigía y les ayudó a recuperarse.
Sin embargo, el conflicto apenas iniciaba. La anexión de Texas a Estados Unidos fue el inicio de un proyecto de expansión territorial a costa de México.
La región de Paso del Norte, ajena al conflicto, pronto se vio envuelta en la guerra entre los dos países, relata el historiador Martín González de la Vara, en Breve Historia de Ciudad Juárez.
Los estadounidenses avanzaron a México por varios frentes, uno de ellos por el oeste con tropas al mando del coronel Stephen Kearny, que avanzaron de Fort Leavenworth para ocupar Nuevo México y California. Llegaron a Santa Fe y la tomaron sin encontrar resistencia. Desde ahí era obvio que el siguiente paso era avanzar sobre Chihuahua.
Se une a la defensa de México
En 1846, al ver las necesidades de defender la soberanía de México, Ramón Ortiz se unió a la causa por defender a su País y desde el púlpito inició su activismo dando sermones en contra de la invasión estadounidense y exhortando a la población a atender los llamados de las autoridades mexicanas que requerían soldados para conformar la defensa de la patria.
En junio de ese mismo año, junto con el prefecto de Paso del Norte, Sebastián Bermúdez y el coronel José Ignacio Ronquillo, se dedicó a reclutar gente y, al mes siguiente, Ortiz partió junto con una columna de 380 “soldados” al mando del coronel Mauricio Ugarte con rumbo a Socorro, cerca de Santa Fe, para enfrentarse a las fuerzas invasoras de Estados Unidos de Phillip Kearny que hostigaban al gobernador de Nuevo México, Manuel Armijo.
En Paso del Norte se unió también a la milicia de Chihuahua que salió a combatir al invasor y participa en la batalla de Temascalito, que se desarrolló al noroeste de la actual Ciudad Juárez, en un paraje llamado Vado, Nuevo México, un 25 de diciembre de 1846 y en la que los mexicanos fueron derrotados.
El padre Ortiz fue hecho prisionero y llevado por las tropas estadounidenses en su avance a Chihuahua capital.
Como prisionero, al cura Ramón se le permitió ejercer el sacerdocio entre las tropas invasoras, principalmente las de origen irlandés de religión católica; pero también esa condición le hace ser testigo de la batalla del río de Sacramento donde nuevamente el ejército mexicano fue derrotado.
Previamente el coronel Stephen W. Kearny, tras ocupar Santa Fe, Nuevo México, lo declaró parte de los Estados Unidos, después formó tres núcleos, de los cuales uno debería dirigirse hacia California para efectuar su anexión, otro permanecería en Santa Fe y el último, bajo las órdenes del coronel Alexander W. Doniphan, atacaría Chihuahua.
Bajo custodia de este último, sería llevado preso el padre Ramón Ortiz, quien sería testigo de varias batallas más en las que se perdió contra el ejército invasor y tras las cuales fue liberado finalmente.
Se postula diputado federal, va contra el Tratado de Guadalupe Hidalgo
Al regresar a Paso del Norte, se vería obligado a dejar el sacerdocio al ser atacado por sus enemigos dentro de la iglesia. Sin embargo, eso no le impediría seguir con su labor de ayuda a los más necesitados y a su país.
En 1848, antes de terminar la guerra de México contra Estados Unidos, se postula para diputado federal y desde ese cargo votó en contra del Tratado de Paz de Guadalupe Hidalgo e hizo ver a los legisladores de entonces el grave daño que ocasionaban a la población fronteriza y, principalmente, a la nación con la firma de ese acuerdo.
“Perdidas las fértiles riberas, los montes, las salinas y todos los terrenos, en fin, que habitantes de Paso del Norte poseen en la parte izquierda del Río Bravo… habrán desaparecido todos los elementos con que contaban para subsistir… trasladarán su residencia a la otra margen del río, pues pasando éste sin dejar a la población ni sus ejidos por el lado Este, tendrán que ocurrir a un país extranjero aún para la leña, carbón de consumo y la empalizada para llevar agua al centro de la villa… tal sería el conflicto en que se pondría a un distrito de 15, 000 habitantes”, manifestó el sacerdote, uno de los héroes que ha dado la entidad al país y cuyo relato fue recopilado por Ramón Alcaraz en “Apuntes para la guerra entre México y Estados Unidos”.
Tras el fin de la guerra, muchos mexicanos fueron desplazados al ser despojados de sus propiedades, algunos siguieron en Estados Unidos; pero también hubo quienes prefirieron irse a territorio mexicano cargando hasta con sus muertos.
Por ello, en 1849 lo comisionó el gobierno mexicano para que se encargara del traslado de los connacionales que no quisieron perder su nacionalidad.
Como comisionado acudió a Nuevo México, donde encontró que centenares de mexicanos querían irse a México por miedo a ser esclavizados y por no tener bienes ya. La mayoría eran de las clases más pobres y su situación económica era precaria por la combinación económica generada por la guerra y el mal tiempo.
De manera más inmediata, la combinación de la guerra y el mal tiempo los había dejado en una situación económica desesperada.
En Santa Fe fue recibido por las nuevas autoridades quienes pensaban que no tendría éxito y se ofrecieron a proporcionar transporte a los mexicanos que buscaran la repatriación. Sin embargo, nada más en San Miguel del Vado recibió 900 solicitudes de asistencia de repatriación.
Lo anterior molestó a las autoridades de Nuevo México quienes vieron en Ortiz “un peligro para la paz” y le pidieron que no reclutara directamente a las familias mexicanas. También buscaron que el gobierno diera fin a la repatriación, puesto que requerían mano de obra casi esclava para sus agricultores, ganaderos y mineros.
Estados Unidos estableció que el tratado de Guadalupe Hidalgo no había cubierto la repatriación, y la actividad de Ortiz fue considerada ilegal debido a que el Tratado de Guadalupe Hidalgo daba “garantías” a los mexicanos que deseaban quedarse a vivir en los territorios conquistados por Estados Unidos. México protesto por el acoso que recibió Ramón Ortiz.
Por ello, Ortiz se vio obligado a regresar a Chihuahua, donde el gobernador, el general Ángel Frías, le otorgó facultades para “anunciar y dar la posesión de la tierra que se necesita para formar nuevas ciudades”.
Las ciudades principales en Chihuahua construidas por los repatriados de Nuevo México fueron Guadalupe y San Ignacio, hoy Praxedis G. Guerrero (1849), La Mesilla (1850), Refugio de los Amoles (1852) y San Tomás de Iturbide (1853).
Algunos de los colonos volvieron a quedar en territorio de Estados Unidos en contra de su voluntad debido a que México vendió el territorio de La Mesilla.
Sin embargo, las promesas del gobierno mexicano de asistencia a los repatriados con el abastecimiento de semillas, no se cumplieron y a menudo se generaron intrigas que afectaron al cura Ramón Ortiz.
En 1853 fue acusado por sus enemigos de malversar fondos de la repatriación de mexicanos y abandonó esa comisión decepcionado por las infamias en su contra.
Adiós a la política
Tras separase de la política, regresó a su parroquia donde permaneció hasta el final de sus días.
No hay registros de que en fechas posteriores se haya inmiscuido en la resistencia que Benito Juárez encabezó en Chihuahua contra las fuerzas francesas, pero asistió al traslado de los restos del general Manuel Ojinaga, de Santo Tomás a Guerrero en 1870.
Ojinaga había muerto a manos del ejército imperialista y se le consideraba un héroe en la lucha contra los franceses.
Finalmente, en Paso del Norte, ya renombrado como Ciudad Juárez, murió de cáncer el 11 de marzo de 1896 y fue sepultado en el panteón ubicado en la misión de San José, a donde fue llevado acompañado por miles de personas procedentes de la región quienes de esa forma le rindieron un homenaje.
Con el paso del tiempo ese panteón ha ido desapareciendo, pero su tumba junto con la lápida que la identifica, aún se encuentran en la actualidad.
Ramón Ortiz, vivió casi todo el siglo XX y fue testigo prácticamente de todos los hechos históricos que llevaron a transformar Paso del Norte: vivió de pequeño el proceso de la Independencia de México de España, fue testigo de los anhelos separatistas de los texanos que años después desatarían la guerra de Estados Unidos en contra de los mexicanos. Estaba en la misión de Guadalupe cuando Benito Juárez llego a buscar refugio en la frontera y fue testigo de la llegada del ferrocarril a esta ciudad y el nombramiento de Paso del Norte como Ciudad Juárez.
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FUENTES:
http://www2.uacj.mx/cronologia/recinto_/ortiz_ramon.htm
Breve Historia de Ciudad Juárez y su región; Visión Histórica de la Frontera Norte de México; Apuntes para la guerra entre México y Estados Unidos
www.sedena.gob.mx
Fotos: Ralph Emerson. La historia de la Ocupación Militar de Nuevo México.
Smith Brooks Company, Publishers. 1909