Julia Monárrez Fragoso
Profesora-Investigadora,
Colegio de la Frontera Norte
Los pasados violentos marcan la historia de Nuestra América. Asimismo, a partir del siglo XX, también la determinan: la aspiración y la lucha ciudadana por dejar atrás la violencia estructural/política/criminal que gran parte de esta región ha vivido y sobrevivido. Argentina, Chile, Uruguay, Guatemala, Perú, El Salvador , Colombia y recientemente México, son ejemplos de sociedades que iniciaron el tránsito de un pasado (presente) de situaciones de violencia extrema, o situaciones límite, hacia un futuro de paz.
La transición mexicana inicia simbólicamente en diciembre del año 2017. El entonces candidato a la presidencia de México, Andrés Manuel López Obrador, introdujo, en las promesas de campaña electoral, el tema de la amnistía. Precisó que era necesario pacificar y serenar al país, resultado de la estrategia fallida de la llamada Guerra contra las Drogas, que inició formalmente en México, el año 2006 y continúa hasta el presente; independientemente de que él la dio por terminada el 30 de enero del 2019.
A 20 meses de la revelación de esta fractura con el pasado, vale retomar la pregunta de Alejandro Castillejo Cuéllar ¿es posible pensar la transición como una continuidad en distintos registros antes que como la ruptura con la que con frecuencia se presenta? Intento dar una respuesta a través de cuatro dispositivos que permean el escenario transicional mexicano, por quien lidera la agenda política de la nación mexicana, Andrés Manuel López Obrador, para encarar el pasado reciente: negacionismo, revisionismo, despolitización y repolitización de las memorias de las injusticias de los pasados violentos.
Negacionismo: Una de las primeras acciones que llevó a cabo, ya como presidente electo, fue la organización de Foros de Pacificación en varios estados de la República. El objetivo principal era recabar los testimonios de víctimas y sus propuestas para la pacificación del país. Él proponía perdón y olvido. Palabras más, palabras menos, arengó que el mal se enfrenta con el bien; si aplicamos la Ley del Talión: ojo por ojo, diente por diente, acabaríamos “chimuelos”. Las victimas contestaban: “No,” “Verdad,” “Justicia.” Igualmente, otros colectivos se adueñaron de otro tema que fue negado: regresar a los militares a los cuarteles. Finalmente, los foros se suspendieron, hasta la fecha no se sabe cuáles fueron las demandas de las víctimas desde las diferencias de género, clase social, etnia, territorio, etc.
Por otro lado, el uso indiscriminado del ejército y su presencia en tareas de seguridad ciudadana, se legalizó en mayo del 2019.
Revisionismo: En aras de acometer y deslindarse del pasado, sus críticas a las políticas neoliberales y los presidentes neoliberales (1982-2018), son una constante. Todos ellos le dejaron “un cochinero” el cual se refleja, entre otros aspectos, en la violencia que sufre la nación mexicana. La memoria de las burocracias de la muerte, políticas y mercantiles – como las llama Hannah Arendt -por años y por mandato, las adereza con calificativos tales como: “la mafia del poder”, “los fifís” “los conservadores” “mis adversarios”, “mis enemigos”, y los contrapone con “el pueblo bueno y sabio.” Olvida que él ya es un engranaje del sistema gobierno y que las violaciones a los derechos humanos, se deben asumir como responsabilidad de Estado.
Despolitización: La académica feminista, Lucia Melgar, en una editorial titulada: ¿al diablo la laicidad? Advierte que López Obrador, en su afán de destruir el pasado neoliberal, ha echado por la borda programas y políticas públicas que fueron producto de las demandas de la sociedad civil organizada en conjunción con regímenes anteriores. Aunado a esto, también ha dado un papel preminente, en su gobierno, a las iglesias cristianas lo cual supone una amenaza para “el carácter laico de la República y rompen, no con el pasado “neoliberal”, sino con el legado liberal del siglo XIX: la separación de las iglesias y el Estado.” Mientras las organizaciones de la sociedad civil, al igual que la Comisión Nacional de Derechos, son vilipendiadas constantemente por él.
Repolitización: El abandono estructural y la vulnerabilidad política inducida de la sociedad mexicana, es la simiente donde ha germinado el culto a la personalidad de un discurso patriarcal, religioso y fundamentalista. Se privilegia introducir la cartilla moral para terminar con la violencia, la corrupción y otros “pecados sociales” que aquejan a la sociedad dejando a un lado la Constitución Mexicana, en aras de consultas populares que no cumplen los mínimos estándares internacionales. Igualmente, se hace un llamado a las madres buenas para que aparten a sus hijos del mal camino.
El escenario transicional está abierto. Caminar a la paz requiere de un largo proceso; éste se debilita y representa un riesgo mayor, cuando, desde la máxima autoridad se utilizan los dispositivos del negacionismo, revisionismo, despolitización y repolitización. Estos mecanismos abonan a la continuidad, ya que olvidan las agendas de las víctimas y privilegian las de otros grupos, que no necesariamente, están ligadas al proceso de paz.
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Julia Monárrez Fragoso. Doctora en Ciencias Sociales con especialización en Estudios de la Mujer y Relaciones de Género, por la Universidad Autónoma Metropolitana. Profesora investigadora titular C desde 1995 en El Colegio de la Frontera Norte. Sus temas de investigación son: mujeres, género y frontera. En año el 2009 participó con un affidávit “Peritaje sobre feminicidio sexual sistémico en Ciudad Juárez” en el juicio en que la Corte Interamericana de Derechos Humanos responsabilizó al Estado mexicano por el caso 12.498 “González y otras vs México” Campo Algodonero”. Becaria del programa Fulbright-García Robles para investigadoras mexicanas 2014-2015, con el Proyecto de investigación: Chicana Epistemologies on Memory and Human Worth on the US-Mexico Border. Panelista en la sesión 29 del Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, Palacio de las Naciones, Ginebra Suiza, 2015.