En el intento de capturar a un hijo de Joaquín “El Chapo” Guzmán se cometieron varios errores. Pero el más grave no fue que los militares lo dejaron ir, sino la deficiente estrategia para informar de los hechos. Esta vez el impacto será más que unos puntos menos en la popularidad del presidente
Alberto Najar
@anajarnajar
Ciudad de México – Fue una operación “precipitada”. Así define el secretario de la Defensa Luis Crescencio Sandoval el intento de capturar a Ovidio Guzmán López, “El Ratón”, uno de los hijos de Joaquín Guzmán Loera, “El Chapo”.
El jueves 17 de octubre unos 30 elementos de la Guardia Nacional recibieron la orden de detener al capo. En convoy llegaron a la casa donde se encontraban y se metieron.
“El Ratón” estaba con tres guardaespaldas. Los sometieron. Hasta allí todo se perfilaba para una detención exitosa. Pero no fue así.
Los militares no tenían la orden de aprehensión con ellos. El papel tardó en llegar y eso dio tiempo para que, en cuestión de minutos, llegaran decenas de sicarios para rescatar “al patrón” como le decían.
No fue todo. En varios sitios de Culiacán se desataron balaceras, bloqueos con autos y camionetas incendiadas, pánico y terror de cientos de personas.
Al final los soldados tuvieron que entregar a Ovidio Guzmán. Al día siguiente del jueves negro el secretario Sandoval reconoció que fue un error. Pero no fue el más grave.
La noche del jueves, cuando en Culiacán todavía había convoyes de sicarios en las calles, el secretario de Seguridad Alfonso Durazo difundió un mensaje en Twitter.
En lenguaje confuso dijo la Guardia Nacional identificó a “El Ratón”, aseguró la casa donde estaba, pero luego, ante la reacción del Cartel de Sinaloa decidieron suspender el operativo.
Para ese momento casi todos los medios daban por hecho que el joven había sido capturado. Pero Durazo no lo dijo en su mensaje. Esa fue la verdadera pifia del gobierno de Andrés Manuel López Obrador.
Durante varias horas hubo confusión. Nadie sabía el paradero del hijo de “El Chapo”. Las peticiones de información a las autoridades fracasaron.
Al parejo crecía la versión de que Ovidio Guzmán había sido liberado. Se confirmó en poco tiempo. Durazo lo dijo a una agencia internacional. El silencio oficial se llenó con rumores. Y con furia. Y con odio.
En redes como Twitter se publicaron cientos de mensajes con críticas, reclamos, insultos al presidente. En poco tiempo etiquetas como #RenunciaAMLO #ComandantesinBolas o #Estadofallido se convirtieron en las más repetidas.
Personajes impresentables como Felipe Calderón o Vicente Fox aprovecharon el momento para reclamar lo que nunca hicieron en sus gobiernos.
Varios “intelectuales” y periodistas de credibilidad cuestionable participaron en el festín, con rabiosos mensajes parecidos a una revancha largamente esperada.
Al parejo con la oleada de furia se publicaron decenas de videos de los combates en Culiacán, varios con escenas donde militares aparecían rodeados por jóvenes armados.
Lo malo es que, en algunos casos, en las críticas había algo de razón. Porque el mensaje parecía ser que los sicarios doblegaron al Ejército.
Y el gobierno, en silencio. Durante horas la percepción fue que el presidente había sido derrotado. Así lo remarcaron furiosos analistas y locutores de tele y radio.
¿Era necesario todo esto? No, porque la crisis pudo evitarse o al menos reducir considerablemente su impacto.
Porque el informe de los hechos se pudo presentar de otra manera. Porque hubiera bastado con decir que no se pudo cumplir la orden de captura como otras veces lo ha dicho el secretario Alfonso Durazo.
Eso ocurrió. No es mentira.
Se pudo argumentar que la reacción violenta se debió a la operación fallida.
Y que las balaceras y bloqueos muestran el tamaño del problema que se creó en gobiernos pasados.
La percepción hubiera sido distinta. Pero el mensaje confuso, el lenguaje cantinflesco del secretario de Seguridad no ayudó en nada. Una falla de comunicación que costó caro.
Porque más allá de la imagen o los puntos de popularidad que puede perder el presidente, esta vez las consecuencias fueron más terrenales.
Los vuelos a Culiacán fueron cancelados. El gobierno de Estados Unidos emitió una alerta de seguridad. Las clases fueron suspendidas en la ciudad.
Las empresas de transporte dentro y fuera de la capital de Sinaloa suspendieron operaciones. Cientos de comercios cerraron sus puertas.
En muchos casos fue el miedo real a los combates en las calles. Pero en otros pesó también la idea de que las autoridades perdieron el control, que el gobierno lo tenía el Cartel de Sinaloa.
No es verdad. Pero ahora muchos lo creen. Y será complicado remontar esa percepción.
El presidente insiste en que la decisión de liberar a “El Ratón” fue para salvar vidas, y tal vez sea un acierto. Pero la forma de explicarlo no fue la mejor.
Porque la estrategia de concentrar prácticamente toda la información en López Obrador trae costos. Porque es claro que sus colaboradores nadan de a muertito, conscientes de que el costo político no es de ellos sino del jefe.
Algo tendrá que revisarse en el cuarto de guerra de AMLO.
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Alberto Najar. Productor para México y Centroamérica de la cadena británica BBC World Service. Periodista especializado en cobertura de temas sociales como narcotráfico, migración y trata de personas. Editor de En el Camino y presidente de la Red de Periodistas de a Pie.