Más de 2 mil 500 personas permanecen en tres campamentos improvisados en zonas aledañas a puentes internacionales que unen a Ciudad Juárez con El Paso, Texas. La mitad de ellos son niños, niñas y adolescentes, estiman autoridades.
Rocío Gallegos
La Verdad
Ciudad Juárez – La espera provoca la desesperación de María. Lleva más de una semana bajo lonas sostenidas con palos, sogas y piedras en un refugio improvisado sobre las banquetas de calles aledañas al puente internacional Zaragoza, en una la puerta de Estados Unidos, a donde busca cruzar para asilo político.
Viajó a esta frontera junto a su esposo y dos hijos pequeños, uno de ellos con apenas unos meses de nacido. Salieron de Buenavista, al oeste de Michoacán, una zona asolada por grupos de narcotraficantes.
“Díganle al presidente (Andrés Manuel López Obrador) que arreglen las cosas para que no nos tengamos que venir” dice la mujer cuya identidad se resguarda por temor. Ella dice que huyó por miedo a que algo pudieran hacerles los grupos armados que, asegura, son los que gobiernan su tierra.
Como ella hay más 2 mil 500 desplazados por la violencia en distintas regiones de México –principalmente de Michoacán, Guerrero y Zacatecas–, que permanece en campamentos improvisados en áreas aledañas a tres puentes internacionales entre Ciudad Juárez, Chihuahua y El Paso, Texas.
La concentración de personas procedentes del sur del país, que buscan huir por esta frontera, va en aumento. Muchos siguen llegando y pocos son los que logran cruzan.
Enrique Valenzuela Peralta, coordinador general del Consejo Estatal de Población (COESPO) comenta que han ingresado pocos a territorio estadunidense en estos últimos días, según les han informado ellos mismos.
La autoridad americana nos refiere que ellos obligadamente habrán de recibir a los mexicanos que requieran la protección internacional, el asilo político, pero la razón por la cual no los ha podido atender a todos es porque su capacidad de atención está saturada, dice el funcionario del gobierno de Chihuahua. La oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos (CBP, por sus siglas en inglés) en El Paso, Texas no se ha pronunciado al respecto.
La situación provocó que esta semana personal de la Cancellería mexicana acudiera hasta estos refugios de mexicanos para tomar razón de su situación. Recorrieron el campamento ubicado en un área del parque El Chamizal, el más numeroso; el ubicado a un costado de puente Paso del Norte, en el centro de la ciudad, y el que este aledaño al cruce en Zaragoza, al nororiente de Juárez.
Revisaron como viven bajo pequeñas carpas, a la intemperie o bajo lonas o plásticos trasparentes. Ahí duermen sobre delgados colchones, colchonetas o cartones. Grupos de la sociedad civil se han organizado para acercarles comida, baños portátiles, ropa y cobijas.
Muchos salieron de sus comunidades sólo con sus papeles en la mano y la ropa que llevan puesta. Los que más sufren son los niños. Unos mil 250, de acuerdo con estimaciones de las autoridades.
“Tenemos muchos días aquí, unos amigos pasaron hace tres semanas, ellos nos dijeron que nos viniéramos, pero ellos cruzaron en tres días” dice otra mujer procedente también de Michoacán, que habita en una carpa contigua a la de María. Ella dejó el rancho en la comunidad de la Ruana, junto a dos hijos adolescentes.
Ambas mujeres lamentan la larga espera en el refugio donde prácticamente permanecen la intemperie en pleno otoño, que en Ciudad Juárez provoca madrugas, mañanas y noches frías.
Valenzuela Peralta, de la COESPO, comenta que el flujo de migrantes mexicanos es provocado por un fenómeno de violencia que está ocurriendo al interior del país.
El funcionario dice que la gran mayoría están aquí porque han sido víctimas de alguna manera de eventos violentos, a veces les han afectado a ellos o a sus familias, hablan de una violencia encarnizada en sus comunidades, y esto los ha orillado a salir de sus pueblos con la intención de ingresar a Estados Unidos.
Dice que entre los grupos de apoyo a migrantes y autoridades existe una doble apreciación ante los desplazados, lo que genera tensión.
Por un lado, explica, se insiste en que los gobiernos no intervengan para establecer un orden o ayudarlos ante su condición porque se presume que huyen por la desprotección que tienen en el país y eso puede resultar incongruente ante las autoridades estadunidense, ante quienes deben argumentar el temor de permanecer en México. Creen que puede limitar su derecho legitimo de procurar asilo en Estados Unidos.
Por otro lado, añade, está el que no podemos permanecer indiferentes cuando vemos que se ponen en riesgo, por las condiciones en las que permanecen en campamentos instalados en espacios públicos.
Algunos de los migrantes entrevistados dicen que les han ofrecido lugar en albergues para que se retiren de los puentes, pero no lo hacen porque temen perder su lugar en caso de ser llamados por agentes de CBP, quienes no tiene hora ni día para pedir que crucen.
Valenzuela dice que llegará el momento que deberán moverse de estos espacios, principalmente por cuestiones climatológicas.
Por ahora son pocos quienes aceptan ir a dormir a un albergue, si lo hace es por cuestiones de aseo personal y solo acuden por unas horas.
La mayoría de los desplazados dicen que están enterados de que una vez que crucen estarán en lugares de retención, pero no tienen idea de cómo será su proceso migratorio ni qué deberán presentar para el gobierno de Estados Unidos para fundar el temor que los hace huir de México.
Con esa incertidumbre enfrenta su larga espera apostados en los campamentos improvisados, que son monitoreados por las autoridades. La Coespo tiene su atención en el refugio cerca del puente internacional Paso del Norte; el gobierno federal cuida del que esta en El Chamizal, por el puente conocido como Libre, y el Municipio, del que está cerca del Zaragoza.
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