La decadencia y desaparición de la cultura occidental, como ha sido conocida, ha comenzado su proceso de defunción, ha comenzado su caída sistemática e inevitable. Todos los pilares que nos definían y nos diferenciaban de otras culturas han ido cayendo uno a uno…
Jorge S. Bermúdez
Escritor
La interminable ola de información que ha fluido desde los hechos recientes en Bolivia nos obliga a tratar de entender con mayor precisión lo que ha sucedido, no hacerlo nos condena a creer alguna de las dos visiones que lamentablemente se esgrimen desde la procurada desinformación.
Sabemos que el presidente de Bolivia , Evo Morales renunció a su cargo tras una oleada de protestas ciudadanas, que obligó al ejército y a la policía de ese país a darle la espalda a su jefe supremo, y este ante la enorme presión local e internacional propiciada por la argumentación de fraude electoral en las más recientes elecciones, donde el ahora depuesto presidente había perdido y con una argucia tipo México 1988 y una caída del sistema se alzaba de forma ilegal una vez más con la victoria y la reelección por cuatro años más.
En la visión de las esferas de poder en México se ha informado una vez más el acto y los hechos como un enfrentamiento entre demócratas y conservadores, donde los demócratas son los simpatizantes del gobierno de Evo Morales y los gobiernos de izquierda de América Latina, a los que se les señala de pertenecer al ahora famoso Foro de Sao paulo , hoy encarnación del octavo círculo del infierno de la Divina Comedia, donde el Presidente de México es el nuevo paladín salvador, a tal grado que ha ofrecido y otorgado asilo político inmediato al defenestrado presidente Boliviano, y sus más cercanos colaboradores.
Pero el punto no es ese, es solo una visión o unas visiones obtusas, o cuando menos ajenas al verdadero problema que se está suscitando en América toda y en Europa, para ser más exacto en el mundo occidental.
La decadencia y desaparición de la cultura occidental, como ha sido conocida, ha comenzado su proceso de defunción, ha comenzado su caída sistemática e inevitable. Todos los pilares que nos definían y nos diferenciaban de otras culturas han ido cayendo uno a uno, principalmente las expresiones culturales y artísticas que nos daban identidad y sentido han muerto a una velocidad aun mayor que otros factores, y en un mundo donde se pierde la belleza y la capacidad de ella no tiene salvación.
La visión del fin del mundo occidental y de su cultura no es nueva, a principios del siglo XX el filósofo Oswald Spengler en su Magnus Opus (La decadencia de Occidente) señalaba que aproximadamente a partir del cambio de milenio habría una espiral sin retorno hacia la desaparición de nuestra sociedad. Y recientemente el filósofo Michel Onfray en su libro casi del mismo nombre (Decadencia, vida y muerte de Occidente) nos señala inclusive las razones de una tan largamente anunciada muerte, razones como la fundamentación de la sociedad occidental en el cristianismo o judeo-cristianismo, cumulo inagotable de mentiras y falacias, que al dejar caer el velo que tapaba su rostro verdadero, perdió la mística y capacidad de control social.
De todo lo que las diversas formas de control y de influencia que se basaron en el judeo-cristianismo, lo único que perdura es la visión y misión del arte y la poesía, pero más allá de eso, seguiremos siendo testigos casi mudos y sorprendidos de nuestra desaparición social.
No debe pensarse que aún hay algo que hacer al respecto o algo que salvar, ni intentar regresar a status quo que pensamos sería la solución, estamos inmersos en un proceso natural, como la vida y muerte. El mismo proceso vivieron los habitantes del Bajo imperio Romano, del Bajo Egipto, y la Baja Edad Media, y así muchos otros pueblos y culturas que vivieron como nosotros hoy el miedo e impacto ante tan enormes cambios sociales y políticos que transformaron sus mundos.
Hoy es nuestro turno, y no hay más que esperar estoicamente que este proceso llegue lo más rápido y menos doloroso posible.
Ahí donde se encuentran aquellas rocas, aquella pila interminable de escombros están sepultados mis muertos.
Está en una de esas piedras grabado mi nombre y el de los que estuvieron antes que yo.
En el caminar lento de ese magma ardiente y atemorizante estoy yo y estás tú renaciendo.
Pronto, en unos cuantos milenios, seremos juntos una sola roca, que un nuevo artesano convertirá en una nueva columna, que sostenga un nuevo cielo, y una nueva historia.
Jorge S. Bermúdez