Graciela Olmos fue soldadera villista durante la Revolución Mexicana, luego se hizo socia de Al Capone y del general Rodrigo M. Quevedo en el contrabando de licor en los años 1920s… se inspiró en sus experiencias en el frente de batalla para componer corridos y convertirse en una autentica juglar de la época revolucionaria
Juan de Dios Olivas / Especial para La Verdad
Soldadera villista durante la Revolución Mexicana, socia de Al Capone y del general Rodrigo M. Quevedo en el contrabando de licor en los años 1920s y administradora del cabaret y prostíbulo más famoso de la ciudad de México, que fue frecuentado por políticos e incluso presidentes de la República. De Graciela Olmos, La Bandida, se conocen más sus corridos y boleros románticos que se siguen en el gusto de los mexicanos como el Siete Leguas, la Enramada, y el corrido de Durango.
Su biógrafa Estrella Newman, señala en una entrevista que concedió al periódico La Jornada en el año 2007, que La Bandida se inspiró en las experiencias vividas en el frente de batalla para componer corridos y convertirse en una autentica juglar de la época revolucionaria; pero más adelante en nuevos corridos citadinos, retrató a esos mismos personajes, antiguos conocidos o políticos nuevos que desfilaron por sus casas.
Olmos, nació con el nombre de Marina Acedo en 1895 en el municipio de Casas Grandes, Chihuahua, en la hacienda de La Buenaventura (a la postre convertido en municipio con ese mismo nombre), donde su padre fue caporal con los privilegios que ese trabajo tenía entonces.
En la primera década del siglo XX, Francisco Villa, el original; Jesús Chuy Trujillo, Doroteo Arango, que adoptaría el nombre y apellido de Villa a la muerte de éste, y José Hernández, antiguo maestro apodado El Bandido, eran una banda dedicada al robo de haciendas de la que sus integrantes se unieron a la revolución maderista.
La hacienda que tenía una defensa de más de 100 hombres armados fue arrasada por los gavilleros de Francisco Villa y asesinaron al patrón y su familia, incluyendo a los padres de Graciela que se vio obligada a huir con Benjamín, su único hermano.
Años después, cuando tenía 18 años y estaba en Irapuato, en un internado de monjas, volvió a encontrarse con El Bandido con quien terminó casándose, adquiriendo el mismo mote que le daría fama y convirtiéndose en soldadera. De Irapuato el contingente revolucionario se encaminaba a tomar Zacatecas.
En “la Bola”, conoce leyendas como Petra Herrera, la autora del corrido Carabina 30-30-, Juana Gallo, La Sol, La Valentina, Marieta y la Adelita, esta última en honor a una joven enfermera de buena familia de Ciudad Juárez que alcanzó el grado de coronela de la Cruz Blanca, que atendía heridos de ambos bandos.
“Por eso, junto a corridos tan buenos como el Siete Leguas, Benito Canales, el de Durango, o Benjamín Argúmedo, hay boleros de la calidad de La enramada, que han grabado tantos tríos y solistas, y La diosa del mar, mejor conocida como La carabela, éxito póstumo de Javier Solís”, señala Newman a La Jornada entrevistada por la edición de las memorias de La Bandida, que no se concretaros por el fallecimiento primero de Víctor Hugo Rascón Banda que las editaba y después de la misma Newman, una pintora que fue adoptada como hija por Graciela Olmos.
Entre los temas de La Bandida, hay composiciones a políticos, militares, empresarios que en aquel entonces no se podían cantar en público sino en un salón privado.
Al presidente Adolfo Ruiz Cortines, recién llegado a la Presidencia, le compuso uno que, entre otros versos, decía:
La Bandida ya no puede
con la ley de la mordaza,
va a empezar a abrir la boca
y a ver qué cabrones pasa…
Líderes y gobernantes
todititos son igual,
el pueblo se muere de hambre
y ellos usan Cadillac…
Al general Rodrigo M. Quevedo, exgobernador de Chihuahua y el hombre que la reclutó en El Paso, Texas y la contactó con Al Capone para introducirla en el contrabando de licor, le compuso:
Y ahora que ya llego febrero
ganas tenia de verte mi general Quevedo
y ahora que ya llego febrero
ganas tenia de verte mi general Quevedo
Tú me enseñaste a robarme lo robado
y ahora resulta que soy licenciado
tu me enseñaste a robarme lo mejor
y ahora resulta que soy contador
Tú me enseñaste a tener de lo mejor
y ahora resulta que soy profesor
tu me enseñaste a robarme las viejas
y hoy que te toca ya veo que te quejas
A los 20 años, José Hernández, El Bandido, murió en la batalla de Celaya y Olmos se vio obligada a ir a la Ciudad de México donde se dedica a jugar al póquer y se ve involucrada en la venta de joyas junto con Juan Mérigo, de la Banda del automóvil gris, por lo que a finales de 1922 se traslada a Ciudad Juárez y en 1923, tras el asesinato del general Villa, cruza a El Paso, Texas, donde el general villista Rodrigo M. Quevedo la incorpora al negocio de la fabricación de whisky en Ciudad Juárez y su venta en Chicago.
La Bandida, fue puesta al frente de uno de los distritos de Chicago con un éxito en los negocios ilícitos que el mismo Al Capone la invita a ella, y al general Quevedo, a una fiesta donde el capo le pide que le cante Cielito Lindo.
Por un incidente con la mafia, se ve obligada a huir a México.
Se cortó el pelo y vestida con un traje de hombre a su medida, sombrero y un maletín con 46 mil dólares, burló a un policía en el hotel y viaja a la frontera, cruza a Tampico, Tamaulipas, donde se encuentra con el promotor artístico El Chato Guerra, funda una compañía de espectáculos y se hace amiga de la artista principal Ruth Delorche, amante del general Plutarco Elías Calles y a quien Agustín Lara le compone Señora Tentación.
En Tampico, La Bandida compone el corrido El Siete Leguas, con vivencias de su época de soldadera.
Tras fracasar la compañía, establece en México el Cabaret Las Mexicanitas, en sociedad con Delorche y donde noche a noche sus corridos y canciones se escuchaban.
Ruth, luego de advertirle que no quería nada de parodias, llevó a La Bandida a una fiesta que daba el general Calles en Cuernavaca donde Olmos descubre entre los comensales a tenientes, capitanes y coroneles villistas convertidos ahora en generales Callistas e incrustados en el gobierno en turno. Contrariada decidió estrenar su sentido corrido Siete leguas, que había compuesto en honor del Centauro del Norte, pues su lealtad a éste rebasó inclusive el amargo recuerdo de Celaya donde murió su marido, relata Newman.
En el gobierno de Lázaro Cárdenas se inició una fuerte campaña contra las casas de juego, que iban de la mano de las casas de citas, por lo que Graciela manejó sus negocios desde un penthouse del hotel Regis, por abajo del agua y pagando frecuentes multas para que sus hijitas fueran puestas en libertad inmediatamente. Unos meses antes de entregar el poder el general Cárdenas, con ayuda de los líderes Fidel Velázquez y Fernando Amilpa, Graciela Olmos abrió la casa de La Bandida.
Se trataba de una residencia amplísima, reluciente de limpia, con funcional distribución, amplio comedor central, elegante bar, finas cortinas, siete cocineras, cien hermosas mujeres de planta, cien meseros, 60 guitarras, legiones de músicos y cantantes y 10 mil pesos diarios, de los años 40, para el almuerzo gratuito de sus hijotos, como llamaba a su personal.
De sus mujeres, algunas terminaron como artistas de cine y teatro, otras como señoras de sociedad, ricas y con hijos profesionistas. La Bandida las quería, las capacitaba y las cuidaba porque, decía, ‘donde hay buenas putas no hay hambre’, señala su biógrafa.
La Bandida en esa época fue amiga y protegida de muchos, entre otros de Maximino Ávila Camacho y del presidente Miguel Alemán.
Por la casa de la Bandida desfilaron compositores geniales como Agustín Lara, Alvaro Carrillo, José Alfredo Jiménez; tríos espléndidos como Los Tres Ases, Los Panchos, Los Diamantes; intérpretes de lujo, como Marco Antonio Muñiz, Pepe Jara, Miguel Aceves Mejía, Carlos Lico, Beny Moré, a quien le encantaba ir a beber y a cantarles a las muchachas, Cuco Sánchez o Javier Solís.
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(Con información de La Jornada, entrevista publicada el miércoles 13 de junio del 2007)