Un tercio de la caravana migrante que este sábado dejó la Ciudad de México para seguir su camino al norte está formada por niños. Este es un registro de su propio éxodo
Fotografías y texto: Duilio Rodríguez
Pie de Página
Ciudad de México– No son ellos los delincuentes; son ellos quienes los padecen. No son ellos los que traen enfermedades; son ellos quienes las contraen.
Tampoco son los vagos, los sucios ni los desarrapados, son más bien los niños migrantes que avanzan junto con sus padres con las pocas pertenencias que les quedan.
¿Quién caminaría miles de kilómetros hacia un destino desconocido cargando con un oso de peluche? ¿Quién cruzaría un río con una pelota de plástico, un dragón, un unicornio, una vaca, un carrito de hule ó un barco de juguete?
Solo ellos, que están más allá de los prejuicios e insultos de quienes creen que un pedazo del planeta les pertenece.
Ninguno escogió el color de piel, ni el lugar donde nació. ¿Qué culpa tienen de vivir estos tiempos tan absurdos de fronteras y nacionalidades?