Resistencias

Rosalinda Guillén, una vida por la justicia social, económica y ambiental




agosto 3, 2020

Inició su trabajo en los surcos de Texas a los 10 años de edad. Supo la fuerza de la organización. Fue parte de la campaña del primer candidato negro a la presidencia de Estados Unidos. Luego volvió a los campos, donde busca la justicia social, económica y ambiental

Texto y fotos: Kau Sirenio / Pie de Página

Bellingham, Estados Unidos– El trajinar en los campos agrícolas de Estados Unidos le impidió terminar la secundaria, pero nunca abandonó su espíritu de lucha: Rosalinda Guillén abandonó por un tiempo los surcos de verduras en Texas y California y se incorporó al trabajo bancario, desde donde emprendió el vuelo en la política para integrarse a la campaña presidencial de Jesse Jackson.

Nació en Texas, pero sus papás la llevaron a vivir en el estado de Coahuila, en México. En 1960, cuando cumplió 10 años, su familia emigró a La Conner, Washington. Ahí trabajó de jornalera agrícola en los campos en el condado de Skagit. A los 18, inició su primer trabajo en el PartTime Bank.

En entrevista, Rosalinda recuerda su pasado en el campo agrícola y después en el banco: “Trabajé en los campos agrícolas cuando aún era niña, no fui a la escuela, no acabé la secundaria, eso me inspiró trabajar con los jornaleros agrícolas, porque sé que ahí se violan los derechos laborales. Encontré la oportunidad de trabajar en un banco, donde aprendí trabajar como técnico. No estaba en cajas donde manejan dinero, nada de eso, trabajé en las computadoras. Pero comencé antes de la era digital cuando no se hacía trabajos electrónicos. Éramos de números”.

Del PartTime Bank saltó al SkagitState Bank donde trabajó 16 años. Al enterarse que falleció César Chávez renunció el trabajo en el banco para unirse a la lucha de boicot que los campesinos traían en contra Stimpson Lane WineChateau, San Michelle, que demandaban el contrato colectivo.

La campaña

Mientras trabajaba como técnico en el banco recibió la invitación de la organizadora de la campaña del candidato presidencial Jesse Jackson en 1986.

“Tenía mucho trabajo, me sentía muy estresada, pero le dije que sí. Así comencé con la campaña del primer candidato negro en la historia de Estados Unidos. Ahí aprendí muchísimo sobre la política, comprendí realmente que pasaba realmente con los campesinos. Aprendí a organizar, en este condado ganamos el porcentaje del voto, cuando César muere en 1993, yo trabajaba en el banco, Renuncié y me fui con los campesinos”.  

Ese movimiento permitió a los jornaleros conseguir el primer contrato colectivo en el estado de Washington, que aún sigue vigente. Después de esa victoria, Guillén pasó a organizar trabajos de la Unión de Trabajadores Agrícolas (UFW, por sus siglas en inglés), donde coordinó la campaña de recolección de fresas en el Valle de Salinas de California. 

Su activismo la llevó a Regional Noroeste,como directora de Política y miembro de la junta ejecutiva de la organización nacional. Después de trabajar para la UFW, fue directora ejecutiva de La Unión del Pueblo Entero (LUPE), una organización sin fines de lucro fundada por César Chávez.

De 154 centímetros de estatura, cabello blanqueado, su activismo la convirtió en líder campesina reconocida en el estado de Washington. “Llegamos a los campos agrícolas a trabajar, vivimos en cabinas, trabajamos en los surcos hasta que me casé, fue a los 17 años. Seguimos trabajando con mi esposo, ahí críe a mis dos hijos mayores trabajando en los campos, viviendo de esa forma”, recuerda.  

Formar sindicatos, entrenar cooperativas

Con voz pausada Rosalinda reclama los abusos de los granjeros: “Le digo a los gringos que es mejor que nos maten de un balazo o vamos a morir de repente, porque nos estamos destruyendo de todo el trabajo pesado, también de las organizaciones porque nos usan como burros”. 

A pesar de los triunfos que ha logrado, dice que el poder de los trabajadores agrícolas no ha impactado en las políticas y prácticas, especialmente en el uso de pesticidas y productos químicos tóxicos. Hoy en día, los trabajadores agrícolas enfrentan el golpe adicional de la dura aplicación de la ley de inmigración, porque la mayoría de ellos son nuevos inmigrantes de México y América Latina.

“Por eso es necesario formar sindicatos y entrenarlos con visión de cooperativistas, además de darles a los trabajadores ideas de solidaridad y colectivos, en mi opinión el futuro de este país está en los corazones de los campesinos, por ejemplo: los chinos, los filipinos y camboyanos, esa cultura, si los gringos dejan que ellos crezcan eso va hacer el cambio de este país”.

Feminismo verde

Rosalinda es directora ejecutiva de desarrollo en la organización sin fines de lucro: Comunidad a Comunidad (C2C), desde donde impulsa alianzas con los movimientos locales y globales hacia la justicia social, económica y ambiental en Bellingham, Washington. 

“Hablo con integridad porque no todos somos iguales, pero juntos nos ayudamos, nosotros somos como spices (grupos). Como los animales, son como grupos, por ejemplo los gatos, las plantas, etcétera. Todos tenemos un lugar en este planeta y merecemos respeto, nuestro planeta tiene voz y voto, porque ella nos dice de diferentes maneras. Nos da a conocer si algo mal o todo va bien, y muchas veces nos creemos superiores a otros tipos de especies y los destruimos, porque existe mucho egoísmo, ya que buscamos el poder, aunque el poder ya tiene una definición de la humanidad”.

Ella rechaza el uso de etiquetas:

«Aunque los rancheros dicen que soy una feminista radical, no me gusta la definición como tal. Vengo de una época diferente, ya estoy grande tengo 70 años. Todos hablan de Dios, pero creo que Dios está presente cuando todos nos tratamos con dignidad y respeto y lo que a mí me gusta Eco feminista, ya que soy mujer, y pienso que soy valiente”.

En 2004 asistió al Foro Social Mundial en Porto Alegre, Brasil como representante de la Campesinos. Después a la Expo Dei Popoli en Milán, y a la conferencia Internacional municipalismo social y economía solidaria en Barcelona. 

–¿Cuál es tu identidad? –le pregunto. 

–Mi identidad es organizar. No soy mexicana, no me siento como tal y no creo que México sea mi país. Los mexicanos no valoran a las personas inmigrantes que vienen aquí. No es lo mismo, como los indígenas mixtecos y Triqui, ellos tienen una cultura muy arraigada.

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Este trabajo fue publicado originalmente en Pie de Página que forma parte de la Alianza de Medios de la Red de Periodistas de a Pie. Aquí puedes consultar la publicación original.

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