Estas son historias de dos crímenes cometidos por quienes tienen el mandato de protegernos. Son también historias de impunidad. Sobre todo, son historias de indiferencia: dos familias rotas, abandonadas por un gobierno que prefiere mirar hacia otro lado, y por una sociedad que, a punta de golpes, dejó de sentir dolor
Fotografías: Isabel Briseño / texto: Daniela Pastrana / Pie de Página
Ciudad de México- Lo primero que hay que saber, al ver estas imágenes, es que son la representación de crímenes de Estado. Crímenes terribles de lesa humanidad.
Uno, cometido en 2009, en pleno apogeo de la guerra que el expresidente Felipe Calderón dirigió contra la población mexicana con el pretexto de las drogas. En esos años, en los que se multiplicaron las historias de terror, Óscar Kabata fue detenido y torturado por militares, que mataron a su amigo Víctor frente a él y le rompieron la vida.
El otro, cometido en 2020, en medio de una pandemia y con un gobierno que ha prometido que eso no ocurriría más. Ocurrió en Nuevo Laredo, Tamaulipas, a donde una familia pobre, originaria de Chiapas, llegó en busca de trabajo y lo que encontró fue la muerte y la desaparición forzada de los dos hijos mayores.
“Me siento culpable, porque yo siempre los protegí. Pero mis alas no fueron suficientes”, me dijo una noche de abril la madre de los chicos, mientras esperábamos a que los hombres llegaran de una reunión en Gobernación.
¿Qué palabras sirven para contar los escalofríos que provoca su testimonio? ¿Qué palabras pueden describir ese abandono que se siente en esos campamentos, instalados enfrente del Ejército y del Palacio Nacional? ¿Desamparo? ¿Indiferencia? ¿Soledad? ¿Cuándo nos acostumbramos a estos crímenes atroces?
El abandono es de todos. Del gobierno que provocó esto, en primer lugar, pero también del que ahora hace de su espera una agonía interminable. Del Ejército, mandatado para protegernos. De la Comisión Nacional de Derechos Humanos, más ocupada en defender a una funcionaria pública que en atender estos crímenes de Estado.
Pero es también un abandono de la sociedad. De medios de comunicación, para quienes son invisibles una huelga de hambre en el Zócalo de la capital y un campamento en las puertas de la Sedena. Y de la gente todos los días los mira sin ver, como parte del paisaje cotidiano de un país que, en algún sitio, dejó guardado el corazón.
Óscar Kábata. 65 días afuera de la Secretaría de la Defensa Nacional
Óscar Kabata fue detenido y torturado por militares en Ciudad Juárez en 2009. Tenía 17 años y soñaba con ser militar o policía federal, como su papá. Cuatro días lo torturaron. Mataron frente a él a su amigo, Víctor Manuel Vaca Prieto. Nunca recuperó su vida. Hoy, Óscar tiene 29 años y desde hace dos meses acampan afuera de la Secretaría de la Defensa Nacional en demanda de una reparación del daño.
Raúl Tercero. 95 días frente a Palacio Nacional; siete en huelga de hambre