Ante el conflicto ruso-ucraniano, sectores en Europa advierten que la Unión Europea se plega a los intereses de Estados Unidos. Voces que promueven una salida diplomática intentan hacerse escuchar entre quienes hablan de armas, presupuestos militares y despliegue de tropas
Por Iván Cadin (@ivankdin) / Pie de Página
Foto: Artem Kniaz / Unsplash
París– “No olvidemos los sufrimientos que ha conocido el pueblo iraquí, que ha conocido el pueblo libio. No olvidemos el sufrimiento que hemos infligido por intervenciones militares sin esperanza. La respuesta militar (en el conflicto ruso-ucraniano) lo agravará, llevará a Vladimir Putin a empujar a una escalada militar.”
La frase anterior fue expuesta por Dominique de Villepin, quien en 2003, siendo ministro de Asuntos Exteriores de Francia, condenó la invasión de Estados Unidos a Irak y, posteriormente ya no como funcionario, sería también crítico de las incursiones bélicas en Siria o Libia.
Mientras en Bielorrusia se dan los primeros acercamientos para pactar un urgente cese al fuego que abra camino a la política diplomática en el conflicto que disputan Rusia y Ucrania, las voces que promueven esta salida intentan hacerse escuchar entre aquellos que hablan de armas, presupuestos militares y despliegue de tropas.
“Un principio simple (será) el respecto de la soberanía de Ucrania, de toda Ucrania, y al mismo tiempo, la negación absoluta de la intervención militar que está en curso, aceptando dar garantías sobre la seguridad en Europa, eso que inicialmente pedía (el presidente ruso Vladimir) Putin”, señaló el excanciller francés durante un programa televisivo.
La voz de Villepin no es la única que reivindica la política como estrategia. Es una voz que atraviesa diversas fuerzas políticas a través de varios países del continente.
Por ejemplo, en Alemania, el partido de izquierda Die Linke, un partido que no apoya precisamente a las recientes administraciones germanas, ha pedido, en voz de su líder parlamentario Dietmar Bartsch, que se saque momentáneamente de su retiro a la excanciller Angela Merkel. «Ella tiene la autoridad necesaria ante ambas partes en conflicto para calmar la situación». Este mismo deseo expresó hace unos días en su cuenta de Twitter el exprimer ministro italiano Matteo Renzi: Merkel debe ser nombrada mediadora por parte de la Unión Europea (UE) y de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) por “lo suficientemente respetada e influyente como para parar esta masacre».
Sobre ser interlocutora, Merkel hasta el momento no ha dicho nada al respecto. Sí ha expresado que la invasión rusa a Ucrania significa una «profunda ruptura en la historia de Europa tras el final de la Guerra Fría», la cual condenaba “en los términos más enérgicos posibles”. Merkel habla ruso y Putin habla alemán. Comúnmente se dice que el presidente ruso la consideraba una interlocutora de confianza.
En España el contraste de posiciones en torno al conflicto bélico se encuentra al interior de la coalición de gobierno, a cargo del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) y Unidas Podemos. Mientras del lado socialista del gobierno la ministra de Defensa anuncia que España acelera despliegues militares en el Mar Negro y en los países aliados cercanos a Rusia, la parte minoritaria de esta alianza de gobierno, el sector de Podemos marca su raya de manera diplomática, sin hacer demasiado ruido pues en la política interior del país en estos momentos el gobierno español sobrelleva reformas clave que requieren cohesión.
Unidas Podemos, en el tono de los anteriores ejemplos francés y alemán, opta por el diálogo político que anule la encrucijada actual y que se abran negociaciones que pueden mediar el Cuarteto de Normandía, la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE), la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Pide retomar los acuerdos de Minsk, darle autonomía estratégica a la UE y promover con y para Ucrania un estatuto de “no alineado” que le permita la plena soberanía del pueblo ucraniano sobre su futuro y sus alianzas.
Sanciones y política empresarial
Otro punto donde no hay consenso total en Europa ha sido en el tema de las sanciones económicas a Rusia. Anunciadas como “demoledoras” por Estados Unidos y la Unión Europea por si Putin invadía Ucrania, las medidas pretenden golpear financieramente a Rusia, pero con el paso de los días el golpe se hizo selectivo y parcial.
Vetar la participación de Rusia en diversos certámenes, prohibirle a su aviación en el cielo europeo, negar la entrada a funcionarios rusos (no incluidos el presidente Putin ni su canciller Sergei Lavrov), congelar los activos extranjeros de cuentas específicas, entre otras, son algunas de estas sanciones. La más fuerte de ellas es la económica, a decir de sus promotores. La propuesta de desconectar a Rusia del sistema SWIFT (la plataforma que permite realizar pagos, compras y ventas internacionales entre alrededor de 11 mil entidades de todo tipo en el mundo) se limitó solamente a determinado número de bancos y no incluyó el pago de ciertos servicios como el del gas y el petróleo. “Nos comprometemos a que se expulse a determinados bancos rusos del sistema SWIFT. Esto asegurará que estas entidades estén desconectadas del sistema financiero internacional y dañará su capacidad de operar globalmente”, señaló la Casa Blanca en un comunicado firmado también por la Comisión Europea, el Reino Unido y Canadá.
El anuncio de las sanciones motivó que cierto mundo político-empresarial europeo mostrara lo estrecho que en ocasiones trabajan. Los exprimeros ministros de Italia y Finlandia, Matteo Renzi y Esko Aho, anunciaron su dimisión de los consejos de administración de las empresas rusas en las que trabajaban (el primero en una empresa de vehículos compartidos y el segundo en el banco Sberbank). Otro político de primera línea que pasó al sector privado ruso y que también tuvo que renunciar es François Fillon, exprimer ministro francés, quien laboraba en el consejo de administración del grupo petroquímico Sibur.
Pero entre todos ellos resalta un político de gran peso en un cargo empresarial ruso: el excanciller socialdemócrata alemán Gerhard Schröder, quien forma parte del consejo de la petrolera estatal Rosneft y posee un alto cargo en el gasoducto germano-alemán Nord Stream I. Hace unas semanas el excanciller fue nominado para la junta directiva de Gazprom, la empresa estatal rusa de gas. Schröder hasta el momento sólo ha comentado sobre el conflicto entre Rusia y Ucrania “que se han cometido muchos errores por las dos partes”.
Tras la implementación de las medidas de castigo, se reportó que el rublo, la moneda oficial rusa, cayó en un 30% frente al dólar. Se estima que existen 630 mil millones de dólares en reservas rusas a los que podría Rusia acceder para fortalecer su moneda, pero el objetivo de las sanciones pretende que no tenga acceso a esos montos.
Sin embargo, hay sectores que ven en todas estas medidas un remedio peor que la enfermedad. Para varios analistas del continente, las sanciones no alteran en verdad al aparato de poder ruso sino a los ciudadanos de aquel país y esto no hará más que desestabilizar más la zona, crear crisis social, refugiados, desplazamientos.
Esa es precisamente la visión de la periodista española Georgina Higueras, quien como corresponsal de guerra que fue, le dejó una amplia experiencia en campo. En una entrevista con un medio español en días recientes comentó: “Las sanciones a Rusia van a beneficiar a China. Si China quiere que sus transacciones económicas se liberen cada vez más del dólar, esto (las sanciones) reforzará la nueva moneda digital china y las transacciones entre Rusia y China sin pasar a través del dólar. Está claro que China no quiere el conflicto pero de una forma u otra está metido en él como estamos todos, por la lamentable entrada de Rusia a Ucrania”, puntualiza Higueras para más adelante detallar: “Las de Irak son las sanciones más horribles que he visto en mi vida. Según la ONU, por las sanciones entre 350 mil y medio millón de niños murieron de hambre. Quienes las sufren son la población. Una cosa es que tú sanciones a los funcionarios o a los oligarcas de Rusia, pero sanciones que afectan masivamente a la población de un país eso es tremendo. Lo único que se consigue es que la gente tenga carencias pero los gobiernos ahí siguen.”
Dada la interrelación económica que tiene la economía rusa con la europea, se prevé que las medidas de castigo significarán un rebote hacia el continente que, precisamente, decidió tomarlas. Diversas voces han advertido que subirán los precios del gas, del barril de crudo, el trigo (Ucrania y Rusia son considerados el “granero de trigo” del mundo) y sus derivados, del aluminio, del níquel, del paladio (por su origen ruso), etcétera, lo que obviamente influirá en la inflación y coste de vida. Y justo en los momentos de la recuperación económica postcovid. ¿Hasta dónde y cuál será el nivel de estas sanciones al interior de Rusia y del efecto boomerang en Europa y el resto del mundo? No puede preverse a cabalidad por ahora, pues dependerá de la fuerza de su implementación, de los sectores que incluya, del tiempo que se apliquen.
Para Villepin, sin embargo, estos castigos financieros son necesarios. En la misma entrevista televisiva que dio, afirmó: “Podemos aislar la economía rusa. Desgraciadamente el pueblo ruso sufrirá, nosotros también pero es el precio a pagar para confrontar a Vladimir Putin a eso que es su enemigo y el enemigo de todos los imperialismos: el tiempo. (…) Pero al mismo tiempo que endurecemos y apretamos sobre Rusia, debemos ofrecer a la vez una salida, un esquema de negociación claro, teniendo en cuenta el amor propio de los rusos. (…) La reacción occidental es esencial. Es una reacción histórica que debe ser dada pero no sólo a Vladimir Putin, sino al conjunto de países autoritarios que puedan ser tentados por la guerra como medio de conquista. Este espíritu imperial existe en Rusia pero no existe sólo en Rusia.”
Con el lujo, no
Hecho el anuncio de las sanciones, diferentes sectores se empezaron a mover para no verse afectados. Entre ellos, el sector de los artículos de lujo italianos y la industria del diamante belga, como reportó el diario británico The Telegraph. Sólo el año pasado, la industria de la ropa y artículos de lujo italianos facturaron en exportaciones a Rusia mil 300 millones de euros. A su vez, el gigante euroasiático es el segundo país más importante para Bélgica en la venta de diamantes en bruto: sólo en 2021 se vendieron en Rusia cantidades por valor de mil 800 millones de euros. Por fortuna, estas industrias estratégicas pueden dormir tranquilas pues no están consideradas en estas sanciones por el momento.
Soberanía energética
El otro punto que no entró en el paquete de castigos financieros fue la venta de hidrocarburos de Rusia a Europa. De hacerlo, quedaría comprometida en un porcentaje considerable la viabilidad energética cotidiana de Europa, dado que el continente depende en un 41%, en promedio, del gas que le vende Rusia. De toda la región, son los países más cercanos a Rusia quienes dependen más de él. Alemania, la principal economía de la región europea, depende en gran parte de la energía que le proporciona Rusia: 55% de su gas es ruso; 50% de su carbón es ruso; 35% de su petróleo es ruso. El ministro alemán de Economía y Energía, Robert Habeck, anunció en días recientes la creación de reservas de carbón y gas para reducir la dependencia energética de Rusia, aunque también admitió que las reservas de este invierno estuvieron bajas.
Los gasoductos rusos que conectan con Europa le ofrecen el combustible de manera rápida y a bajo precio (al ahorrarse las cuotas de tránsito). Son varios, entre ellos Yamal-Europa, Turkstream, Bluestream y Nord Stream I. Este último es el que ahora abastece a Alemania, inaugurado en 2011 por Merkel y el presidente ruso de aquellos años, Dmitri Medvédev. La política alemana mantuvo estrechas relaciones con el Kremlin durante sus cuatro sucesivos mandatos, apoyando, de hecho, la construcción del gasoducto Nord Stream 2, ahora suspendido por el nuevo canciller alemán, Olaf Scholz. El gasoducto ha encontrado resistencias de Estados Unidos desde el inicio, pues decía que le daba fuerza geopolítica a Rusia en la región.
En el supuesto de que las cosas se tornaran difíciles, en el eventual caso de que Rusia o Alemania decidan cerrar la llave de los gasoductos, el tema de la soberanía energética inunda los supuestos hoy en día: comprarle a Estados Unidos (con el alza de precio que significaría el traslado y la necesidad de regasificadoras que conviertan el gas licuado en gas natural), el regreso a la energía nuclear de Alemania, el aceleramiento de las empresas energéticas “verdes” europeas (a sabiendas de la huella ecológica que dejan en otros sitios), etcétera.
“Claro que hay intereses económicos importantes”, reflexiona Higueras en la referida entrevista. “Hay muchas empresas energéticas en EU que han hecho enormes inversiones en el fracking, que buscará vender gas de esquisto a la Unión Europea. Aparte de los lobbys armamentistas, está el lobby energético. Hay que tener claro que (el presidente de Estados Unidos) Joe Biden siempre se opuso a la apertura del Nord Stream 2. Hay lobbys muy potentes que no se pueden descatar.”
Hay de refugiados a refugiados
La guerra acelera la historia, dijo un clásico. Y así como ha movido el tablero en el plano político, económico, energético, también lo ha hecho en el migratorio y mediático.
Hasta el cierre de esta edición, el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) de la ONU, reporta que la invasión rusa ha generado medio millón de personas desplazadas por las fronteras de Ucrania en los últimos días. Hacia Hungría, 85 mil; Polonia, 281 mil; Eslovaquia, 30 mil. A su vez, 130 mil personas han salido hacia la Federación Rusa desde Donetsk y Luhansk.
Ante estos movimientos, la Comisión Europea ha señalado que piensa abrir las puertas sin límite a todos los refugiados… de Ucrania, con garantías que van desde opciones de alojamiento, ofertas de transporte público, posibilidad de trabajar y de educación a menores de 18 años, todo durante un año con capacidad de renovación. Estos mecanismos están inscritos en una “directiva de protección temporal” que tiene más de dos décadas de vigencia, tiempo en el que han llegado por miles refugiados a las puertas de Europa (muchos de ellos a causa de conflictos donde la Federación Rusa, la Unión Europea o/y la OTAN tienen responsabilidad) pero para ellos la respuesta ha sido muy distinta.
Esta categorización de refugiados e inmigrantes se nota también en las dificultades que están viviendo personas no sajonas (africanos, asiáticos, caribeños) tanto en puntos de transporte de Ucrania para buscar salir como en países de recepción, como en Polonia. Una discriminación que también ha brotado en diversos medios de Estados Unidos y de Europa donde conductores o panelistas subrayan que los desplazados de Ucrania al ser sajones (“blancos”, “rubios”, “ojos azules”) son “como nosotros”, de “nuestra civilización”, minimizando prácticamente al resto de la humanidad que emigra.
Decirle adiós a la OTAN, la reivindicación de muchos
Tras deshacerse la Unión Soviética, Rusia firmó con Estados Unidos un tratado donde Moscú llevaría a término el Pacto de Varsovia (la alianza militar de los países allegados a la URSS) a cambio de que la OTAN no se ampliara hacia el este… Treinta años después vemos que no fue así y la OTAN está casi a las puertas de Rusia. Escaramuzas entre el ejército ruso y el aparato militar de la OTAN ha habido miles entre 2013 y el año pasado en el Mar Báltico y el Mar Negro… Un error, un chispazo o un encuentro que pase a mayores entre estas máquinas de expansionismo es jugar con fuego todo el tiempo.
“La disputa por territorios, mercados, recursos y hegemonía está detrás de esta nueva guerra entre Rusia y Ucrania”, relató en una serie de tuits la politóloga catalana y especialista en Relaciones Internaciones Arantxa Tirado. “Podemos quedarnos con la simple condena al ataque ruso y creer que esto va de ‘demócratas vs. autoritarios’. En realidad, sería mejor entender que la reconfiguración del mapa geopolítico siempre va de la mano de la guerra entre potencias. Todo lo demás es propaganda e hipocresía.”
Ante el desgaste y envejecimiento de la OTAN por tantos años (pues es finalmente una herencia de la Guerra Fría), muchos sectores en Europa optan por la postura de no alinearse a la OTAN y por encaminar un nuevo mecanismo de seguridad entre las fronteras del continente.
Entre estas personas está Ségolène Royal, una política francesa de larga trayectoria. Hace días, durante una exposición, fue directa y muy crítica de la UE con motivo del contexto actual: “Ni (los expresidentes franceses) Charles de Gaulle, ni Jacques Chirac, ni François Mitterrand se habrían alineado tan rápido. Habrían luchado diplomáticamente, con su visión y su carisma, por una mediación, respetando a Vladimir Putin dentro de sus fronteras pero sin dejarse engañar por las operaciones de desestabilización anglosajonas, encaminadas al debilitamiento político y económico de Europa.”
Para no pocos sectores del continente, lo que hace la UE es plegarse a los intereses de Estados Unidos bajo el pretexto de la OTAN. EU, consideran, sale fortalecido en el corto plazo en este conflicto porque afianza de momento su hegemonía; debilita el poder de maniobra de la UE al alimentar en su suelo un conflicto bélico con diversas consecuencias; exige relacionarse con Rusia, un país con el que la UE comparte continente, bajo sus condiciones y no las propias. Si la zona entra en una escalada militar, la industria armamentista estadounidense se beneficia. Si la zona entra en problemas energéticos, también le reditúa.
“Nosotros no podemos aceptar que quienquiera que sea transforme el territorio europeo en un campo de batalla. Esa es la posición francesa desde que la disuasión nuclear existe”, ha expresado Jean-Luc Mélenchon, el actual candidato a la presidencia francesa por la Francia Insumisa, la opción de izquierda mejor ubicada en las encuestas. “Hay que bajar la escalada porque si aplicamos la política que está escrita sobre el papel, ‘los intereses vitales de Francia están amenazados’, pues sí pero ¿qué vamos a hacer? ¿Vamos a hacer una guerra nuclear? La cosa es exigir un alto el fuego, la retirada de las tropas rusas y, lo más importante pues hay que ir al fondo y corazón del asunto: celebrar una conferencia sobre fronteras y seguridad en Europa. Es el motivo de la intervención de Rusia y a nosotros los franceses nos interesa decir que no estamos de acuerdo que Rusia ponga misiles en la frontera…”
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Este trabajo fue publicado originalmente en Pie de Página que forma parte de la Alianza de Medios de la Red de Periodistas de a Pie. Aquí puedes consultar la publicación original.