La violencia hacia las mujeres se puede entender comprendiendo la complejidad que implica conectar el gran entramado de lo estructural con las relaciones cotidianas: amar y ser amadas
María Teresa Juárez
Twitter: @tuyteresa
Luego de varios años de estudiar, investigar y entrevistar a voces expertas en sexualidad, relaciones de pareja, género, diversidad, etcétera, he pensado que la violencia hacia las mujeres se puede entender comprendiendo la complejidad que implica conectar el gran entramado de lo estructural, con las relaciones cotidianas, es decir, lo que aprendemos desde nuestra más tierna infancia: amar y ser amadas.
Pensadoras como Marcela Lagarde han profundizado en esta idea con obras como Claves feministas para la negociación del amor y Soledad y desolación.
En los lugares más íntimos de nuestra vida amorosa se van gestando deseos, anhelos e ideas que adquieren forma cuando decidimos relacionarnos sexual y/o afectivamente.
En entregas anteriores, he escrito acerca de la propuesta de feministas, sexólogas/os, académicas, activistas, artistas y cronistas de la vida cotidiana respecto a temas como el amor, la sexualidad, el deseo, el erotismo, la autonomía sexual y el consentimiento.
Hoy como nunca, contamos con información, lecturas, talleres y diversas herramientas para entender cómo opera la violencia hacia las mujeres, sin embargo, no basta solo con entender lo conceptual y teórico. Ha sido clave contar con un marco legal: leyes, normas y protocolos. Es importante, pero no suficiente.
Y es en este punto que los estudios feministas sobre la subjetividad adquieren sentido. No es suficiente entender qué es la violencia, cuáles son sus causas y consecuencias. Hay premisas filosóficas, históricas y culturales arraigadas.
También está la industria mediática que reproduce ideas acerca de lo que es el amor: cine, telenovelas, videojuegos y en general las narrativas misóginas de la industria del entretenimiento.
Luego de darle varias vueltas al tema de la violencia estructural y el amor romántico, luego de vivir en carne propia relaciones violentas en las que me sentí atrapada, infeliz y temerosa… luego de acompañar a hermanas y amigas en situaciones similares, pienso en la necesidad de abordar la violencia desde el microcosmos de las relaciones, las subjetividades y las contradicciones.
Además de las condiciones estructurales, necesitamos seguir hilando fino, conversar entre nosotras, entender cómo hemos transitado por relaciones de abuso y qué hicimos para salir de ahí sin culpa, remordimiento o vergüenza.
Ética amorosa
Para la escritora y terapeuta sexual Alexa Castillo Nájera, el amor necesariamente plantea una ética relacional. Esto quiere decir: hacer acuerdos, establecer las reglas del juego.
Hemos hablado de la ética amorosa, la autonomía sexual, el consentimiento y la educación sentimental. Queremos seguir haciéndolo y aún más, develando las contradicciones de una relación violenta, como lo menciona Diana García en entrevista: “No todo es miedo y dolor, en estas relaciones hay un ingrediente de intensidad y adrenalina”. Los ciclos de la violencia le llaman coloquialmente a este momento de relativa tranquilidad como: “luna de miel”, expresión tremenda por su significado.
Es en este punto que podemos detenernos, hacer una pausa y ampliar nuestra mirada hacia la anatomía de la relación. Diseccionar cada momento para identificar cómo es que se va transformando en un lugar inseguro, en muchos casos en peligro de muerte.
Te doy mis ojos, dirigida por Icíar Bollaín en el año 2003, retrata nítidamente cómo coexisten el deseo, la tristeza, la noción del “amor” y la desolación en un instante. También expresa claramente cómo se generan estos ciclos de la violencia hasta un punto de no retorno.
Como lo dije en mi columna del 17 de febrero: La noción del amor ha implicado un sinnúmero de pérdidas, ha puesto en riesgo nuestra salud física y mental. El amor romántico ha cobrado la vida de muchas. No estamos dispuestas a seguir “amando” de esa manera. Es necesario revisar nuestra biografía personal y colectiva (https://piedepagina.mx/amor-sin-etiquetas-segunda-parte/).
La ética del querer y del placer
Otra noción clave es la dimensión ética de la sexualidad. Temas como la autonomía sexual y la responsabilidad afectiva son las nuevas coordenadas de la vida amorosa y sexual del siglo veintiuno. Este planteamiento tiene su raíz en los estudios de la sexualidad y los activismos por los derechos sexuales. Se trata de revisar acuerdos y renovarlos a la luz de las transformaciones históricas y culturales sobre temas como el amor, la sexualidad y las relaciones de pareja. (https://piedepagina.mx/responsabilidad-afectiva/)
En la última semana de marzo y la primera de abril compartiremos el podcast (http://www.codigoradio.cultura.cdmx.gob.mx/index.php/shows/sin-etiquetas/) con una entrevista a Diana García Ordóñez: experta en feminismos y acompañamiento a mujeres que viven violencia.
En esta charla, la pregunta detonadora no fue la dimensión estructural de la violencia, el marco jurídico o el marco conceptual sobre violencia de género.
Optamos por retomar la reflexión íntima: ¿por qué no puedo dejarlo? Sin juicios, sin miedo, sin culpa. Un punto de partida distinto para la reflexión colectiva sobre la violencia estructural hacia las mujeres.
***
María Teresa Juárez. Guionista, reportera, radialista. Cubre temas culturales, sexualidad, salud, género y memoria histórica. En sus ratos libres explora el mundo gastronómico y literario. Cofundadora de Periodistas de a Pie