Del ramón, se aprovecha todo. Sus hojas sirven como forraje para el ganado y para preparar infusiones. Del fruto se alimenta una buena cantidad de fauna selvática y de la semilla deshidratada y molida se extrae una harina muy nutritiva. La cáscara de la semilla se ocupa para preparar té y se puede fermentar para producir una bebida alcohólica.
Por Yanine Quiroz y Juan Mayorga / Mongabay Latam
Los antiguos mayas lo llamaron Óox y conocían sus beneficios desde hace más de cinco siglos. Hoy es común hallarlo alrededor de zonas arqueológicas, como relictos de cultivares antiguos, y en patios de las actuales casas mayas. Es el ramón, un árbol que prolifera en el sureste de México y Centroamérica, con múltiples virtudes y que inspira proyectos comunitarios que generan empleos, opciones nutritivas de alimentación y, al mismo tiempo, la conservación del bosque tropical.
A este generoso árbol se le menciona desde el Chilam Balam y el Popol Vuh, dos textos clave de la cosmovisión maya. A través de mitos, historias y prácticas locales, los mayas fueron heredando el conocimiento sobre las propiedades de sus hojas, frutos y semillas; saberes tradicionales que en las últimas décadas han sido corroborados por la ciencia.
Los científicos no solo plantean que este árbol puede ser aliado en campos como la medicina o la nutrición, también hay investigaciones que destacan su potencial para detonar dinámicas de manejo del territorio que permitan conservar o, incluso, regenerar los bosques de la península de Yucatán.
“En Yucatán casi no hay suelo, lo cual es una situación muy agreste, pero el ramón que sí crece ahí nos permitiría restaurar los suelos agrícolas marginados, los suelos ganaderos degradados y, por supuesto, enriquecer los acahuales”, aseguraba en 2015 el biólogo Alfonso Larqué, quien dedicó gran parte de su carrera a investigar y promover las virtudes de este árbol que tiene como nombre científico Brosimum alicastrum.
Larqué falleció en 2021. Fue director en el Centro de Investigación Científica de Yucatán (CICY), donde sobrevive una tradición de estudios sobre este árbol.
A la par del trabajo científico, en la península de Yucatán son varios los emprendimientos que atienden la invitación de investigadores como Larqué para aprovechar los distintos recursos del Brosimum Alicastrum.
En el ejido de Tres Garantías, en Quintana Roo, por ejemplo, un grupo de 8 mujeres agrupadas en la cooperativa Selva Viva 3G aprovecha de manera sostenible hojas y semillas del majestuoso árbol, para elaborar distintos productos comestibles. Su proyecto comunitario no sólo es una opción de empleo, también es una apuesta por difundir las amplias virtudes nutricionales del Brosimum Alicastrum.
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Del ramón, se aprovecha todo
El ramón es tan generoso que resulta difícil destacar alguno de sus usos, aunque muchos de ellos son como alimento. No es casualidad que Brosimum sea una palabra griega que significa “comestible”.
Sus hojas sirven como forraje para el ganado y para preparar infusiones. Del fruto se alimenta una buena cantidad de fauna selvática —venados, pecaríes, monos, murciélagos— y de la semilla deshidratada y molida se extrae una harina muy nutritiva. La cáscara de la semilla, el pericarpio, se ocupa para preparar té y, además, se puede fermentar para producir una bebida alcohólica.
En tanto, la madera del ramón es preciada en la construcción, y el árbol en pie, con su frondosa presencia, es útil para brindar sombra y refrescar. Además, con su corteza se elaboran tónicos para tratar enfermedades como asma, diabetes, tuberculosis y bronquitis.
Y esto es solo considerando los usos que les damos los seres humanos, pero dentro de la selva media que caracteriza a la península de Yucatán, son muchas más las especies que se benefician del ramón.
Los casi 45 metros de altura del árbol en estado selvático son aprovechados como refugio por distintos animales. Por ejemplo, el majestuoso zopilote rey lo incluye como una de sus especies favoritas de percha, mientras que distintas especies de murciélago anidan en las oquedades de su tronco, que puede tener hasta 1.5 metros de diámetro.
En suma, el ramón da casa, comida y medicina a todo tipo de seres vivos de la selva maya. Quizá sea por esta generosidad que en México, la especie es conocida con más de una veintena de nombres comunes, entre ellos capomo y ojite.
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Una selva viva que da alimento
En el extremo sur de la península de Yucatán, casi en la frontera con Belice, desde hace una década, un grupo de mujeres del ejido Tres Garantías integraron la cooperativa Selva Viva 3G para comercializar los productos que tienen como ingrediente principal las hojas o semilla del árbol. Hoy los tés y harinas que elaboran ya los venden a nivel regional y a través de internet.
“Los productos que elaboramos con el ramón son innovadores y nutritivos”, afirma Cristina Nieves, socia de la cooperativa que distribuye sus productos bajo la marca Ruez, palabra inspirada en la frase “nuez de ramón”.
Cristina Nieves y sus siete compañeras han trabajado duro desde que iniciaron su cooperativa en 2011, con apoyo de la organización no gubernamental Reforestamos México.
En una pequeña propiedad en el centro urbano de Tres Garantías, las mujeres cuentan con maquinaria para deshidratar hojas, tostar y moler semillas. En otro cuarto, las cooperativistas tienen todo lo necesario para envasar, etiquetar y almacenar los productos. El logo de Ruez es un recordatorio de la admiración que estas mujeres tienen por el ramón y su historia: “El árbol que nutrió al imperio maya”.
Martina López, representante legal de la cooperativa, explica que decidieron crear tés y harina para hacer pan y agua de horchata —bebida tradicional—, porque pueden tener más vida en el anaquel. Además de ser productos con propiedades nutritivas.
El té de ramón provee aminoácidos, fibra, calcio y ácido fólico. La harina tiene un alto contenido de calcio.
Para conocer el valor nutrimental de las hojas, frutos y semillas del árbol se han realizado análisis bromatológicos, que consisten en examinar los componentes de un alimento mediante procesos de digestión química e incineración y el uso de sustancias reactivas como éter o disolventes.
Uno de esos estudios fue impulsado por el grupo de Alfonso Larqué. Los científicos mexicanos, del Centro de Investigación Científica de Yucatán (CICY) y de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), se encargaron de recolectar la semilla del ramón en varias plantaciones, entre ellas en el municipio de Ticul, Yucatán, y prepararon distintas muestras: semilla fresca, deshidratada, molida y picada, que después enviaron a analizar a laboratorios de México, Estados Unidos y Canadá.
Los resultados, publicados en 2017, mostraron que las hojas y semillas contienen 53 % de fibra dietética, 37 % de carbohidratos, 11 % de proteínas, así como alto contenido de calcio, hierro, zinc, sodio, ácido fólico y vitaminas B1 y B2.
“Constatamos que las semillas tienen una calidad nutricional muy alta, parecida al maíz. Se puede utilizar sin mayor problema para alimentar a la población y al ganado, por su contenido de proteínas, fibra y minerales, y no tiene gluten”, explica la investigadora Silvia Vergara, colaboradora de Larqué y titular de la Unidad de Recursos Naturales en el CICY.
“Estos productos eran el alimento de los mayas y todavía en la Guerra de Castas, cuando llegó a escasear el maíz, nuestros antepasados vieron en ellos una alternativa”, explica Cristina Nieves, de la cooperativa Selva Viva 3G.
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Un manejo forestal sustentable
Para obtener la materia prima que utiliza en sus productos, las integrantes de la cooperativa Selva Viva 3G cuentan con el apoyo del comisariado de bienes comunales del ejido Tres Garantías, que en sus 44 520 hectáreas de superficie garantiza un abasto suficiente de hojas y semillas de ramón.
“Nosotras hacemos una recolecta equilibrada, dejamos para los animales de la selva, para nuestros semilleros y una parte para el producto que vamos a ocupar”, explica Martina López.
Por sí mismo, este árbol es una de las especies más abundantes en la selva maya; sin embargo, las cooperativistas no se confían y reforestan algunas de sus tierras como parte de un proyecto impulsado por el Consorcio Chiclero y financiado por el Banco Mundial.
“El ramón va a ser el alimento del futuro, pero estamos plantando para tener siempre suficiente”, explica Victoria Solís, otra cooperativista, mientras supervisa la reforestación con ramón en 7 hectáreas de los terrenos ejidales.
Con la guía de técnicos forestales, las mujeres de la cooperativa Selva Viva 3G y sus familiares realizan un manejo sustentable del ramón que incluye, además de reforestación, recolección de semilla, trabajo en invernadero, aclareos de la selva para facilitar el paso de luz a través del dosel de las copas, cuidado de la fauna y protección ante usos agrícolas o ganaderos.
En una perspectiva ambiental más amplia, este aprovechamiento no maderable del ramón en Tres Garantías se une a otros de bajo impacto ambiental, como la extracción de chicle y el ecoturismo, como vías sustentables para la conservación de la selva y desarrollo social de la comunidad.
“Así es el bosque, si lo cuidas y lo vas limpiando obtienes un bosque más sano, con mayor crecimiento, con madera más linda, mayor fauna, mejores frutos para la fauna”, explica Sergio Madrid, director del Consejo Civil Mexicano para la Silvicultura Sostenible (CCMSS).
Al ser una importante fuente de alimento para la fauna y los seres humanos, y brindar servicios ecosistémicos como sombra y almacenamiento de carbono, el árbol de ramón es una especie prioritaria para el Programa de Conservación y Restauración de Ecosistemas Forestales de Quintana Roo.
Impulsar el aprecio a un árbol
En Chetumal, la capital de Quintana Roo, se encuentra la cafetería Cafecito de Olla. Su gerente, Patricia Vera, explica que desde hace cinco años compran harina de ramón a las mujeres de Tres Garantías, con la que hacen los cupcakes y atoles que venden en el lugar. También hojas de ramón para preparar té y cáscara de semilla para el sustituto de café.
“El café de ramón lo ofrecemos por los beneficios que tiene y más a las personas que no consumen cafeína. Es un sabor agradable, similar a lo tostado del grano de café”, explica Vera, quien también elaboró un libro con recetas para preparar los productos del ramón en ensaladas, tamales, empanadas y otros alimentos.
El reto planteado por científicos, mujeres cooperativistas y ejidatarios es cómo aumentar la visibilidad y el consumo de los alimentos derivados de las hojas y semillas del ramón para atender problemas mayores, como la malnutrición o la inseguridad alimentaria por la dependencia de la importación de granos básicos que vive México.
Los ejemplares de Brosimum alicastrum pueden llegar a vivir hasta cien años y un solo árbol puede producir de 60 a 95 kilos de semilla al año, de acuerdo con investigaciones del equipo de Larqué. Además, al ser un árbol perenne —produce hojas durante todo el año— proporciona grandes cantidades de forraje.
“Tenemos el ramón blanco y el colorado. Nacen un montonal de árboles colorados que aprovechamos para la hoja, uno le corta unos buenos gajos y en 3 o 4 meses está bien bonito, lleno de hojas. El blanco no muda mucho de hojas pero lo dejamos para semillas”, explica la cooperativista Cristina Nieves.
Los beneficios que da la selva
Esta gran bioproductividad del ramón contrasta con el poco conocimiento que se tiene de sus propiedades nutrimentales no solo en el mundo, sino en México. Para la cooperativa Selva Viva 3G, por ejemplo, no ha sido fácil insertar sus productos en el mercado nacional. Las cooperativistas trabajan con una baja capacidad de producción: llegan a colectar entre 30 y 37 kilos de semilla al día, pero esperan expandir pronto sus ventas y sacarle todo el potencial a su maquinaria recién adquirida.
La investigadora Silvia Vergara sostiene que el primer paso para extender el aprovechamiento del ramón y el manejo sostenible de los bosques donde habita sería integrarlo en el Catálogo de recursos forestales maderables y no maderables de la Comisión Nacional Forestal (Conafor); eso ayudaría a difundir sus virtudes.
Abastecer una producción comercial de ramón es posible con el arbolado silvestre que ya existe en la selva maya, pero para el ingeniero Gerardo Ramírez, gerente de producción del Consorcio Chiclero que también acompaña a las mujeres de Selva Viva 3G, lo ideal sería tener plantaciones para estos proyectos.
“Con 500 plantas por hectárea y dos cosechas al año, como mínimo tienes 20 toneladas (de semilla) por hectárea”, explica Ramírez, quien estima que incluso con un precio muy barato por kilo —0.3 dólares, por ejemplo—, ese rendimiento generaría a los ejidatarios hasta 120 000 pesos por hectárea; un ingreso considerable si se toma en cuenta que en los ejidos forestales de la región el pago mínimo en tareas de campo no supera los 5000 pesos al mes (250 dólares).
“Con una empresa que ya esté transformando el ramón en producto final a escalas grandes, se podría colocar no sólo en el mercado nacional, sino mundial”, asegura Ramírez, explicando que ya ha tenido conocimiento del interés por estos productos en países como Alemania y Japón.
Por ahora, la cooperativa de mujeres de Tres Garantías busca formar alianzas con otros grupos que también trabajan el ramón y crear una estrategia de ventas con su nueva maquinaria para consolidarse en el mercado.
Martina López sabe que aún deben trabajar mucho para alcanzar lo que se han propuesto: “Queremos abarcar la república, vender en cantidades que nos genere utilidades para la cooperativa y la comunidad”.
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