Opinión

El Chamizal, una victoria para el porvenir: el derecho a la ciudad




junio 25, 2022

Gracias a muchas personas que participaron en la protesta, fue posible convencer a quienes iban a tomar la decisión final de que no era correcto construir en El Chamizal

Por Leobardo Alvarado

Pocas veces la ciudadanía gana cuando enfrenta a los poderes fácticos. La defensa del Chamizal por ser patrimonio histórico, ecológico y cultural tuvo en su epicentro el medio ambiente y el derecho a la ciudad como ejes articulados al aspecto histórico del pueblo originario N’dee, quienes con su narrativa y cosmovisión nos hicieron ver el sentido primigenio subyacente en nuestros reclamos a una élite empresarial de carácter generacional y trasnacional, cuya misión de vida es la mercantilización de las ciudades de Juárez y El Paso utilizando la frontera como argumento economicista.

En la disputa por la ciudad, esta es la segunda vez que las y los ciudadanos organizados dan una lección al sector empresarial sobre la vida que en Ciudad Juárez se quiere vivir. La primera fue a principios de la década de los noventas cuando un grupo de empresarios, también avalados por gobiernos, quisieron derrumbar un símbolo de la ciudad: Lo que hoy es el teatro Ochoa Gillemard, antes conocida como la Sala del INBA. Allí está ese hecho que se suma al triunfo de evitar que el CCYE suceda en el Chamizal, precisamente para pensarnos en qué queremos para el futuro inmediato y a largo plazo, a partir de fortalecer la memoria.

La disputa por la ciudad se explica particularmente en el momento coyuntural en que aflora la confrontación entre los poderes fácticos acompañados de gobiernos en turno contra la ciudadanía que se defiende públicamente en su derecho sobre lo que le pertenece en tanto asume su responsabilidad ciudadana. Esta disputa es permanente, pero con altibajos. Sobre todo, porque no siempre la ciudadanía tiene la capacidad de enarbolar la fuerza para equilibrar los campos en la discusión con el sector élite de la ciudad. Sin embargo, hay ocasiones como la de ahora en la que se logra someter a quienes históricamente en su proceder se asocian con el fin de explotar una vez más a hombres y mujeres, y la ciudad como el espacio que genera un gran capital al concentrar una mayoría del recurso humano y sus necesidades de bienes y servicios.

En esta ciudad debemos cambiar como sociedad. El cambio climático es una realidad. La falta de agua nos dice que debemos actuar. La visión sobre la ciudad debe ser encaminada hacia el derecho de la ciudadanía por encima de su mercantilización. Debemos privilegiar el derecho de lo común. Se trata de entender que la base sobre la que se asentó la economía de la ciudad debe modificarse. Reconocer la paradoja de la industria maquiladora que genera riqueza para unos cuantos y provoca pobreza para muchos. Para ello, se debe alentar otras formas de economía en una perspectiva social y solidaria, donde el cemento no sea la prioridad, sino que fundamentalmente partamos del respeto a la vida en el compromiso por el medio ambiente.

En su columna Torre fuerte, el periodista Mario Héctor Silva escribe que: “Fue el cuarto revés consecutivo del proyecto de construcción del Centro de Convenciones en 20 años, y que involucró en su momento la participación, o en su caso también la omisión, desdén o negligencia de los gobiernos…”. Esto es muy serio y los empresarios deben preguntarse a fondo por qué en Juárez fracasan cuando no se trata de sus negocios particulares, sino en los colectivos y cuando deben compartir con otros socios y la ciudadanía. La realidad es que en el proceso de la lucha por El Chamizal hicieron de todo para apropiarse de un espacio que es de uso común. Buscaron su beneficio por todos los medios hasta tratar de someter a los gobiernos. Por eso se les dijo en su momento que eran unos mentirosos.

Hace algunos años la doctora Alicia Ziccardi, cuando se instauró su cátedra en la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, dio un discurso. En él hablaba del problema en Juárez: La mercantilización de la ciudad. En sus conclusiones, determinó que era la clase empresarial la que debía desandar el camino de la manera en que había impulsado la economía en Juárez. Es decir, lo podemos entender como que no somos los ciudadanos comunes y corrientes quienes impiden el desarrollo económico y tenemos la ciudad hecha un desastre, sino que es a partir de las mismas prácticas de los empresarios y la clase política que les respalda o a la que sostienen por la que la ciudad se encuentra en las condiciones que la conocemos.

Gracias a muchas personas que participaron en la protesta, fue posible convencer a quienes iban a tomar la decisión final de que no era correcto construir en El Chamizal. Cada Whatsapp, cada video, cada inbox, cada nota periodística, cada foro, cada post en Facebook, todo sumó a disputar la ciudad a una élite empresarial acostumbrada a pisotear el derecho de la gente. El Chamizal juega un papel fundamental para entender el tamaño de la respuesta que hay que construir para que en Juárez se viva con dignidad. Esta victoria sirve para establecer el marco de referencia para el porvenir: ¡Nuestro derecho a la ciudad!

Finalmente. No debemos olvidar nunca a la ciudadana que quiere permanecer en su carácter anónimo y que debemos respetar su deseo. Pero que sin su contribución al alertar que en una sesión de Cabildo se pretendía entregar El Chamizal a empresarios para que realizaran su centro de convenciones, no se hubiera enarbolado esta lucha que ahora tiene una victoria, misma que en adelante nos llama a establecer ese marco de dignidad en el que en Juárez queremos vivir.

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