Ser de izquierda es actuar de izquierda…Todo, absolutamente todo lo que digan los precandidatos o los dirigentes tiene importancia porque es un movimiento naciente y hay una base social que escucha y aprende
Por Alejandro Páez Varela
Los chats de las transmisiones en vivo de YouTube tienen sus grupos. Puedes ubicar en la mañanera ciertas cofradías que se dividen en distintos espacios de opinión e información durante el día. Hay uno que se dedica a alabar al Presidente de México: “AMLO Magno”, le dicen sus miembros, y piden su reelección. Hay otro que lo llena de apodos y lo liga con narcotraficantes, impunidad y corrupción. Como digo, hay de todo. Se trata de un ecosistema complejo donde cohabitan muchos que, sin redes sociales, tendrían que guardarse lo que piensan o gritárselo a una pantalla de televisión, que tiene la mala costumbre de quedarse muda.
De todos los grupos, hay uno que sigo (sin obsesionarme pero) con atención. Está conformado por individuos –no sé si se comuniquen entre sí– aficionados a los insultos raciales; que aparentan ser de izquierda y de hecho comentan como si lo fueran. Su víctima favorita es “la judía Claudia Sheinbaum”. Duro, duro y duro con los mensajes de odio. Usan el término “judía” como si fuera vergonzoso o un apodo medieval. Tienen argumentos muy parejos y creo que es porque tienen un denominador común, por allí, que los alimenta con esa ideología basura. Lanzan escupitajos en los chats y si los dejan, los convierten en baldes de vomitar.
Obviamente esos individuos tienen algo más que una confusión ideológica. Varios se sienten de izquierda aunque eso, ser racista y llamarse de izquierda, es simplemente incompatible. Atribuyo la contradicción a la ignorancia, porque la xenofobia suele anidar entre los menos ilustrados, no importa de qué clase social vengan. No digo que los que tienen menos educación formal tienden a ser racistas porque eso sería una mentira clasista. Conozco infinidad de casos de odiadores con universidad y postgrados. Lo que digo es que no importan tus grados académicos: bien puedes ser xenófobo e ingeniero; xenófobo y tendero; xenófobo y periodista; xenófobo y filósofo o xenófobo y dentista.
Muchas veces veo que los odiadores son rechazados por otros dentro de los chats. Pero también veo que no disminuyen, es decir, siguen allí. Creo que en parte es porque no hay un rechazo contundente: un “sáquese”, fuerte, colectivo. Y es porque muchos son tímidos a la hora de decir las cosas por su nombre: que ser racista no es de izquierda. Ser racista es, de hecho, una de las peores credenciales del pensamiento de derecha. Y mantenerse impávido frente a los odiadores, nos dice la historia, es alentarlos. Justo en las sociedades tolerantes a las expresiones fascistas es donde germinan los movimientos de odio. También advierto que muchos líderes del lopezobradorismo no se pronuncian al respecto y eso da una falsa idea de que la xenofobia es aceptable en la lucha política y la xenofobia no debe ser aceptada en ningún ambiente, por ningún motivo.
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El jueves de la semana pasada, el Presidente López Obrador retomó una especie de breve manual sobre la vida interna de su movimiento. El martes abiertamente expresó que hablar de falta de “piso parejo” es menospreciar a la gente porque es la gente, dijo, la que selecciona a los candidatos de Morena. Es decir, el término “piso parejo” está vetado. Luego dijo: “No se puede hacer política con trampas. El que hace trampa, el que no es respetuoso de la voluntad popular, el antidemocrático, no es de izquierda. El corrupto no es de izquierda. Puede ser conservador, pero no es de izquierda. El que quiere triunfar a toda costa sin escrúpulos morales de ninguna índole no es de izquierda. Ese es conservador, oportunista, arribista, convenenciero, corrupto”.
Continúo la cita del jueves: “Entonces, ¿cómo se va creando la conciencia democrática? Pues ejerciendo nuestros derechos, no permitiendo que nadie nos manipule, sea quien sea: Presidente Municipal, Gobernador, Secretario, Diputado, Senador, líder sindical, cacique. No, que cada quien decida. Que seamos auténticos ciudadanos, no ciudadanos imaginarios. Y eso ya existe. Ayer, antier, hablaba yo que eso es lo más importante de México en estos tiempos: son de los cambios más importantes. Pero también todavía hay esas rémoras del antiguo régimen; estos vicios, esas malas mañas”.
Es obvio que el Presidente se refirió a estos temas porque venía la elección de los consejeros de Morena el fin de semana. Adelantó un estatequieto a los grupos al interior de su movimiento; y lo hizo para pedirles que se comporten como se debe comportar alguien que es de izquierda. Y en algunas entidades hubo mesura, pero en otras no. Viejos caciques renovados en Morena recurrieron a la manipulación y el acarreo, mientras otros expriistas y experredistas movilizaron su voto duro para imponer representantes en la estructura morenista.
El “No es de izquierda” del Presidente me pareció muy necesario, pero evidentemente no es suficiente. Sujetos como Miguel Barbosa Huerta o René Bejarano, ejemplo de las peores prácticas, regresaron a la mesa de discusión del lopezobradorismo mientras que en la jornada electoral hubo denuncias sobre el supuesto uso de programas sociales para acarrear, y hasta quema de paquetes electorales y violencia. La pérdida de valores y la simulación acabaron con el PRD y las ratas que corrieron de ese barco cuando se hundía parecen haber brincado a Morena. No es de izquierda ser rata, por supuesto. Tampoco es de izquierda ser xenófobo, antidemocrático, racista, clasista, corrupto, convenenciero, arribista y oportunista. Ser mapaches electorales no es de izquierda, y los acarreadores tampoco lo son. Pero si no son de izquierda, ¿a qué hora serán expulsados, previo juicio y exhibición en público? Porque no basta con decir que “no son de izquierda” y seguir abrigándolos dentro del movimiento porque le sirven a alguien. No son de izquierda, entonces deben irse a la tiznada. Porque es eso o es la perredización de Morena.
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El lópezobradorismo se ha convertido en la fuerza dominante de México y además es uno de los movimientos sociales más notorios del mundo, con sus millones de simpatizantes. Pero ahora mismo está en su luna de miel: debe prepararse para los años que vienen. En las últimas elecciones no ha puesto sus gobiernos estatales en juego o, dicho de otra manera, todavía no le toca defender en casa los gobiernos que ha ganado y por lo tanto todavía no lo miden los electores. En 2024 se medirá la Presidencia de López Obrador y a partir de allí se irán midiendo a los gobernadores. Yo escucho pestes de David Monreal, por ejemplo; de Barbosa lo mismo. Cuando sea su turno, ¿defenderán sus estados con dignidad o simplemente los devolverán a la oposición por su pésimo desempeño?
Morena necesita mecanismos internos muy notorios, muy ruidosos, que midan a sus miembros destacados y los lleven ante asambleas a rendir cuentas. Imagínense ustedes a Monreal o a Barbosa frente a un consejo plural –diría que hasta anónimo– que los cuestiona y los obliga a dar explicaciones. Un consejo plural que haga públicas las guías de comportamiento y las aplique con rigor. Yo sé que ahora mismo hay una Comisión Nacional de Honestidad y Justicia, y otras entidades que pueden servir o que hacen ciertas tareas. Creo que son poco visibles. Creo que deben existir consejos o congresos que llamen a cuentas por oficio a sus gobernadores, senadores, secretarios de Estado o diputados. Que estos miembros destacados tengan la obligación de rendir cuentas so pena de condenarlos al rechazo.
Alguien debe decir, desde Morena, que no es de izquierda abrazar a los racistas y clasistas; que no es de izquierda robarse elecciones o comprarlas con dinero de no se dónde. Morena debe decir claramente que es de izquierda abrazar los movimientos de víctimas o feministas; que es de izquierda pararse frente a un racista y decirle, en su cara, que se vaya al caño con su odio. Morena debe gritar que no es de izquierda ser fantoche, déspota, derrochador, ladroncillo o ratota; que no es de izquierda aplastar a los que tienen menos poder y chantajear a los más desvalidos.
Morena debe tomar el “No es de izquierda” del Presidente y ampliarlo y gritarlo con más vehemencia. Debe decir que abrazar a los otros, sobre todo a los que tienen menos, es de izquierda; que robarse el presupuesto o las elecciones es totalmente contrario a ser de izquierda. Morena debe explicar a sus miembros que ser de izquierda es abrazar el sindicalismo, el ecologismo, el feminismo, el antifascismo, el anticonsumismo, el laicismo. Morena está todavía a tiempo de rechazar que el poder lo pudra por dentro, como sucede siempre a los partidos políticos mexicanos. Debe aprovechar estos años de oro, los mejores que verá, para realmente establecerse como un movimiento moralizador que antepone los principios sobre los individuos. Ser de izquierda es actuar de izquierda. El movimiento mexicano de izquierda debe insistir en ello hasta el hartazgo.
También debo recordar el peso que tienen los líderes más destacados de la izquierda mexicana con las mayorías. Todo, absolutamente todo lo que digan los precandidatos o los dirigentes tiene importancia porque es un movimiento naciente y hay una base social que escucha y aprende. Ricardo Monreal no entiende el daño que le hace al movimiento izquierdista –y el daño que se hace– cuando abraza sonriente de Silvano Aureoles, acusado de déspota y corrupto, y a las vez entrega un texto a El País de España, en donde escribe: “Lamentablemente, Morena cayó en las trampas de la exclusión y el sectarismo”, como si él no fuera parte del mal que denuncia. Pero no es el único dentro del movimiento que se hace el puro y se sube a una torre de cristal para poder juzgar desde allí sin juzgarse a sí mismo.
No es de izquierda hacerse tonto con los valores de izquierda y respetarlos cuando se nos pega la gana. En cambio, difundir las buenas prácticas y poner el ejemplo sí es de izquierda. El “No es de izquierda” de López Obrador me pareció muy necesario. No es suficiente, por supuesto. Pero el movimiento lopezobradorista puede aprovecharlo para decir qué sí es de izquierda. Debe acorazar a sus seguidores con ideología incluyente, humanista, solidaria; y debe condenar a los que odian, excluyen y corrompen, roban y mienten. Está a tiempo y tiene en sus manos lo mejor: millones de individuos de buenas intenciones que están a la espera de una guía para viajar hacia los mejores puertos y playas cristalinas.
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Alejandro Páez Varela. Periodista, escritor. Es autor de las novelas Corazón de Kaláshnikov (Alfaguara 2014, Planeta 2008), Música para Perros (Alfaguara 2013), El Reino de las Moscas (Alfaguara 2012) y Oriundo Laredo (Alfaguara 2017). También de los libros de relatos No Incluye Baterías (Cal y Arena 2009) y Paracaídas que no abre (2007). Escribió Presidente en Espera (Planeta 2011) y es coautor de otros libros de periodismo como La Guerra por Juárez (Planeta, 2008), Los Suspirantes 2006 (Planeta 2005) Los Suspirantes 2012 (Planeta 2011), Los Amos de México (2007), Los Intocables (2008) y Los Suspirantes 2018 (Planeta 2017). Fue subdirector editorial de El Universal, subdirector de la revista Día Siete y editor en Reforma y El Economista. Actualmente es director general de SinEmbargo.mx