Tuvieron que pasar varios siglos para que el legado de las sanadoras fuera visible. Mujeres de todo el mundo han documentado y rescatado la voz de parteras, herbolarias, científicas y poseedoras de conocimiento: desde la ciencia, el feminismo y la literatura
Por María Teresa Juárez
Twitter@tuyteresa
Durante siglos la humanidad veneró a deidades femeninas como fuente de vida, poder y sabiduría. Hoy día se han preservado figuras de piedra que presentan la fertilidad mediante cuerpos robustos, mujeres de pechos colmados y vulvas exuberantes. Deidades utilizadas en rituales de fertilidad o protección durante el parto.
Dos mil años antes de la era cristiana, las mujeres sumerias participaban en actividades sagradas y, si eran solteras, podían ejercer como sacerdotisas-sanadoras.
La diosa más importante era Inanna, también conocida como Ishtar o Istaru. Esta diosa babilónica representa la sexualidad y la fertilidad. En textos sagrados se describe a Ishtar con labios dulces y una hermosa figura. Ishtar disfruta de los placeres del amor; es diosa, amante y sanadora.
Se pensaba que Ishtar gobernaba el ciclo menstrual, por lo que le concedían grandes poderes sobre la creación de la humanidad. En aquellos tiempos, las mujeres gozaban de libertad sobre el conocimiento de su cuerpo, las artes del amor y la sanación. Estos conocimientos sobre el funcionamiento del cuerpo humano y sus ciclos también se transmitieron a través de las rutas comerciales a fenicios, egipcios y griegos.
Mesoamérica también tuvo momentos de plenitud para las sanadoras. La Tlamatquiticitl era el nombre que recibían las mujeres que asistían los partos en la cultura azteca. Eran mujeres con amplio reconocimiento social.
Se consideraban sacerdotisas por sus múltiples funciones en beneficio de la salud comunitaria. En la época colonial las Tlamatquiticitl fueron perseguidas, sus conocimientos se preservaron gracias a la resistencia y los saberes transmitidos durante generaciones de manera oral mediante círculos de aprendizaje en la clandestinidad.
La experta en ciencia y género Norma Blázquez también nos habla del papel de las sanadoras y alquimistas en el libro El retorno de las Brujas publicado por la Universidad Nacional Autónoma de México en el año 2007.
El cristianismo inició uno de los periodos más violentos y dolorosos para las mujeres en el continente americano. Durante siglos, fueron reconocidas como el epicentro del saber en campos como la salud comunitaria, la herbolaria, prácticas de lactancia materna y en general el conocimiento acerca de los ciclos de la vida y la muerte.
La inquisición católica y protestante les condenó a persecución, tortura y muerte. Durante todo este tiempo, parteras y sanadoras continuaban con la ardua tarea de atender a sus comunidades y transmitir sus conocimientos mediante los círculos de aprendizaje y la práctica.
Cacería de brujas
En el siglo XV se escribe el Malleus Maleficarum traducido al castellano como el «Martillo de las brujas», un manual para detectar y castigar a las “hechiceras”, atribuido a Enrique Kramer y Jacobo Sprenger.
El primero fue inquisidor en 1479 y su nombre como coautor no apareció sino hasta la edición de 1490. El segundo fue doctor en teología de la Universidad de Colonia e inquisidor. Este sería uno de los puntos de inflexión en la narrativa persecutoria hacia las mujeres poseedoras de conocimiento.
Fue el periodo conocido popularmente como: “cacería de brujas” y se caracterizó por la persecución de mujeres que poseían conocimientos sobre ciencia, salud y herbolaria. En los siglos posteriores se les negó el acceso a centros educativos, así como el reconocimiento de sus comunidades. En este periodo muchas fueron denunciadas por ejercer “ilegalmente la medicina”, expulsadas de centros educativos y estigmatizadas por la iglesia católica y protestante.
En el libro Hechicería, saber y transgresión, Alejandra Cárdenas reconstruye la historia de mujeres castigadas por la Inquisición.
De acuerdo con la autora, el siglo XVII en México marca un parteaguas en el proceso de exclusión de las mujeres en el acceso al conocimiento y su papel como sanadoras. Las mujeres portadoras de conocimientos sobre anatomía y herbolaria son acusadas de hechicería. Se construye una narrativa de persecución y castigo.
Dice la autora: “De acuerdo con el discurso histórico de la modernidad, el varón blanco, adulto, joven, heterosexual y cristiano es el único poseedor del logos y, por tanto, poseedor de la única humanidad posible, mientras que la amplísima grama de la alteridad, es decir, la supuesta barbarie, representa la animalidad, el caos. Es por eso que se ve a las mujeres como hombres incompletos, las religiones no cristianas son interpretadas como prácticas diabólicas y los pueblos negros e indios como lo inverso de la civilización. Desde la perspectiva de pueblos afrodescendientes y originarios las prácticas amatorias, curativas y adivinatorias constituyen elementos de resistencia frente a un proceso que intenta borrar de su memoria la visión del mundo heredada de sus ancestros”.
Conocimiento expropiado
A partir de este periodo, los conocimientos sobre anatomía, herbolaria y sanación son conferidos a instituciones educativas y religiosas. Las mujeres quedan excluidas de este ámbito.
Tuvieron que pasar varios siglos para que el legado de las sanadoras fuera visible. Mujeres de todo el mundo han documentado y rescatado la voz de parteras, herbolarias, científicas y poseedoras de conocimiento: desde la ciencia, el feminismo y la literatura.
Aún se usa la palabra “bruja” como un adjetivo para descalificar y poner etiquetas negativas.
Hay que recordar y traer de vuelta a nuestras abuelas, bisabuelas, tatarabuelas y choznas… quienes sanaron heridas, curaron empachos o proporcionaron alivio a dolientes.
¿Sanadoras o brujas? Es el momento de rescatar y resignificar esta palabra para hacerla nuestra, como una semilla rebelde y llena de significado.
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María Teresa Juárez. Guionista, reportera, radialista. Cubre temas culturales, sexualidad, salud, género y memoria histórica. En sus ratos libres explora el mundo gastronómico y literario. Cofundadora de Periodistas de a Pie