¿Es necesario que López Obrador encabece una marcha? No está claro. En los hechos la 4T mantiene el control político del país. Y con la convocatoria presidencial se oxigena a una oposición que sigue cuesta abajo
Por Alberto Najar
Twitter: @najarnajar
En alguna entrevista Juan Gabriel contó que escribió la canción Pero qué necesidad después que un terremoto derrumbó su mansión en Los Angeles, California.
El incidente le recordó que no tenía por qué exponerse a esos riesgos, sobre todo porque podía elegir sin problemas su lugar de residencia.
La canción se refiere a una fallida relación amorosa. Pero el título y sobre todo una de sus frases bien puede definir la situación de la 4T en estos días.
El presidente Andrés Manuel López Obrador anunció que encabezará una marcha el próximo 27 de noviembre, como preámbulo a un nuevo informe de gobierno.
La convocatoria ocurrió días después de varias movilizaciones para, supuestamente, defender al Instituto Nacional Electoral.
Las marchas, que reunieron a miles de personas, se presentaron en la mayoría de los medios como un acontecimiento histórico, una jornada que presagiaba el final del régimen político que gobierna al país.
La narrativa de la oposición se concentró, por ejemplo, en el número de asistentes más que en el propósito supuestamente fundacional del movimiento.
Así, en redes sociales se publicaron análisis topográficos para medir la cantidad de personas que cabrían en cada uno de los metros cuadrados de las calles del recorrido, en este caso Paseo de la Reforma desde la Glorieta del Ángel de la Independencia hasta el Monumento a la Revolución.
Con esa metodología el exdirector del Cisen, Guillermo Valdés, aseguró que en la marcha de Ciudad de México participaron más de 600 mil personas.
Otros fueron más allá y juraron en Twitter que la protesta convocó a un millón de capitalinos.
Pero la guerra de cifras fue sólo un pretexto para argumentar, desde su propio análisis, que López Obrador había perdido popularidad.
De hecho, políticos, opinadores y varios intelectuales afirmaron con gozo que el presidente fue derrotado. Algo que corresponde más a un deseo no cumplido que a la realidad.
El debate seguía el guion de otros debates politiqueros y se encaminaba al mismo desenlace: desaparecer del escenario para dar paso a un nuevo escándalo.
Pero entonces a López Obrador se le ocurrió convocar a una marcha y el tema revivió con más bríos.
En pocas horas las redes sociales de internet se llenaron de comentarios sobre el supuesto temor presidencial por las protestas.
Otros lo vieron como un contraataque o provocación y hasta la alcaldesa de Cuauhtémoc, Sandra Cuevas, advirtió que vigilaría la caminata para impedir el acarreo de manifestantes.
Mas allá de estos desatinos lo cierto es que la convocatoria genera dudas.
López Obrador asegura que fue por petición ciudadana. “Empecé a recoger opiniones y como lo nuestro tiene que ver con el mandar obedeciendo, la gente quiere que marchemos el 27, un domingo”, dijo.
También rechazó que se trate de medir fuerzas al convocar a una marcha con una asistencia mayor a la del 13 de noviembre. No se quiere “medir músculo” con la oposición, dijo.
Sin embargo, eso parece porque no está claro el propósito real de la marcha.
En sentido estricto la 4T no necesita por ahora una reforma constitucional para conseguir que el INE sea efectivamente un árbitro imparcial en las elecciones presidenciales de 2024.
En abril de 2023 termina el período de cuatro miembros del Consejo General del Instituto, entre ellos Lorenzo Córdova y Ciro Murayama acusados de favorecer a la oposición con sus decisiones.
Los relevos se eligen por las dos terceras partes de la Cámara de Diputados, donde Morena y sus aliados tienen mayoría.
Es decir, existen amplias posibilidades de integrar un nuevo Consejo General del INE con personajes más imparciales que los próximos a retirarse.
Hay un elemento adicional. Al convocar a una marcha días después de la organizada para supuestamente defender al INE, el presidente concede a la oposición una importancia política que, en términos reales, no tiene.
Basta recordar los resultados de las recientes elecciones: la coalición Va por México no pudo arrebatar a Morena el control de la Cámara de Diputados.
También tuvo retrocesos en los comicios para elegir gobernadores pues perdió la mayoría de las entidades que controlaba.
Actualmente Morena y sus aliados gobiernan en 21 de los 32 estados del país. Y en los comicios de 2023, según las encuestas, puede sumar al menos otro más: el Estado de México.
La coalición Va por México se fracturó, después que una parte del PRI decidió apoyar la iniciativa presidencial para incorporar a la Guardia Nacional en la estructura orgánica de la Secretaría de la Defensa.
Además, a menos de dos años de las elecciones presidenciales no existe una figura opositora que pueda competir con seriedad frente a los precandidatos de Morena.
En las mediciones que hacen algunos medios sobre el respaldo electoral hacia algunos posibles precandidatos de oposición, el resultado suele ser muy desfavorable.
Y por si fuera poco la popularidad del presidente López Obrador se mantiene en niveles altos: un promedio de 60 por ciento según las encuestas.
No parece haber, entonces, la necesidad de responder desde el Poder Ejecutivo a un movimiento que política y socialmente se ubica en la minoría.
Por eso no se entiende el propósito real de la marcha del 27 de noviembre.
Quizá en la 4T se advierte un riesgo de perder presencia en las calles, terreno casi exclusivo de la izquierda y especialmente del obradorismo.
Es posible que López Obrador quiera enviar un mensaje interno, una especie de llamada de atención para terminar con las insinuaciones de rupturas en su movimiento.
También puede ser una señal a quienes no han definido su papel en el escenario electoral de 2023, como empresarios, políticos locales y organizaciones sindicales o campesinas.
O tal vez la explicación más sencilla es la que ofreció el presidente en la conferencia mañanera donde anunció la convocatoria a la marcha: “Me estoy aburguesando”, dijo.
Mientras se conoce la verdadera razón de la movilización el presidente y la 4T pagarán un costo político.
Por un lado, existe la necesidad de reunir a muchas más personas de las que participaron en la marcha opositora, inclusive una cantidad cercana a la convocada para protestar contra el desafuero del entonces Jefe de Gobierno, en 2005.
Pero al hacerlo el presidente será acusado de incurrir en las prácticas corporativas del viejo PRI.
En todo caso los opositores ya ondean una bandera que no tenían, la de haber obligado a reaccionar de esta manera al presidente más popular en la historia reciente del país.
Les llegaron desde Palacio Nacional las muletas que tanto soñaban.
El Divo de Juárez tenía razón: “Pero qué necesidad…”
Alberto Najar. Productor para México y Centroamérica de la cadena británica BBC World Service. Periodista especializado en cobertura de temas sociales como narcotráfico, migración y trata de personas. Editor de En el Camino y presidente de la Red de Periodistas de a Pie.