Si yo fuera mujer estaría encantada por la actual realidad. Hoy salen a manifestarse, gritar, hacer ruido, protestar, miles, millones de mujeres en todo el mundo que quieren, buscan y proponen un cambio… nunca claudicaría en la lucha para cambiar la historia
Por Daniel García Monroy
Si yo fuera mujer sería flaca y fea, pero interesante, me llamaría Daniela. Habría sido la séptima de mis hermanas, dejando en dos el descompensado marcador de varones en la familia. Si yo fuera mujer odiaría con todo mi ser usar zapatos de tacón alto, tan sólo para levantar mis nalgas –que sin remedio de “mejoral” serían–, alegrándoles el día y la vista a los lagartones, fisgones, acosadores. –Será cierto que nadie quiere asomarse en el escote de las feas, como reclama el cuervo de Sabina, ese buen juglar-amante-español–.
Si yo fuera mujer no hubiera disfrutado las horas y horas que pasé jugando futbol sobre asfalto, pasto, cemento, tierra, en cientos de canchas reales o imaginarías, que me hicieron vivir momentos de la mejor felicidad momentánea. Me habrían tenido que gustar las muñecas, las cocinitas, los juegos de té: roles de sexo infantil impuesto, que persisten como ley inviolable. Y lo más lógico: también habría sido una niña contenta y morena.
Mi madre me habría permitido seguir aprendiendo en su cocina las extraordinarias capacidades culinarias que ella ostentaba, y cuya trágica prohibición, basada en los absurdos miedos femeninos hacía la posibilidad de homosexualidad de sus descendientes caballeros, me impidió convertirme en un reconocido chef.
Si yo fuera mujer combatiría esos tristes temores disparatados que deforman desde la infancia la misma equidad de género. ¿Habrá una mujer mexicana que, sin resquemor alguno, fomente y deje a su pequeño heredero jugar con muñecas, cocinar, zurcir, bailar ballet, maquillarse, sin pensar que por ello el pequeño hombrecito cambiará de preferencia sexual, la habrá?
Aunque sin duda, por mi educación protestante, sería creyente, como la enorme feligresía femenina que sostiene a todas las iglesias de varones dirigentes, si yo fuera mujer estaría enojada con Dios. Junto al nefasto y doloroso sangrado mensual, le reclamaría su falta de equidad de género para equilibrar por lo menos el desfasado reparto de labores y trabajos maternales. ¡No solo el embarazo, el parto y el puerperio, también hasta la lactancia! Para que pues esos dos pezones inútiles en el ampuloso pecho de los hombres, señor, por qué.
Le demandaría también el hecho de que ninguna mujer haya sido escritora de la Biblia; ninguna del Corán, de la Torá. Por qué los dioses no inspiraron a ninguna mujer a escribir parte de la verdad y la fe de nuestras religiones, si somos nosotras las que las hemos mantenido vivas por milenios. Y que para colmo de desgracias en las historias sagradas, los ejemplos femeninos, en no pocos casos, tiene que ver con prostitutas, adulteras infieles, vengativas engañadoras, pecadoras como Eva, el icono de la debilidad moral en la historia del Edén.
Si yo fuera mujer me preguntaría por qué tan poquísimas filósofas, científicas, escritoras.
Como es posible que en la historia humana existan y persistan tantos hombres decidiendo y corrompiendo y tan pocas mujeres gobernando. Primero trataría de comprender. Será que nosotras nos hemos dejado someter sin oponer nuestra fuerza de organización, unidad e inteligencia. Será que todo ha sido la ley de la fuerza bruta del machismo imbécil. O, que grado de culpa tenemos las mujeres en haber permitido tan brutal avasallamiento, sin leer, sin aprender, sin buscar la potencia del número y la razón, repartida con igualdad por la naturaleza; si yo fuera mujer lo analizaría y lo escribiría una y otra vez..
La rueda dentada de la historia sigue imparable dando vueltas. Si yo fuera mujer estaría encantada por la actual realidad. Hoy salen a manifestarse, gritar, hacer ruido, protestar, miles, millones de mujeres en todo el mundo que quieren, buscan, proponen un cambio. Y claro que yo como mujer estaría sumada a ese movimiento por encabronada. Cómo que un hombre, tan sólo por diferencia biológica, gana más que yo, en el mismo puesto, en el mismo trabajo. Cómo que tengo que aceptar el acoso sexual de mi superior o mi contratante tan sólo porque él así lo decide en su descontrolado libido. Cómo que nos violan porque nos vestimos como se nos da la gana.
Se trata ahora de que nos visualicen de otra manera, de otra forma, no obstante que en el cambio, también nosotras debamos demostrar que podemos mental, moral y con valor lo mismo que los hombres. No se trata de una guerra de sexos, se trata de la fuerza de la razón y la inteligencia para convivir mejor todos.
Se trata de una evolución superior para respetarnos, aliarnos y compartir nuestras diferencias y nuestras semejanzas. Se trata de más dialogo o debate para convencer y no enfrentamiento estéril para destruirnos como enemigos irreconciliables, que nunca hombres y mujeres podremos ser.
Si yo fuera mujer aceptaría la parte de la historia de vida que me habría tocado vivir hasta ahora, pero nunca claudicaría en la lucha para cambiarla.