Urge dejar de confiar la salud del planeta a la buena voluntad de las empresas y a mercados que no han servido para mitigar el cambio climático
Por Eugenio Fernández Vázquez
Twitter: @eugeniofv
Los mercados de carbono forestal no terminan de consolidarse —y en México apenas aparecen—, pero todo indica que, en términos reales, no aportan nada en materia climática, que no han beneficiado a las comunidades forestales y que los únicos que les sacan provecho son los brokers que venden créditos de carbono y las consultoras que cobran caro cada trabajo de verificación. Esas conclusiones son las que arrojan estudios publicados en los últimos meses, que suponen un baño de realidad y una advertencia contra la herramienta favorita de las bolsas de valores y las grandes empresas. También suponen un llamado a dejar de confiar la conservación a los mercados y la especulación. Más bien, habría que apostar con fuerza por las políticas públicas; por las comunidades que habitan y protegen los bosques, selvas, desiertos y humedales, y por las entidades públicas de conservación y manejo de los recursos naturales.
La primera investigación apareció hace algunos meses y halló que los principales beneficiarios de un proyecto forestal en México eran los brokers que vendieron los créditos y las organizaciones no gubernamentales que hicieron el acompañamiento. Las comunidades forestales —que son en última instancia las que se aseguran sobre el terreno de que la naturaleza se conserve con buena salud— recibieron apenas una mínima fracción del dinero implicado en la transacción.
Hace algunas semanas, por otra parte, un estudio académico encontró que en California, en Estados Unidos, diez años de proyectos de carbono forestal metidos al mercado de emisiones de ese estado no habían servido de nada en materia climática. Lo acumulado en los proyectos, dicen los autores del estudio con base en imágenes y mediciones satelitales, “no añade nada a lo que de todas formas habría ocurrido”.
Para rematar lo dicho por esos dos estudios un nuevo reportaje de mucha profundidad realizado por un equipo del diario británico The Guardian ha encontrado que el 90 por ciento de los créditos emitidos por el principal actor del mercado no valen nada y en realidad no han servido para mitigar el cambio climático. Combinando trabajo de reporteo sobre el terreno y estudios académicos ese trabajo periodístico halló que los créditos de carbono certificados por la consultora Verra estaban vendiendo espejismos.
Estos análisis y otros por el estilo suponen un duro golpe para una de las estrategias favoritas de las grandes empresas para decir que están reduciendo sus emisiones de carbono y que, por tanto, contribuyen a mitigar la crisis climática que asuela el planeta, aunque no hagan nada en sus propias plantas y fábricas. La idea es que, como los bosques absorben carbono, se puede pagar de alguna forma por sembrar árboles en terrenos que de otra forma estarían deforestados, lo que sacaría carbono de la atmósfera, o que se pagaría para que una empresa o un propietario no derribe los árboles de un terreno, con lo que se reduciría el carbono lanzado a la atmósfera.
En México, aunque la Ley general de cambio climático establece desde verano de 2018 que el gobierno federal deberá establecer “un sistema de comercio de emisiones”, todavía no se han publicado los elementos necesarios para ello por un retraso en la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales. De cualquier forma, como la deforestación de un terreno es, en principio, ilegal, no se pueden vender proyectos por deforestación evitada, pero sí hay proyectos por captura de carbono, como los de la primera investigación mencionada.
Visto lo que han arrojado estos estudios y reportajes, sin embargo, parecería una buena noticia que no exista ese mercado. Aunque puede ser una fuente de financiamiento importante para ciertas actividades de conservación, entrar en una arena tan fuertemente basada en la especulación financiera cuando además se obtienen tan pocos beneficios climáticos y las comunidades locales apenas reciben una porción de lo obtenido por la venta de créditos parece muy mala idea.
Lo que urge es dejar de confiar la salud del planeta a la buena voluntad de las empresas y a mercados que, según sabemos ya, no han servido para mitigar el cambio climático. Más bien, hay que dotar a la Comisión Nacional Forestal del presupuesto y del personal que necesitan para impulsar el manejo forestal comunitario; hay que dar capacidades y fuerza a la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente para que pueda actuar contra quienes violan la ley y destrozan nuestro patrimonio natural, y hay que dar a la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas el presupuesto que necesita para cumplir con su mandato legal. Cualquier otra cosa será poco más que un espejismo financiero y buenos deseos ambientales.
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Eugenio Fernández Vázquez. Consultor ambiental en el Centro de Especialistas y Gestión Ambiental.