“Juárez fue mi casa durante 5 años, se siente un poquito desubicado cuando todo mundo te habla y te dice frases halagadoras” dijo Julián Leyzaola, el exjefe policiaco, que luego de ocho años regresó a Ciudad Juárez, a la que aseguró no volverá porque es tiempo de dar la oportunidad a otros de combatir a la delincuencia
Por Marco Antonio López / La Verdad
El exjefe policiaco Julián Leyzaola Pérez regresó a Ciudad Juárez después de ocho años. La última vez que estuvo aquí un hombre le disparó en tres ocasiones cuando esperaba a su esposa dentro de su auto junto con su hijo. Dos balas atinaron a su cuerpo, una a su pecho y la otra a su columna vertebral. Era viernes 8 de mayo de 2015.
Se reencontró con la ciudad la mañana de este 18 de julio. Un par de minutos antes de las 8:30 de la mañana Leyzaola atravesó el pasto del Chamizal con la silla de ruedas eléctrica que comanda con su mano derecha. Lo siguían seis elementos de la Guardia Nacional hasta una carpa instalada frente a la Mega Bandera y junto al podio dispuesto para la presentación de otro plan anticrimen para Ciudad Juárez.
Hubo un tiempo en el que Leyzaola más que una persona parecía un tema, un tema polémico además, con el que se debía estar a favor o en contra, sin puntos medios. No es común que un director de una policía municipal aparezca en las páginas principales del New York Times, por ejemplo, pero Leyzaola lo hizo en más de una ocasión. Un perfil del director de la Policía en la ciudad más violenta del mundo, un retrato con su uniforme azul marino, la sonrisa velada y las manos entrelazadas sobre su escritorio.
Sin embargo, a poco más de doce años de su llegada a la ciudad como director de la Secretaría de Seguridad Pública, parece que el tiempo mediático de fotografías de sonrisas a medias detrás de escritorios amplios, abrazos con políticos, escenas del crimen, manifestaciones exclusivas para él, cartulinas con su apellido junto al calificativo “torturador”, ya pasó.
Apenas menos de una decena de manifestantes intentaron llegar al evento en la Mega Bandera para protestar por las torturas y las desapariciones forzadas registradas durante la dirección de Leyzaola en la Secretaría de Seguridad Pública Municipal, pero militares les impiden el paso.
Julián Leyzaola Pérez, con sus botines cafés y su pantalón de mezclilla, su camisa azul a cuadros, de civil, cruzó despacio el parque con cuidado de no atorar las ruedas de su silla hacia la carpa debajo de la que están funcionarios públicos y militares de segundo orden.
Desde ahí escuchó los discursos del rector de la Universidad, Ignacio Camargo Nassar, del presidente municipal, Cruz Pérez Cuéllar, y del comandante de la XI Región Militar, Eufemio Alberto Ibarra López, los oradores del presidium.
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Luego lo llevaron al centro del despliegue militar y policiaco que formó un perímetro rectangular, ahí le entregaron un par de placas en reconocimiento por el trabajo realizado en la ciudad entre marzo de 2011 y octubre de 2013.
El teniente coronel Diplomado de Estado Mayor retirado, sonrió bajo un sol abrasador, apenas atinó a decir unas cuantas palabras de agradecimiento cuando los tambores de la banda de guerra retumban y apuran su regreso a la carpa.
Julián Leyzaola fue invitado para la inauguración del Operativo Unidos por Juárez, una estrategia de los tres niveles de gobierno para intentar reducir el número de homicidios, narcotráfico, narcomenudeo y tráfico de personas, en esta ciudad.
Fue invitado además a impartir la conferencia “La actuación de las corporaciones de policías locales, en la contención del crimen organizado”.
Y aunque en algún momento declaró a medios de comunicación que no volvería a Juárez: “la gente de Juárez se portó muy mal conmigo, prácticamente me dejaron solo después de todo lo que hice allá. Cuando llegué se robaban hasta 2 mil carros por mes, lo dejé en menos de 100; antes que yo fuera jefe de la Policía, el secuestro y la extorsión eran comunes y ahora ya no hay, la ciudad se recuperó, sin embargo, veo que todo regresó a como estaba antes; entonces no tengo nada qué hacer ahí”, dijo en una entrevista para El Universal en octubre de 2015. Sin embargo, volvió.
Torturador y héroe
La conferencia se programó a las cinco de la tarde en el teatro Gracia Pasquel, de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez.
Para entrar elementos de la Guardia Nacional registraron con detectores de metales a los pocos asistentes que llegan a cuentagotas. Sin embargo, dentro del teatro ya estaban ocupadas tres cuartas partes con elementos de la Guardia Nacional y del Ejército Mexicano, una fila al frente para algunos servidores públicos y empresarios, sólo llegan el director de Servicios Públicos del Municipio, Arturo Rivera; el director de Protección Civil, Roberto Briones y el regidor Jorge Gutiérrez Casas.
Cuando inició la conferencia, entraron militares que estaban afuera para llenar los lugares que quedaron vacíos y aunque el encuentró fue dirigido a los policías municipales de esta ciudad, no estuvo ni el director de la Secretaría de Seguridad Pública Municipal, ni un solo policía de esta dependencia, el presidente municipal iba en carretera camino a Parral, a las Jornadas Villistas. Tampoco hubo presencia del Gobierno del Estado. Y tampoco hay manifestantes.
Así que Leyzaola se lanzó a hablar sobre la experiencia de la Policía Municipal de Ciudad Juárez entre 2011 y 2013, ante unos 400 militares y agentes de la Guardia Nacional que vienen de otras partes del país para el Operativo Unidos por Juárez.
Desde el palco de arriba destinado a los representantes de medios de comunicación, donde había apenas unas seis personas, se pudo ver cómo los oficiales del público se daban codazos o movían los hombros unos a otros cuando vían que se iban quedando dormidos.
Pero Leyzaola estaba de buen humor, volvió a referirse a quienes cometieron un crimen como “mugrosos”, como en los viejos tiempos, luego dice “yo les digo mugrosillos, para bajarlos del pedestal”.
Hay puntos de su conferencia en los que Leyzaola se esforzó por destacar. Por ejemplo, en tres ocasiones reiteró “ningún grupo criminal, por más fuerte que este sea, por más armas que tenga, puede sobrevivir sin el apoyo de las autoridades”.
Luego mencionó que la clave en el éxito de las Policías locales está en dignificar a los oficiales, devolverles lo que se merecen, que tengan un buen seguro de vida, servicio médico de calidad, un buen sueldo, el equipamiento necesario, dijo.
Hay que cuidar a los policías, enfatizó.
Y mencionó como ejemplo de cuidados, que cuando hay enfrentamientos y alguien muere lo primero que hacen las autoridades ministeriales es detener a los policías municipales.
“En el caso de aquí lo que hice fue integrar un equipo jurídico, oficiales de Policía que eran abogados y lo que hice fue que cuando pasaba algún evento antes de que llegara la Ministerial llegamos y al oficial de Policía lo retirábamos y le decía yo a la Ministerial ‘no, pero puedes llevártelo, yo te lo voy a llevar y ese tiempo lo utilizaba para preparar al oficial para su defensa y en su caso presentarlo amparado”, dijo..
“Pero el resultado fue, que yo recuerde, tal vez se me escape, pero en el tiempo que estuvimos aquí, un oficial no me cayó a la cárcel, ni uno. Porque hay que cuidarlos”, aseguró.
Sin embargo, durante el periodo de Leyzaola al frente de la SSPM, al menos 26 policías municipales fueron detenidos y llevados a juicio acusados de torura. De estos, por lo menos 10 resultaron sentenciados como culpables.
Destacó el caso en el que fueron detenidos y sentenciados a 15 años de prisión tres agentes municipales por la desaparición forzada de 4 adolescentes en Oasis Revolución el 26 de marzo de 2011, apenas 15 después de que Leyzaola asumió la dirección de la SSPM.
Los agentes sentenciados Eugenio de los Santos de Cuesta, Francisco Javier Campoy Domínguez y Leonardo Iván Loya Hernández formaban del Grupo Delta, un equipo de policías de élite conformado por el mismo Julián Leyzaola como su equipo de confianza para operaciones de alto impacto.
Los hermanos Daniel Osvaldo y José Luis Vázquez Vázquez, así como Iván Guzmán Hernández y Félix Vizcarra Torres estuvieron desaparecidos durante casi un mes hasta que sus cuerpos fueron hallados en las faldas del cerro del Caballo en la carretera hacia Casas Grandes.
Las familias de las víctimas pidieron asilo en Estados Unidos ante las amenazas sufridas en Ciudad Juárez, de donde tuvieron que huir.
También tuvo que huir a Estados Unidos Sonia Tapia Cisneros con su hijo y su esposo, una maestra a cuyo auto policías municipales dispararon por parecer sospechoso, hiriendo a su hijo de entonces dos años, en 2012.
Por este caso fueron detenidos cuatro policías, dos que dispararon, Yadhira Méndez Gallardo y Zirán Marván Cadena, por lesiones agravadas y dos que falsearon los hechos para favorecer a sus compañeros, Paulo Jesús Domínguez Castro y Juan Gabriel Rivera Ávalos, que dijeron que en el auto de la mujer iban tres sujetos armados que dispararon a los municipales.
Estos últimos dos fueron puestos en libertad y continuaron en la SSPM, Paulo Jesús Domínguez Castro sigue activo dentro de la Dirección de Policía Especial y Juan Gabriel Rivera Ávalos se jubiló.
Durante el 2011 fueron asesinados 37 policías municipales y fueron despedidos de la corporación más de 800.
A pesar de que la Fiscalía abrió varias carpetas de investigación contra Leyzaola ninguna procedió, tampoco rindieron frutos las recomendaciones de la Comisión Estatal de Derechos Humanos, las denuncias interpuestas ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, las observaciones de la ONU, de la CNDH, de Human Rights Watch, entre otros.
Durante su plática Leyzaola mencionó la reducción de los índices delictivos en la ciudad de la siguiente manera: “En esos dos años Ciudad Juárez logró reducir la incidencia criminal en un insólito 86 por ciento. Para algunos este hecho es increíble, para otros es milagroso, pero la realidad es que no fue otra cosa más que el producto de una planeación meticulosa”, aseguró.
Lo que es verdad es que Leyzaola se movió por esos años entre dos matices, el de torturador y el de héroe.
Pero hoy apenas queda casi nada de ambos en la memoria colectiva, apenas el puñado de personas que intentó protestar por la mañana y un puñado de personas, menos de diez, que subieron al escenario una vez que termina la conferencia.
Le pidieron fotografiarse con él, lo abrazaron, alguno le comentaron que Juárez lo necesita. Julián Leyzaola, ahora con 63 años, confinado a la silla de ruedas dijo sonriendo que agradece el gesto pero que no volvería, que es tiempo de dar oportunidad a otros y sonríe para la foto que tomó una mujer desde su celular.
Sobre estar en Juárez otra vez dice: “Juárez fue mi casa durante 5 años, se siente un poquito desubicado cuando todo mundo te habla y te dice frases halagadoras”, dice antes de abandonar el escenario del teatro.
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