La discriminación y prejuicios hacia las personas con discapacidad, y para las personas autistas, representa una barrera constante en su camino hacia la aceptación y la inclusión. ¿Por qué, en un mundo que valora la diversidad, seguimos tratando la neurodiversidad como una anomalía?
Por Miguel Ángel Sosa
X: @Mik3_Sosa
Desde que la humanidad ha tratado de comprender la diversidad de la mente, ha surgido un fenómeno persistente y preocupante: el capacitismo. Este término describe la discriminación y prejuicios hacia las personas con discapacidad, y para las personas autistas, representa una barrera constante en su camino hacia la aceptación y la inclusión. ¿Por qué, en un mundo que valora la diversidad, seguimos tratando la neurodiversidad como una anomalía?
El capacitismo en el autismo tiene raíces profundas, arraigadas en la falta de comprensión y en estereotipos anticuados. Durante décadas, el autismo se percibió a través de una lente patológica, una visión limitada que reducía a las personas autistas a una lista de “déficits”. La neurodiversidad, un enfoque que reconoce las variaciones del cerebro como naturales y valiosas, ha emergido como una reivindicación para este colectivo. Sin embargo, el capacitismo aún se manifiesta en la vida diaria, desde las aulas hasta los lugares de trabajo, perpetuando la idea de que las personas autistas deben adaptarse a un mundo que no fue diseñado para ellas.
Las barreras capacitistas son diversas y omnipresentes. En la educación, muchas niñas y niños autistas enfrentan entornos que no consideran sus formas únicas de aprendizaje, y en lugar de ajustar el sistema, se les exige conformarse a él. Según estudios recientes, hasta un 44 por ciento de las personas con autismo han experimentado algún tipo de acoso escolar debido a su neurodiversidad, lo que refleja cómo el capacitismo comienza desde una edad temprana. ¿No debería ser el sistema educativo un espacio para todos, donde las diferencias se celebren en lugar de castigarse?
Uno de los grandes desafíos del capacitismo es la falta de ajustes razonables. En muchos lugares de trabajo, las personas autistas se enfrentan a expectativas imposibles, donde se prioriza la sociabilidad y la conformidad en lugar del talento y la creatividad. Expertos como el doctor Stephen Shore, quien también es autista, afirman que “si has conocido a una persona con autismo, solo has conocido a una persona con autismo”. Esta cita invita a reflexionar sobre la importancia de personalizar los apoyos, reconociendo que no hay dos personas autistas iguales.
Otro obstáculo importante es la invisibilidad de los éxitos de las personas autistas. A pesar de que muchas personas autistas han dejado huella en campos como la ciencia, el arte y la tecnología, la narrativa dominante sigue enfocándose en lo que “no pueden hacer”. Un estudio de la Universidad de Cambridge encontró que las personas autistas tienen una alta capacidad para el pensamiento divergente, una habilidad esencial en la resolución de problemas. Entonces, ¿por qué seguimos ignorando estas habilidades?
El capacitismo también está presente en los sistemas de salud y en la forma en que se diagnostica el autismo. Muchas personas autistas, especialmente mujeres y personas de géneros diversos, no reciben un diagnóstico hasta bien entrada la adultez, lo que puede llevar a años de incomprensión y sufrimiento. Esto se debe en parte a que los criterios diagnósticos actuales están basados en estudios que han excluido a grupos que no se ajustan a la imagen tradicional del autismo.
Sin embargo, no todo está perdido. Hay un creciente movimiento de autodefensores que están alzando la voz contra el capacitismo. El término “neurodiversidad”, acuñado por la socióloga Judy Singer, ha ayudado a cambiar la narrativa, promoviendo la idea de que el cerebro humano es variado y que esa diversidad es una fortaleza. Este cambio de paradigma es crucial para derribar el capacitismo, pero todavía queda mucho por hacer para que estas ideas se materialicen en políticas públicas.
En última instancia, el cambio hacia una sociedad inclusiva requiere que cuestionemos nuestras propias actitudes. ¿Cómo podemos ser más conscientes de nuestras expectativas y prejuicios? El capacitismo está tan profundamente enraizado en nuestra cultura que a menudo es difícil verlo, pero una vez que somos conscientes de ello, es imposible ignorarlo. La aceptación plena de las personas autistas comienza con un esfuerzo colectivo para eliminar las barreras que hemos creado.
El capacitismo es, en esencia, un reflejo distorsionado que proyectamos sobre las personas autistas. Para romper este espejo, es necesario abrazar la diversidad en todas sus formas, ajustando nuestro entorno en lugar de forzar a las personas a encajar en moldes estrechos. Solo entonces podremos empezar a crear un mundo que no solo acepte, sino que celebre verdaderamente a las personas autistas.