Se debe analizar con lupa la situación de Ricardo Salinas Pliego y definir a cuánto ascienden las deudas que enfrenta con el sistema tributario nacional… En los países democráticos, los impuestos son una potestad que cumplen todos los ciudadanos
Por Hernán Ochoa Tovar
La relación entre el estado y el empresariado suele ser compleja, variando respecto a su ideología y signo partidario.
El gobierno norteamericano (el más capitalista del mundo) suele alentar la sinergia entre el estado y la iniciativa privada –mucho más, incluso, que otras potencias–. Por su parte, algunos estados de izquierda radical han jugado en las antípodas: si los capitalistas prohijaron el maridaje; ellos alentaron el divorcio. Prueba de ello es lo que sucedió, con creces, durante la Venezuela chavista –donde incluso las trasnacionales padecieron embargos y expropiaciones–; o la Cuba de Fidel Castro (donde el total de la propiedad privada fue absorbida por el estado revolucionario).
Yendo al caso nacional, también ha habido variaciones, aunque menos dramáticas. Durante el viejo presidencialismo priista (1929-2000) existió un sólido entendimiento entre las cúpulas de la patronal y el gobierno mexicano. Si el tricolor dividía en sectores a la población para su predominio y control, uno de esos sectores era el empresariado, con el cual hubo una simbiosis y una comprensión recíproca. Sin embargo, a partir de los gobiernos de la década de 1970 –que propiciaron la ruptura (Echeverría)– y llevaron a la nación a la bancarrota (López Portillo), el empresariado comenzó a tener un discurso más crítico con la federación; viéndose una amplia gama de cámaras que los aglutinaban y defendían sus intereses.
Retomando el argumento anterior, podemos decir lo siguiente: durante el Nacionalismo Revolucionario (1929-1982) la retroalimentación fue buena y mutua, mostrándose un punto de inflexión con el arribo del neoliberalismo (1982-2018). Empero, en esta época se dio la sinergia de una manera semejante, dándose una mayor cooperación entre la IP y el estado, y ramificándose los negocios realizados por el gobierno (que siempre existieron).
Bajo esta tesitura, el arribo de la 4T implicó una ruptura en algunas cuestiones, aunque no en todas. Los contratos gubernamentales y los empresarios amigos siguieron existiendo como en sexenios anteriores. Sin embargo, las diferencias entre adeptos y detractores se hicieron más grandes, pues los primeros recibieron apoyos y generosos contratos por parte del estado; mientras los segundos han padecido la estigmatización de manera preponderante. En este sentido, la 4T ha sido un régimen singular, pues no rompió del todo con prácticas del pasado –salvo en el caso de la disciplina fiscal y de la derogación de la potestad para condonar impuestos –, pero tampoco puso sobre la mesa un rígido manual izquierdista.
Aunque ciertas acciones remiten al gobierno de Luis Echeverría Álvarez, considero que López Obrador ha cuidado un poco más las formas, pues mientras Echeverría encarnó una ruptura total con los empresarios mexicanos; AMLO sólo lo ha hecho con determinados. Se ha permitido discrepar con Claudio X. González, mientras recibe a Carlos Slim o a Larry Fink en Palacio Nacional, por ejemplo.
Viene esto a cuento por lo que le ha sucedido a Ricardo Salinas Pliego (dueño de Grupo Salinas) durante los últimos tiempos. Es un caso curioso de personaje, pues, desde el surgimiento de Televisión Azteca, en 1993, siempre fue un hombre de negocios cercano a las esferas del poder, y, coincidentemente, a los gobiernos neoliberales. Fueron ellos quienes le dieron parcelas presupuestarias, así como facilidades inconmensurables para pagar impuestos, de tal suerte que adquirió deudas y compromisos impagables en tan sólo tres lustros.
A pesar de sus ideas y de sus arengas contra el estado, Salinas Pliego se ha caracterizado por su pragmatismo. No obstante, las diferencias ideológicas para con el gobierno de López Obrador, desde un principio tendió puentes con el mismo. Quizás por practicidad –iba a ganar más como aliado que como oponente– se acercó a la retórica cuatroteísta y obtuvo su recompensa: el banco de su emporio (Azteca) es el encargado de dispersar las nóminas gubernamentales, así como algunos programas sociales que son la insignia de la presente administración.
Durante un buen rato todo parecía ser miel sobre hojuelas. El criticismo de TV Azteca hacia la gestión de AMLO era escaso, y, de alguna manera, parecía suscribir el actuar de su gestión. Mientras tanto, el presidente correspondía su actitud, pues mientras era duro e incisivo con diversos periodistas, jamás se expresó en términos nocivos de Javier Alatorre, figura estelar de TV Azteca, y quien fue uno de los primeros comunicadores quien le realizó una entrevista, al calor de su tercera campaña presidencial; la cual se caracterizaba por su festividad y bonhomía, más que por un ejercicio crítico de los actos del entonces candidato.
Pero, de repente algo se descompuso. Quizá descontento con el devenir gubernamental, TV Azteca criticó duramente los materiales educativos de la presente administración, siendo una caja de resonancia para los detractores de la misma. Tal vez esto no le pareció bien al presidente, pues, pronto, comenzó a tratar con dureza a su otrora amigo, Ricardo Salinas Pliego.
Poco a poco empezaron a aparecer en los medios de comunicación informaciones con las onerosas deudas del CEO de Grupo Salinas. Al mismo tiempo, y en un hecho inusitado, el director del SAT, Antonio Martínez apareció explicando “con manzanitas” la gigantesca deuda que Salinas Pliego ostenta con el fisco mexicano. Ello enfureció más al empresario, pues se dijo presionado y extorsionado por la federación, al tiempo que denunció corrupción en la distribución de los programas sociales del gobierno federal ¡digno de telenovela¡.
A pesar de todo, el presidente López Obrador cuidó su lenguaje y sus palabras, señalando que no tenía nada en contra de Salinas, sino que debía cumplir con sus obligaciones tributarias; pero que eso ya le correspondería resolverlo a su sucesor o a los tribunales. Salida contundente para una ruptura inminente.
Respecto a la posición de Salinas Pliego, acerca de si es víctima de un sistema injusto o un beneficiario del crony capitalism (capitalismo de cuates)que ha imperado en el país por décadas, diré lo siguiente: Muy probablemente, el director de TV Azteca se benefició de las privatizaciones y los contratos brindados en el pasado. Sin embargo, él ha levantado un emporio con aciertos. Aun así, creo que en los países democráticos, los impuestos son una potestad que cumplen todos los ciudadanos, más allá de condiciones monetarias o sociales.
Por lo anterior, considero que se debe analizar con lupa la situación y definir a cuánto ascienden las deudas que Salinas Pliego enfrenta con el sistema tributario nacional. Si Slim y José Antonio Fernández pudieron ponerse al corriente en sus gravámenes ¿Acaso Salinas Pliego no puede hacerlo en lugar de estar litigando en los medios? Lo dejo a la reflexión. Este tema da para mucho. Usted, apreciable lector, tiene la última palabra.