El cierre de círculos puede ser emocionalmente agotador, pero también profundamente reparador. ¿Qué podemos hacer para facilitar este proceso?
Por Miguel Ángel Sosa
mangelsosar@gmail.com
Cerrar círculos puede parecer un acto sencillo, casi trivial, pero ¿cuántas veces seguimos cargando historias inconclusas, relaciones desgastadas o proyectos fallidos? En la vida, cerrar círculos es mucho más que dar un paso hacia adelante: es liberar el espacio emocional y mental necesario para construir algo nuevo. Como lo explicó Carl Jung, “lo que no se hace consciente, se manifiesta en nuestras vidas como destino”. Pero ¿cómo identificar los círculos abiertos? y, más importante, ¿cómo cerrarlos?
Desatar nuestro presente de cargas del pasado no significa olvidar o ignorar, sino enfrentar lo que quedó pendiente con valentía y honestidad. ¿Te has preguntado por qué ciertos recuerdos siguen pesando tanto? Tal vez porque no les has dado el cierre necesario. Según la psicóloga Brené Brown, “la vulnerabilidad nos permite sanar al enfrentarnos a lo que evitamos”. Al afrontar esas emociones incómodas, iniciamos un proceso de liberación.
Un ejemplo claro son las relaciones personales. Piensa en esa amistad o pareja que, aunque terminó, sigue influyendo en tus decisiones actuales. La experta en relaciones Esther Perel menciona que cerrar círculos no siempre requiere una conversación directa; a veces, basta con aceptar internamente que hiciste todo lo que pudiste. Este acto de aceptación es liberador y marca el inicio de una nueva etapa.
En el ámbito laboral, los círculos abiertos pueden manifestarse como proyectos inconclusos o metas que nunca alcanzamos. ¿Cuántas veces un fracaso nos deja atrapados en el “qué hubiera pasado si…”? La psicología positiva sugiere que redefinir el significado del fracaso es clave. Como lo indica Martin Seligman, “el optimismo realista no ignora las dificultades, pero tampoco permite que nos definan”.
Otro aspecto crucial es el impacto emocional de los círculos abiertos. Estos pueden convertirse en una carga constante que drena nuestra energía. ¿Alguna vez has sentido que algo no te permite avanzar, pero no sabes qué? Es probable que sea un círculo sin cerrar. Reconocer esto es el primer paso para cambiar nuestra narrativa y empezar a sanar.
Pero cerrar círculos no es sencillo ni inmediato. Requiere introspección, tiempo y, sobre todo, voluntad. Es un acto de amor propio. Como menciona Nathaniel Branden, uno de los pioneros en el estudio de la autoestima, “cada paso hacia el respeto por uno mismo empieza con decisiones congruentes con nuestras necesidades y valores”.
¿Qué podemos hacer para facilitar este proceso? Primero, identificar los círculos que permanecen abiertos. Haz una lista de las áreas de tu vida que sientes inconclusas. Segundo, decide qué acciones tomarás para cerrar cada una: puede ser escribir una carta que nunca enviarás, tener una conversación pendiente o simplemente soltar el peso emocional. Por último, practica el autocuidado; el cierre de círculos puede ser emocionalmente agotador, pero también profundamente reparador.
Cerrar círculos nos permite avanzar con ligereza, pero también con aprendizaje. Cada cierre nos prepara para nuevos comienzos. ¿Qué historias sigues cargando? y ¿qué conversaciones has pospuesto por miedo o comodidad? No temas enfrentarlas.
En el arte de cerrar círculos no hay un solo camino, pero sí un propósito común: vivir más libres y en paz con nuestras elecciones. Haz el esfuerzo, respira profundo y da ese paso que transformará tu vida.