Con el aval del gobierno porfirista, la instalación dedicada a las carreras de caballos se convirtió en el lugar favorito de gente de todos los extractos sociales; hoy pocos son los habitantes de la colonia Melchor Ocampo que conocen que viven en lo que fuera alguna vez parte de los terrenos del primer hipódromo construido en esta frontera
Juan de Dios Olivas
Apuntes Políticos
Ciudad Juárez – En dos minutos, cero segundos y dos quintos, Pinkola recorría una milla y un cuarto de milla de la pista, dejando velozmente a sus contrincantes.
De pura sangre, su llegada a la meta generaría decenas de caras sonrientes en las gradas, pero también decenas de caras tristes por no haber ganado ni un quinto y haber perdido hasta la camisa.
Se trataba de la famosa carrera de caballos que inauguró el primer Hipódromo de Ciudad Juárez un día primero de diciembre de 1909, con una bolsa para el triunfador de 2 mil dólares.
Pinkola ganaba el llamado Chihuahua Handicap dejando atrás a Charlic Hargrave que llegaría en segundo lugar a la meta, seguido de Medadov, ambos caballos ganadores de otras competencias de alto nivel.
Propiedad de la empresa Jockey Club Juárez, S.A. el consejo directivo del Hipódromo estaba presidido por Alberto Terrazas, hijo del ex gobernador y terrateniente Luis Terrazas y quien también había llegado a ser gobernador interino del estado de Chihuahua.
Terrazas obtuvo la concesión para operar del gobierno porfirista sin mayores problemas por las relaciones que mantenía su familia con el presidente de la República.
Casi la totalidad de los socios que consiguió eran norteamericanos y el resto del consejo estaba constituido por J.S. Follansbee, como vicepresidente; M.J. Winn, como gerente; H. Fenchler, como director. Además eran socios también W.H. Kraft, James Butler, William H, Shelly, Lyman H. Davis, Mars Cassidy, Haroy F. Greigogel, Geo Lendemberg, el doctor J.A. Samaniego, J. García Cuadra, Eugene Elood y Hal Stevens.
El edificio construido para operar era de arquitectura afrancesada, cemento armado y fierro, con techos de teja, cornisas y torres en los extremos norte y sur. Ocupaba 73 hectáreas y contaba al frente con dos hectáreas de estacionamiento para los automóviles que ya entonces circulaban en la ciudad antes que la mayor parte de las ciudades mexicanas.
Poseía amplias graderías, vistosas pistas de varios carriles y caballerizas para los caballos pura sangre de las mejores cuadras famosas.
Pronto se convertiría en el lugar favorito para los círculos aristocráticos y demás aficionas de El Paso, Texas y Ciudad Juárez que acudían a presenciar las carreras y a entretenerse en los bares del hipódromo. Entre los asistentes se encontraban gente de todos los extractos sociales, hacendados, industriales, artistas de renombre, personajes de la sociedad fronteriza, políticos y hombres de fortuna.
El historiador Armando B. Chávez llego a documentar que los barrios se vaciaban las tardes y noches de los programas hípicos y la disipación se manifestaba en las gradas.
Para trasladar a la afición, se extendió la vía férrea del tranvía eléctrico por la avenida Lerdo, la calle Ramón Corona y la avenida Hipódromo (hoy calle Colombia) hasta los terrenos del suntuoso lugar.
El Hipódromo sobrevivió a la Revolución Mexicana en cuyo periodo alguna vez dirigieron un disparo de cañón hacia una de sus torres, que abrió un boquete que jamás fue reparado.
No obstante, eso no fue impedimento para que en los años que siguieron a la Revolución, continuaran las apuestas audaces que enriquecían a algunos y empobrecían a muchos. Circularon en su interior monedas y billetes de distintas denominaciones.
La fama del Jocker Club Juárez, se extendería no sólo al interior de México y el sur de los Estados Unidos, sino también a Centro y Sudamérica, de donde llegaban oleadas de visitantes.
Los revolucionarios no fueron la excepción, en una de sus visitas a la frontera, Venustiano Carranza acudiría un 28 de marzo de 1914 a presenciar las carreras.
En enero de 1915 el general Hugo L. Scott y el general Francisco Villa se reunirían en el Jockey Club para dialogar sobre el sitio a Naco, Sonora que se estaba llevando a cabo en esas fechas. Dialogaron amistosamente y un año después serían enemigos durante la incursión de le Expedición Punitiva que, tras el ataque a Columbus, Nuevo México, perseguiría al Centauro del Norte sin obtener ningún resultado.
Los días del Hipódromo llegarían a su fin en 1935 cuando por disposiciones del presidente de la República, el general Lázaro Cárdenas del Río, se suprimirían todos los centros de apuestas del País.
La empresa que lo administraba empezaría a acumular adeudos fiscales y sería sometida a un embargo por medio del cual el gobierno federal se adjudicó la propiedad donde se instaló el Hipódromo.
Los terrenos fueron subastados el 9 de diciembre de 1937 y 13.7 hectáreas vinieron a quedar en posesión de la Comisión Federal de Electricidad (CFE); 40 hectáreas en poder de la empresa Fraccionadora Mexicana; y 19.3 hectáreas fueron adquiridas por Lupercio Garza Ramos.
Los nuevos dueños empezaron a derribar el edificio y el servicio de tranvías junto con las vías desaparecería con el tiempo para empezar a fraccionarse los terrenos para ser puestos a la venta.
Hoy en día, pocos son los habitantes de la colonia Melchor Ocampo que conocen que viven en lo que fuera alguna vez parte de los terrenos del primer hipódromo construido en Ciudad Juárez.
La CFE conservaría una parte de la propiedad hasta la fecha para ser utilizada como oficinas sobre la avenida Reforma.
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Fuentes: Visión Histórica de la Frontera Norte México
Fotos colección Allen Morrison