Lo que parecía un simple resfriado se convirtió en una pesadilla para miles de familias que residían en Ciudad Juárez y que vieron cómo sus seres queridos perdían la vida sin poder hacer nada. Era 1918, en ese entonces ocurrió la pandemia más grande que ha registrado la historia de la frontera
Juan de Dios Olivas / Especial para La Verdad
Lo que parecía un simple resfriado se convirtió en una pesadilla para miles de familias que residían en Ciudad Juárez y que vieron cómo sus seres queridos perdían la vida sin poder hacer nada.
Como medida de prevención, las iglesias fueron cerradas, las misas prohibidas y las clases en las escuelas suspendidas para combatir a un enemigo del que más allá de su alta mortalidad, no se sabía mucho.
Era 1918 y así, con esas sencillas medidas, se combatía aquí como en todo el mundo la pandemia más grande que ha registrado la historia, provocada por la llamada “influenza española”, que se estima mató a dos de cada 10 personas contagiadas.
Al igual como ocurre ahora con la variedad de coronavirus llamada COVID-19 y anteriormente con la gripe porcina, en aquel año, el miedo estaba presente en la población juarense que apenas unos meses atrás había vivido la alerta emitida por las autoridades de Estados Unidos ante la presencia de tifo, por la que obligaron a quienes deseaban cruzar la frontera a pasar por baños con gasolina para desinfectarlos. De esa manera los estadounidenses buscaban prevenir contagios en su territorio.
Los registros oficiales recopilados en el diccionario de Historia de Chihuahua, elaborado por el historiador Francisco R. Almada, documentan en todo el estado 4 mil 57 muertes en el último trimestre de 1918 y los primeros tres meses de 1919, cifras a las que aún faltaban incluir los decesos ocurridos en la sierra.
No se tomaron en cuenta las defunciones ocurridas en Guadalupe y Calvo, Ocotitlán y Zaragoza porque los presidentes municipales no enviaron los reportes, principalmente de la Sierra Tarahumara.
En Juárez, los primeros casos generaron desconcierto, lo mismo entre la población que entre los médicos, quienes no sabían cómo tratar lo que parecía un simple resfrío.
También las autoridades, al igual que ahora, trataban de ocultar o minimizar la realidad, pero los medios de comunicación señalaban que había un problema sanitario grave, en muchas ocasiones mal atribuido a la guerra civil que recién había terminado.
Los periódicos de la región también hacían eco de esas noticias, entre ellos El Paso Morning Times, que en su edición en español del 28 de abril de 1918 señalaba que la prensa mexicana había dado un llamado de atención a las autoridades que esparcían noticias consoladoras, mientras que nada más en la capital del país la “grippe” (sic) tenía postradas a 200 mil personas, convirtiendo los hogares en hospitales.
Así, en un momento en el que las grandes y sangrientas batallas de la Revolución Mexicana eran ya cosa del pasado, la muerte se volvía a pasear en México.
Los primeros contagios
Los primeros contagios de la influenza española fueron documentados en Estados Unidos poco antes de finalizar la Primera Guerra Mundial.
El brote fue detectado en los campos de reclutamiento de soldados que estaban siendo adiestrados para asistir a la guerra y que se encontraban en Kansas y Texas, este último estado frontera con México, de ahí que le llamaran “la muerte que vino del norte”.
De ahí se propagó a los estados fronterizos de Chihuahua, Nuevo León, Tamaulipas y Coahuila, a partir del 6 de octubre de 1918, bajando rápidamente por las rutas comerciales del norte hacia el sur del país atacando masivamente a la población.
La buena vecindad que se vivía desde entonces entre Ciudad Juárez y El Paso facilitó la propagación del virus, así como la entrada de Estados Unidos a la Primera Guerra Mundial.
Ese año también se dio la primera repatriación masiva de ciudadanos mexicanos desde Estados Unidos y Juárez, una de las ciudades elegidas para regresarlos. La multitud de personas desempleadas pronto causaría también problemas de hacinamiento y por supuesto, de salud.
Por eso, aquí, al igual que en las otras poblaciones fronterizas, los muertos empezaron a contabilizarse por centenas.
“Se presentaron los primeros casos y en unos cuantos días cundió por toda la población y después en todo el estado”, destacó en una ocasión el desaparecido historiador Felipe Talavera en una entrevista que concedió.
Los datos eran concentrados en la sección de estadística de la Secretaría de Gobierno de Chihuahua de aquel entonces.
La fiesta no para
Pese al cierre de escuelas, iglesias y otros lugares de concentración masiva, la vida nocturna que empezaba a florecer en Ciudad Juárez no paró y contribuyó también a la propagación del virus de influenza.
De acuerdo con el historiador Martín González de la Vara, el Fuerte Bliss se llenó de soldados que eran enviados a cumplir su etapa de entrenamiento y que pronto se convirtieron en los mejores clientes de los garitos de juego y bares de esta ciudad.
Esto último debido a que precisamente en 1918, Texas decretó la prohibición de fabricar, vender o consumir alcohol en su territorio, medida que dos años después se ampliaría a todo Estados Unidos debido a la presión de grupos ultraconservadores, iniciándose la llamada “época de la prohibición” conocida en México como “Ley Seca”.
Esa restricción provocó el surgimiento de cantinas, bares, casinos, burdeles, y restaurantes, muchos de ellos de empresas que se mudaron de Estados Unidos a México para seguir en el negocio.
Para los paseños, Juárez fue su escape para poder disfrutar del licor prohibido en su país, nada más tenían que cruzar la frontera, pero con ellos también llegó el mortal virus.
Influenza ¿española?
La gripe española tiene su origen en Estados Unidos, sin embargo, se le dio ese nombre por haber tenido España una elevada mortalidad y una difusión no censurada en los medios de comunicación.
Los primeros casos se reportaron en la primavera de 1918, de acuerdo con datos documentados por el Centro para la Historia de la Medicina de la Universidad de Michigan.
En esa primera etapa, el impacto que tuvo la enfermedad fue poco, pero los brotes posteriores, en el otoño y el invierno de 1918, registraron las tasas de mortalidad más altas en pacientes nuevos y re-infectados.
De hecho, a finales de ese año viaja por el mundo contagiando a millones de personas y dejando un saldo que no se conoce con precisión, pero que se estima podría ser de hasta 50 millones de muertos.
Sin embargo, algunos científicos sostienen que la cantidad es el doble debido a los primitivos sistemas de información de la época y la falta de conocimientos médicos sobre la enfermedad, y a que las muertes no fueron reportadas con precisión.
La entrada de Estados Unidos a la Primera Guerra Mundial contribuyó a la propagación de la enfermedad.
Los primeros casos fueron documentados en el campamento Funston en Kansas, que contaba en promedio, en aquellas semanas, con unos 56 mil soldados. También hay casos reportados en Fort Bliss, en Texas.
Entre abril y noviembre de 1918 los soldados son enviados al frente de batalla y cruzan, en largas travesías por el Atlántico, un millón y medio de soldados estadounidenses. En el mismo mes de abril aparecen los primeros casos de gripe en los puertos de Francia.
La aparición del virus en Europa se da al mismo tiempo que en los territorios del este de Asia por el Océano Pacífico, después en Sudamérica, el Pacífico Sur, la India y las costas africanas, y en el otoño ya estaba presente en los cinco continentes.
La primera aparición de la influenza incluyó síntomas de gripe típicos de cada año, incluyendo fiebre (38.8 a 40 grados), dolor corporal, tos, cansancio y, en algunos pacientes, diarrea y vómitos.
Las fiebres volvieron a detectarse cuando los pacientes recayeron en brotes posteriores de la enfermedad y algunos médicos documentaron la presencia de hemorragias nasales violentas y marcas rojas en la parte blanca de los ojos.
En un reporte de Salud Pública de los Estados Unidos se informaba que los pacientes a las dos horas de haber sido internados presentaban manchas de color caoba en los pómulos, las cuales cubrían toda la cara, un poco antes de la muerte, varias horas más tarde.
Los pacientes también presentaban dificultades para respirar y al morir las víctimas tenían los pulmones inflamados y evidencias de hemorragias pulmonares.
A río revuelto…
En Juárez y El Paso, la pandemia de influenza fue motivo de negocio para doctores, farmacéuticos y hasta hierberos que ofrecían todo tipo de remedios para curar la enfermedad.
“No se confíe usted del catarro, con frecuencia se convierte en tuberculosis”, era el encabezado de una nota de salud publicada en El Paso Morning Times ese año para difundir un medicamento milagroso.
“Jamás se curará usted con tratamientos externos de lavados y duchas”, aseguraba.
Posteriormente explicaba que el catarro estaba en la descomposición de la sangre y no podía ser curado con tratamientos externos.
“Aun cuando el catarro hace su primera aparición en las fosas nasales, garganta y vías respiratoria, cada día se esparce más y más hasta llegar a los pulmones y todo mundo sabe lo peligroso que es cuando llega a los pulmones.
Por lo mismo el catarro es el precursor de la más terrible y desesperante de las enfermedades: la tuberculosis”, decía la publicidad.
Al final recomendaba no perder tiempo y acudir a comprar el medicamento llamado S.S.S., de venta en todas las droguerías de El Paso, o bien escribir al director médico sobre el caso en particular.
Pero las farmacias paseñas no fueron los únicas en ofrecer remedios. En Juárez la gente recurría lo mismo a los remedios caseros que a las hierbas que se ofertaban en los mercados populares, así como en las farmacias de la ciudad.
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Fuentes: Martín González de la Vara en Breve Historia de Ciudad Juárez y su región; http://www2.uacj.mx/cronologia/cronologia%5Cc1917.htm; Visión Histórica de la Frontera Norte de México; Elsa Aguilar Casas en Posrevolución y estabilidad-www.inehrm.gob.mx-; http://www.epidemiologia.salud.gob.mx; http://todosobreinfluenza.salud.gob.mx; El Paso Morning Times, ediciones