Opinión

Inyecciones caras para pobres más conscientes




mayo 14, 2020
Imagen de Erik Erik en Pixabay

Es justo en estos tiempos de crisis cuando podemos ver más claramente nuestras malas decisiones como sociedad y gobierno, entender los efectos de nuestra poca voluntad para disminuir las desigualdades de nuestra era, vinculadas principalmente a la generación de riqueza de unos pocos a costo del aumento de pobreza y ausencia de derechos de muchos

Gabriel Álvarez Flores

Desde hace varios días circula este mensaje en redes sociales, mismo que el usuario Mr. Doctor (con casi un millón de seguidores) ha compartido:

“Espero que terminando la pandemia, no haya médicos que cobren $50.00 la consulta y enfermeros que apliquen inyecciones en $20.00, porque ya vimos que la gente paga $150.00 por un six y que hacen filas para la pizza, por tanto igual para la consulta y entrega de medicamento.” – MrDoctorOficial.

Esta postura me parecería simplemente tan respetable como cualquier otra, pues todo individuo tiene el derecho y libertad de externar sus opiniones sin afectar las garantías de otros. Pero al verla circulando entre mis contactos y en sorpresa de que casi 11 mil personas reaccionaron a ella, despierta mi atención ver este mensaje como fenómeno social, como una opinión masificada que indudablemente describe a una parte de la sociedad que la respalda. Además, no puedo desaprovechar la oportunidad para compartir que ningún hecho o acción social es así de simple o reducible, por lo que es una obligación ver todos los lados de la realidad que podamos percibir.

De inicio debo aclarar que no estoy en contra de que los médicos en la empresa privada reciban mejores salarios. La precarización en México se ha convertido en la normalidad de todos los trabajos y a pesar de que cada profesión tiene condiciones de precariedad muy particulares, esta afecta a todo tipo y nivel de desarrollo. Todo trabajador merece una retribución económica justa y que le permita satisfacer sus necesidades a plenitud, incluidas las necesidades de recreación y esparcimiento.

Dicho esto, y situándome en el ahora, considero que pensar ese mensaje como “la” lección más valiosa a rescatar de la crisis y digna de ser viralizada en redes, evidencia un desconocimiento de las causas y efectos de la pandemia (más allá de la dimensión biológica) o evidencia tener una visión considerablemente corta de los sistemas (social, político y económico) que conforman la vida mexicana:

Un país con casi la mitad de su población en pobreza que hace uso de servicios médicos privados malbaratados a consecuencia de las grandes deficiencias del sistema público para el derecho a la salud. El sistema encargado del derecho a la salud, mal administrado, pasivo y saqueado por décadas, normaliza graves irregularidades y atropellos al paciente, pero también hacia su propia plantilla laboral mediante violencias institucionalizadas de explotación y dinámicas de corrupción a su interior pero que también se extienden hacia afuera y grupos de poder.

Como mexicanos tras haber nacido, participado y promovido un esquema de vida en el que la ganancia individual es el centro, es comprensible que aún en la pandemia sigamos con esa lógica arraigada (los cambios culturales ocurren a largo plazo), pero resulta inaceptable continuarla si tenemos la intención de generar un nuevo rumbo para la sociedad, la nación o la humanidad.

Es justo en estos tiempos de crisis cuando podemos ver más claramente nuestras malas decisiones como sociedad y gobierno, entender los efectos de nuestra poca voluntad para disminuir las desigualdades de nuestra era, vinculadas principalmente a la generación de riqueza de unos pocos a costo del aumento de pobreza y ausencia de derechos de muchos, fenómeno ampliamente estudiado.

El mensaje, aunque emitido en un medio informal, nos comunica tanto lo que el individuo como los que han respaldado piensan: apunta indirectamente al pensamiento capitalista de que la empresa privada que brinda el poco acceso a la salud de los más vulnerables debe regularse/limitarse mediante una lógica de castigo económico (tan común en nuestro país), pero que para bien o para mal constituye una de las últimas patas de una silla llamada derecho a la salud para los más pobres; en esa silla también se sienta la explotación de los médicos independientes, no hay que olvidarlo. Se trata de buscar un castigo para el pobre por no entender lo que yo entiendo, por no poder lo que yo puedo, aunque vivamos en un mismo país de extremos, cada quién bajo su propia forma de explotación.

La lógica consumista no escapa ni a los derechos, a la salud ni a los servidores públicos de la salud, pues ocurren en la sociedad: como individuos parte de ella, esta nos enseña el consumo como práctica para el progreso, pues los médicos también son seres con dimensión personal como cualquier otro profesionista, que viven una formación social y cultural desde su entorno cercano y sus recursos; al igual las poblaciones vulnerables, pero con muchos menos recursos (materiales, cívicos, educativos, etc.) a su alcance.

Al ser un momento de crisis donde podemos tener tan claras las consecuencias de las políticas públicas actuales o aplicadas en el pasado, hay oportunidad de salir de los discursos comunes de criminalizar y culpar al pobre, en visualización de qué es lo que nos lleva a estar en cierta situación como nación.

Debemos alcanzar la reflexión profunda de que si estos esquemas privados de salud dan acceso a los más pobres a cambio de explotar y precarizar a los médicos, es porque se les ha abierto campo a estas empresas a través de las decisiones y estrategias de gobierno en pro del debilitamiento del Estado, acortando progresivamente (desde hace mucho) la responsabilidad de nuestros gobiernos por garantizar plenamente los derechos, dejando la accesibilidad inmediata a la salud en manos de la empresa privada. Sin ningún ánimo de satanizar y por concepto, el sector privado buscará las ganancias financieras de sus inversores, no el beneficio humanista de la población; mercantiliza los derechos que deben ser garantizados por el Estado.

Si entendemos que las clases más vulnerables (personas en pobreza, trabajadores informales, de comunidades rurales o apartadas, sin acceso a los sistemas o a servicios) han tenido desventajas históricas y cuentan hoy con carencias como la alimentación, el empleo y la educación cívica, la postura inmediata a favor de recortar el poco acceso a la salud que tienen es sumamente clasista y discriminatoria, si no es que además emitida desde un sentido de superioridad. Para quienes hayan echado un vistazo a las dinámicas en torno a lo clínico, no resulta sorpresivo encontrarse con posturas similares que gran parte del gremio de mayor edad en la salud aún carga como cruces, estigmas y malos hábitos (incluido el machismo) y que pasan de generación en generación a través de la formación profesional.

Independientemente de si usted lector se dedica al ámbito de la salud o sea un(a) ciudadano(a) ordinario(a), la reflexión a la que invito con estas líneas es a cuestionarnos nuestros pasados para entender nuestros presentes, a ser más críticos sobre los derechos sociales y responsabilidades del Estado que existen para garantizarnos bienestar en que evidentemente ha fallado: La responsabilidad ciudadana ha sido muy cuestionable en estos días y por supuesto que debemos denunciarla en una emergencia como esta, pero aún más importante es que desde nuestra postura presuntamente superior, a partir de este tropiezo histórico que ha costado vidas, en los años venideros exijamos de forma organizada y contundentemente a nuestros representantes la garantía y calidad de nuestros derechos sociales como la salud.

Al demandar infraestructura, políticas y presupuestos que no se queden en trabajar “al día” acorde a expectativas expiradas sino con una visión de previsión hacia la suficiencia y necesidades del futuro, nuestros médicos públicos gozarán de condiciones laborales dignas que los alejarán de trabajar en un sector privado que, si bien pone al alcance la salud hacia los pobres, devalúa los esfuerzos y más de 6 años de formación profesional. Se crea un círculo virtuoso donde la inversión pública para la educación de tantos médicos se devuelve a lo público al insertarse profesionalmente a sistema de salud sólido y responsable que verdaderamente aporta al desarrollo de la sociedad.

Invito a seguir siendo críticos con quien pone en riesgo la salud comunitaria por ocio, a ser empático con quien en pandemia (o sin ella) debe sobrevivir cargando las grandes desventajas en nuestro sistema, pero especialmente a rastrear las cadenas de responsabilidades de los sistemas de gobierno. A no engañarnos con la inmediatez de las acciones individuales, porque a fin de cuentas… ¿quién será más responsable? ¿El individuo que, sin los medios suficientes para igualar nuestro nivel cívico, ético y crítico, actúa diferente a mí? ¿o serán más responsables los sistemas gubernamentales instituidos y alimentados de forma permanente para garantizar esos y muchos otros beneficios para la población en general?

Ojalá en un futuro podamos señalar las irresponsabilidades no desde una plataforma de desigualdades, sino de plena satisfacción y calidad de los derechos. Es ahí donde podría tener más sentido no admitir excusas de ningún tipo; pero si llegáramos a eso, probablemente no seríamos el mismo México y obedecer el #QuédateEnCasa no sería un problema.

***

*Gabriel Alvarez Flores. Estudiante próximo a egresar de la Maestría en Trabajo Social por la UACJ. Lleva una línea de investigación académica sobre el empleo y juventudes, y se interesa por el análisis de las políticas públicas y sociales de México.

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